La oración en tiempos de angustia
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Solemos constatar que sólo nos acordamos de Dios cuando
estamos con problemas. No tendría que ser así, como dice
Mons. Romero: "La oración es la respiración de la Iglesia.
Su gran necesidad" [20 Jul 79; VII, 94]. Es decir, la
oración, el hablar con Dios y el mirar nuestras vidas desde
la óptica de Dios deben de ser algo constante en nuestras
vidas y no solamente cuando estamos en dificultades.
Teniendo claro este criterio básico de la espiritualidad
cristiana, también es cierto que, los tiempos difíciles y de
angustia, son un momento privilegiado para acercarnos a Dios
Padre Providente y hacer el camino de seguimiento de Jesús:
"El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue
con su cruz y que me siga" [Mt 16,24].
Estas reflexiones se me ocurrieron precisamente la madrugada
del pasado domingo (25/02/01) cuando, a las 2.30 am, fuimos
despertados por el violento sismo de 4.6 grados. Abrí las
páginas del libro de los Salmos y, quiero compartir ahora,
la experiencia espiritual y de consolación que entonces
viví:
* En primer lugar, descubrí cómo el salmista expresa con
sencillez, pero, con realismo y crudeza su experiencia de
angustia y la manifiesta a Dios: "Misericordia, Señor, que
desfallezco. Sáname tú, porque el temor ha carcomido mis
huesos" [Sal 6,3; 18(17,6; 38 (37); 69(68); 80(79), 5-6.20].
* En ocasiones, la experiencia de depresión y angustia del
salmista es tan fuerte que se expresa en forma de protesta
ante Dios: "Señor, ¿por qué te alejas y en momentos de
angustia así te escondes? [Sal 10 (9), 1]. "¡Oh Dios, mi
Dios!, ¿por qué me abandonaste? ¡Las palabras que lanzo no
me salvan!. ¡Mi Dios!, de día llamo y no me atiendes, de
noche, mas no encuentro mi reposo" [Sal 22,2-3; 13(12,1]. Es
una postura que recuerda la de Jesús, al pié de la cruz:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" [Mc
15,34].
* Pero, por muy grande que sea la angustia, e incluso la
protesta, la postura final del salmista es de total
confianza en Dios: "En mi angustia clamé al Señor, invoqué a
mi Dios. Y desde su templo oyó mi voz, llegó mi clamor a sus
oídos" [Sal 18(17), 7]. "Dios en nuestro refugio y
fortaleza, un socorro oportuno en nuestra angustia. Por eso,
si hay temblor, no temeremos, o si al fondo del mar caen los
montes; aunque sus aguas hiervan y se agiten y los montes, a
su ímpetu, retiemblen. Con nosotros está Dios, el Señor.
[Sal 45(44), 2-4; 18(17),1-2; 34(33); 40(39); 107(106)]
* Me quedó sorprendido de encontrar, en la oración del
salmista, su experiencia sísmica. Les invito a leer los
siguientes Salmos: 18(17),1-8; 45(45),3; 48(46),7; 55(54),6;
60(59),1-2; 68(67),9; 75(74),4; 77(76),19; 94(93),18-19;
96(95),9; 97(96),4; 104(103),32; 106(105),17;
114(113ª),4.6-7. Espero sus comentarios.
* Pero, acudir a Dios y su consolación no eximen de la
exigencia ética personal [1,1; 119(118),109], familiar y
social: "Los necios piensan que no hay Dios; no tienen
entendimiento los malhechores, los que se comen a mi pueblo
como quien come pan, los que no invocan el nombre del Señor.
Temblarán llenos de miedo, pues Dios está con los que le
obedecen". [14(13),1-4]. La consolación de Dios, también,
pide compromiso a favor de los pobres, los damnificados de
hoy día: "Concede, oh Dios, al rey tu propia justicia y
rectitud, para que gobierne a tu pueblo y a tus
pobres; ¡Que haga justicia el rey a los pobres! ¡Que
salve a los hijos de los necesitados y aplaste a los
explotadores" [72(71), 1-5]; aquellos a quienes El mismo
defiende: "Dios que habita en su santo templo, es padre de
los huérfanos y defensor de las viudas. Dios da a los
solitarios un lugar donde vivir" [68(67),5-6].
* Cuando ya eran las 4,30 de la madrugada y la cabeza ya no
daba para más, pero, los nervios ya permitían aprovechar las
últimas dos horas de sueño, me llevé la última sorpresa de
la Palabra que se actualizaba evidentemente en aquella
situación: "Anticipándome al alba imploro tu auxilio, espero
en tu palabra. Mis ojos están abiertos ya antes del
amanecer, con el fin de meditar tu palabra" (Sal
119,146-147).
En estos momentos en que tanto hablamos de "salud mental y
recuperación espiritual", creo que, la Sagrada Escritura
vuelve a ser nuevamente la clave fundamental para ser tenida
en cuenta a todos los niveles, por todas las instituciones y
personas que estamos tratando de llevar alivio y apoyo a las
personas damnificadas.
"Alaben al Señor,
porque es bueno cantarlo,
cántenle a nuestro Dios
porque agrada y conviene alabarlo.
El Señor reconstruye Jerusalén,
junta a los desterrados de Israel.
Sana los corazones destrozados
Y venda sus heridas".
[Sal 147(146-147),1-3]
Tomado de un envío del Centro Cultural y Ecuménico "Cura
Brochero"
estamos con problemas. No tendría que ser así, como dice
Mons. Romero: "La oración es la respiración de la Iglesia.
Su gran necesidad" [20 Jul 79; VII, 94]. Es decir, la
oración, el hablar con Dios y el mirar nuestras vidas desde
la óptica de Dios deben de ser algo constante en nuestras
vidas y no solamente cuando estamos en dificultades.
Teniendo claro este criterio básico de la espiritualidad
cristiana, también es cierto que, los tiempos difíciles y de
angustia, son un momento privilegiado para acercarnos a Dios
Padre Providente y hacer el camino de seguimiento de Jesús:
"El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue
con su cruz y que me siga" [Mt 16,24].
Estas reflexiones se me ocurrieron precisamente la madrugada
del pasado domingo (25/02/01) cuando, a las 2.30 am, fuimos
despertados por el violento sismo de 4.6 grados. Abrí las
páginas del libro de los Salmos y, quiero compartir ahora,
la experiencia espiritual y de consolación que entonces
viví:
* En primer lugar, descubrí cómo el salmista expresa con
sencillez, pero, con realismo y crudeza su experiencia de
angustia y la manifiesta a Dios: "Misericordia, Señor, que
desfallezco. Sáname tú, porque el temor ha carcomido mis
huesos" [Sal 6,3; 18(17,6; 38 (37); 69(68); 80(79), 5-6.20].
* En ocasiones, la experiencia de depresión y angustia del
salmista es tan fuerte que se expresa en forma de protesta
ante Dios: "Señor, ¿por qué te alejas y en momentos de
angustia así te escondes? [Sal 10 (9), 1]. "¡Oh Dios, mi
Dios!, ¿por qué me abandonaste? ¡Las palabras que lanzo no
me salvan!. ¡Mi Dios!, de día llamo y no me atiendes, de
noche, mas no encuentro mi reposo" [Sal 22,2-3; 13(12,1]. Es
una postura que recuerda la de Jesús, al pié de la cruz:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" [Mc
15,34].
* Pero, por muy grande que sea la angustia, e incluso la
protesta, la postura final del salmista es de total
confianza en Dios: "En mi angustia clamé al Señor, invoqué a
mi Dios. Y desde su templo oyó mi voz, llegó mi clamor a sus
oídos" [Sal 18(17), 7]. "Dios en nuestro refugio y
fortaleza, un socorro oportuno en nuestra angustia. Por eso,
si hay temblor, no temeremos, o si al fondo del mar caen los
montes; aunque sus aguas hiervan y se agiten y los montes, a
su ímpetu, retiemblen. Con nosotros está Dios, el Señor.
[Sal 45(44), 2-4; 18(17),1-2; 34(33); 40(39); 107(106)]
* Me quedó sorprendido de encontrar, en la oración del
salmista, su experiencia sísmica. Les invito a leer los
siguientes Salmos: 18(17),1-8; 45(45),3; 48(46),7; 55(54),6;
60(59),1-2; 68(67),9; 75(74),4; 77(76),19; 94(93),18-19;
96(95),9; 97(96),4; 104(103),32; 106(105),17;
114(113ª),4.6-7. Espero sus comentarios.
* Pero, acudir a Dios y su consolación no eximen de la
exigencia ética personal [1,1; 119(118),109], familiar y
social: "Los necios piensan que no hay Dios; no tienen
entendimiento los malhechores, los que se comen a mi pueblo
como quien come pan, los que no invocan el nombre del Señor.
Temblarán llenos de miedo, pues Dios está con los que le
obedecen". [14(13),1-4]. La consolación de Dios, también,
pide compromiso a favor de los pobres, los damnificados de
hoy día: "Concede, oh Dios, al rey tu propia justicia y
rectitud, para que gobierne a tu pueblo y a tus
pobres; ¡Que haga justicia el rey a los pobres! ¡Que
salve a los hijos de los necesitados y aplaste a los
explotadores" [72(71), 1-5]; aquellos a quienes El mismo
defiende: "Dios que habita en su santo templo, es padre de
los huérfanos y defensor de las viudas. Dios da a los
solitarios un lugar donde vivir" [68(67),5-6].
* Cuando ya eran las 4,30 de la madrugada y la cabeza ya no
daba para más, pero, los nervios ya permitían aprovechar las
últimas dos horas de sueño, me llevé la última sorpresa de
la Palabra que se actualizaba evidentemente en aquella
situación: "Anticipándome al alba imploro tu auxilio, espero
en tu palabra. Mis ojos están abiertos ya antes del
amanecer, con el fin de meditar tu palabra" (Sal
119,146-147).
En estos momentos en que tanto hablamos de "salud mental y
recuperación espiritual", creo que, la Sagrada Escritura
vuelve a ser nuevamente la clave fundamental para ser tenida
en cuenta a todos los niveles, por todas las instituciones y
personas que estamos tratando de llevar alivio y apoyo a las
personas damnificadas.
"Alaben al Señor,
porque es bueno cantarlo,
cántenle a nuestro Dios
porque agrada y conviene alabarlo.
El Señor reconstruye Jerusalén,
junta a los desterrados de Israel.
Sana los corazones destrozados
Y venda sus heridas".
[Sal 147(146-147),1-3]
Tomado de un envío del Centro Cultural y Ecuménico "Cura
Brochero"