La navidad de los excluidos

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No tengo oro ni plata
LA NAVIDAD DE LOS EXCLUÍDOS

(Sobre una paráfrasis del Cap. 3, 1-10 de Hechos)

Todos los días lo traían . Todos los días lo llevaban. Nunca se supo si sus familiares, sus amigos o los avivados de siempre que vivían de sus limosnas.

No podía valerse por si mismo. Lo depositaban como una cosa. Ahí en la vereda. Como un bolso de vendedores ambulantes. Ahí en la vereda, como un tarro de basura.

Su sueño era levantar la mano y sentir el calor de las monedas.
Que tenían gusto a pan, arroz, fideos y a veces hasta el lujo de un pancho. La frontera máxima de su utopía era sentir entre las manos un billete... Su oficio era pedir. Cojo de nacimiento era lo único
que sabía hacer. No sabemos si alguna vez fue desocupado o estuvo en seguro de paro.
Lo traían todos los días. Y lo dejaban ahí en las puertas de la Iglesia del Cordón. Nunca supimos si lo pisaron alguna vez o si lo echaron de ahí otros mendigos.

Un día se acercan dos caballeros. Pedro y Juan. El no sabía que eran discípulos de Jesús. Le dijeron::

- "Míranos..."

Sintió turbación. Nadie, nunca, jamás lo había mirado a los ojos.
Sintió que existía, que vivía, que era alguien, que dejaba de ser anónimo. Y hasta experimentó alegría...

"Alguna moneda me van a dejar", pensó.


- "No tengo oro ni plata", dijo uno de los caballeros...

"Sí, no tenemos cheques ni dólares"... Y pensó el mendigo por un instante... "Si no me dan plata se pueden ir. No tengo cuenta
bancaria ni ahorros, ni bonos, ni reserva. Sólo una mano que pide".

"Pero - siguió el caballero - en el nombre de Jesucristo levántate y anda"...

Y sintió dentro suyo como un terremoto.

"¿El qué? ¿Cómo?", dijo y se levantó y anduvo... Increíble.
No podía creerlo... Claro ¿Creerlo? no ¿sentirlo?, sí. Ahora era un hombre que se podía valer por sí mismo. Que ya no dependía de otros. Quizás nunca más ya volvería a pedir. Quizás nunca más estaría en la calle, excluído, como la basura, como lo que se tira.

Una cosa le quedó clara. Ese Jesucristo no era del BID ni del Fondo Monetario, ni esos señores sus emisarios. Eran cristianos. Es
decir creían en algo distinto, en Alguien: Cristo.

Ese Jesucristo no había puesto su confianza, su seguridad, su fe, su corazón en el dinero. Ese Jesucristo era el enviado solidario del Dios Compañero, que se juega por la vida, y que trae vida en abundancia.

Ese Jesucristo había superado la crisis financiera, el riesgo-país, el "default" y la economía de mercado. Ese Jesucristo había
resucitado con la fuerza que viene de Dios y pasa por la solidaridad de la gente: lo único que puede salvar, "levantarnos,
hacernos andar".

Sin embargo el mendigo sintió que nacía. Sí, nacía. Para él era NAVIDAD !!

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