La liturgia, esa palabra complicada

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Mi comunidad de fe entiende la liturgia como el conjunto de elementos y formas a través de los cuales se realiza el culto. Pues, la liturgia no es un conglomerado desordenado de “elementos y formas”. Es una totalidad completa, ordenada, organizada. Tiene una estructura y partes que encajan ordenadamente dentro de ella.
Y el culto es el encuentro de la comunidad con Dios. Es una comunión de personas que se congregan para hacer fundamentalmente dos cosas:
-Oír la Palabra.
-Compartir la Cena del Señor.
Esto implica que es una comunión de aprendizaje y de mesa.
El culto no es del/a pastor/a. Es de la comunidad. No son los integrantes de la comunidad los que ayudan al/a pastor/a a celebrarlo. Es el/la pastor/a quien ayuda a la comunidad a celebrarlo.
Este Dios que viene a encontrarse con la comunidad en el Culto es el padre y madre de la Comunidad. Él es la propia razón de ser de la comunidad, la fuente de su existencia. Ese Dios es quien generó e hizo nacer la comunidad. Él llamó a las personas y las adoptó como hijas e hijos suyos a través del bautismo. Fue allí donde surgió la comunidad. Si no fuera por Dios y su llamado, no habría comunidad. Entonces Él es uno de los compañeros.
Este Dios es quien permite y ordena (1ª Corintios 11:24 y 25) el encuentro en el culto. Este sucede por voluntad e iniciativa de Él. Dios es quien se pone a disposición de la comunidad para ese encuentro (Mateo 18:20). Consecuencias de esto es que como cristiana/o y como parte de mi comunidad soy responsable para que mi Comunidad prepare y realice un buen encuentro con Dios.
La comunidad es una comunión de personas. No es un grupo de personas que se reúne por casualidad. Es como un cuerpo vivo, como dice Pablo en Romanos 12:5: “Somos un cuerpo en Cristo, y miembros los unos de los otros”. También podemos comparar la comunidad reunida en el culto con una gran familia.
Pero también hay una idea estética y una idea jurídica de la liturgia.
Idea estética de la liturgia: Después de unas Primeras Comuniones o Confirmaciones solemos oír "Qué bonito ha sido". Esta es una manifestación de la idea estética 2de liturgia. Esta idea de la liturgia se fija en la belleza, en su forma externa y sensible de la liturgia, se fija en los ritos y ceremonias y en los sentimientos que produce. Por ello, identifica el contenido de la liturgia con los aspectos decorativos y expresivos del sentimiento religioso.
Idea jurídica de la liturgia: Lo jurídico nos remite a la ley. Para los que toman la liturgia solamente en su aspecto jurídico, la liturgia es algo regulado por las leyes. Y como las leyes las da la autoridad, la liturgia es aquello mandado por la autoridad. Para algunos la liturgia es la suma de leyes y preceptos que regulan el culto de la Iglesia. Es válida aquella celebración litúrgica que cumple exactamente todas y cada una de las leyes y normas. Persiste todavía esta idea en algunos. Todavía escuchamos frases o preguntas como éstas: ¿Esta misa vale para cumplir el domingo? La mentalidad jurídica y la rubricista son muy parecidas. Hay que cumplir todo, hasta el último detalle. Así me quedo tranquilo.
En la mayoría de los casos la liturgia se interpreta como "forma de culto" y por supuesto que la forma en sí no asegura la realidad espiritual del culto, pero la falta de forma tampoco. La forma debiera servir como ayuda a los fieles en la adoración a Dios. Modo particular de celebración cultual de ciertas confesiones. El concepto se refiere más bien a estructura que al servicio ofrecido.
Lo que significa para mí:
Liturgia es aquello que tenemos a la mano para ofrecer a Dios un culto aceptable, genuinamente auténtico y que expresa nuestro sometimiento, dependencia y servicio a Él.
Si bien es cierto que los términos liturgia y culto pueden tener similaridad desde la perspectiva etimológica, no necesariamente es así en la práctica religiosa. Ambos están relacionados con la "expresión religiosa". Pero en su experiencia vivencial el ser humano puede hacer liturgia sin que en realidad esté rindiendo culto. Y puede realizar una práctica cultual donde la liturgia no sea más que una formalidad. Podemos tener práctica cultual simplemente como parte de las actividades de la iglesia. Liturgia y práctica cultual pueden quedar simplemente en formas, frías y "sin corazón". Pero para rendir auténticamente culto (Adoración) es necesario una entrega al ser al cual ofrecemos culto.
La heterogeneidad de la iglesia se refleja en su práctica cultual, de tal manera que no podemos hablar de un culto o sistema litúrgico homogéneo. Cada iglesia tiene su liturgia o forma, pero estas formas debieran ser un factor de unidad en la diversidad, un factor formador del mosaico de las diferentes culturas, sentimientos y riqueza de los pueblos.
La liturgia tiene que ver más con nuestras formas culto, con nuestras actitudes y adoración, más con sentimientos y comprensión de la relación de dependencia y sentido de temor de Dios a quién adoramos.
Un ejemplo: Si alguien me pregunta qué es un beso. ¿Qué le respondo? Le puedo responder de dos maneras:
1.- que es un toque con los labios.
2.- que es la manifestación de amor, de odio, de la costumbre, etc.
La primera respuesta se fija sólo en lo que se ve, en su aspecto externo. La segunda, no describe el acto externo, pero dice que es algo más que lo que se ve, dice que es "manifestación" (expresión) de algo que no se ve.
Lo mismo ocurre con el amor. Tiene un mundo interno de vivencias, de sentimientos, de recuerdos, de deseos, de entrega,... Y también un mundo externo de manifestaciones, como son la sonrisa, la caricia, el estar cerca, el tomar la mano, el beso, etc.
Si nos preguntan qué es el amor, ¿qué responderemos? ¿Responderemos solamente teniendo en cuenta las manifestaciones externas? ¿o sólo las internas? ¿No habrá que tomar en consideración los dos mundos para responder lo que es el amor?
El peligro en la vida cotidiana está en tomar una parte por el todo, un mundo por los dos.
Aplicación a la liturgia: Con la liturgia sucede algo perecido. La liturgia tiene también dos mundos, dos dimensiones o dos elementos.
• El interno, que es aquello que celebramos y
• El externo, que es el cómo lo manifestamos o celebramos.
Cuando vamos a una celebración litúrgica, lo primero que aparece ante nosotros es un edificio (iglesia, capilla) que es como una sala grande, hay una mesa-altar, un ambón,... unas personas reunidas, algunos están junto al altar,... se leen unas lecturas, se canta, se ora, se comulga,... y la gente cambia de posturas. Esto sólo no es liturgia. Todo esto no es más que la manifestación de "algo". Tampoco este "algo" sólo es liturgia, aunque sea el elemento más importante. Como dice Saint Exúpery en El Principito: "Lo esencial es invisible a los ojos".
El peligro es el de valorar sólo la dimensión externa de la liturgia, la de las manifestaciones y, así, convertir la liturgia y los sacramentos en ceremonia, con el riesgo de convertirlas en mito. Recordemos, por tanto, todos los textos de los profetas y de Jesús en los que se condena y denuncia una religión y liturgia puramente externas.
Lo importante es la unión de las dos dimensiones o mundos. En el mandato de Jesús "Haced esto en memoria mía" (Lc 22:19 1 Co 11:24) se percibe la unión de ambos mundos. El elemento interno sería la memoria y el externo, “esto”.
Dios toma la iniciativa del salvar a la humanidad. Lo realiza Cristo en su vida. Y el Espíritu Santo lo actualiza en la liturgia.
Cada vez que participamos en la celebración litúrgica actualizamos en nuestra historia, o "atraemos" a nuestro mundo la salvación. De esta verdad nos tenemos que convencer, dejarnos invadir. Una vez invadidos, celebrar. Sin este espíritu nuestras celebraciones serán estéticas, hechas según la ley, pero nunca celebraciones vivas, auténticas. Esta es la espiritualidad litúrgica. Es necesario que desde el comienzo gustemos y tengamos esta experiencia. Así será agradable el estudio de la liturgia. "Tengo sed, sed del Dios vivo" (Salmo 62), del Dios que da vida, del Dios que me salva.
• El misterio que celebramos es, en primer lugar, la obra de Dios, la que él lleva a cabo en nosotros y para nosotros. Soy yo, pues, quien entro en la liturgia: no soy yo quien la creo. Soy yo quien entro en la salvación que Dios ha realizado: no soy yo quien creo la salvación. Por eso en la liturgia hay que entrar con una actitud de servicio, para que aparezca con toda la fuerza expresiva esa salvación que Dios nos encomienda proclamar aquí y ahora sacramentalmente. Se entra en la liturgia con la mirada puesta en Dios, para recibirlo. La liturgia no es una palabra humana, sino una respuesta humana a la palabra de Dios.
Antes habíamos dicho que el beso es la manifestación de "algo" por medio de un toque con los labios. Ahora, para entendernos mejor, digamos que liturgia es la manifestación, aquí y ahora, de la salvación de Dios por medio de ritos. Así quedan expresadas los dos aspectos: interno: salvación de Dios, y externo, manifestación por medio de ritos.
La liturgia es la obra por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados. Santificados o salvados o redimidos o liberados o pacificados o realizados. Cada una de la palabras, significando lo mismo, subrayan un aspecto concreto de esa salvación..
• Liturgia es el ejercicio sacerdotal de Jesucristo. Como queda dicho Jesucristo es el que ha realizado el plan salvador de Dios. El realizar este plan es ejercer el sacerdocio. Sacerdote es el que realiza el plan salvador de Dios. Por esto Cristo es el único sacerdote. Los demás participamos del sacerdocio de Cristo por el bautismo. Somos para continuar la salvación de Cristo.
• Liturgia es obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo (Iglesia). Cristo en la liturgia no realiza la salvación como el que enseña a cocinar y nos dice: "Ahora, vosotros". Él lo ha hecho por y con toda la humanidad. Esta unión entre Cristo y nosotros la manifiesta el final de la Plegaria Eucarística: "Por Cristo, con él y en él...". Lo decimos nosotros dando a entender la unión total con él. Así también se realizó el plan salvador de Dios.
Esta es la dimensión interna de la Liturgia. Pero, como también tiene una dimensión externa, la recalco y subrayo:
• En la liturgia los signos sensibles significan y realizan la santificación del ser humano. La liturgia no se realiza encerrándose en sí mismo, entrando en uno mismo y viviendo la experiencia salvadora de Dios sin manifestarlo. La liturgia no es "espiritualista", sino encarnacionista. La humanidad, la carne del Cristo fue el instrumento de nuestra salvación. Esta encarnación es presencia eficaz de lo divino en la historia. Esta encarnación continúa recordándose en las acciones y en los signos que la Iglesia utiliza en la liturgia. Los signos y acciones son prolongación de la humanidad del Hijo de Dios.
Rigurosamente hablando, es posible prescindir de muchos elementos para celebrar pero nunca se puede prescindir del cuerpo. El mundo occidental en conjunto ha relegado el cuerpo a segunda fila y ha ensalzado la inteligencia. Algunos que atribuyen esta desconfianza del cuerpo a toda una tradición judeo-cristiana no han leído la Biblia, ni cantado los salmos en los que siempre está presente el cuerpo. Ha sido salvado todo el ser humano: "lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, lo que han tocado nuestras manos del Verbo de vida,... es lo que os anunciamos" (1 Juan 1:1-3).
Nuestro cuerpo es el primero que se ve afectado por la acción litúrgica, ya que es el lugar de relación, relación con la creación, con los demás, con Dios. No hay más que observarlo: nuestras actitudes, nuestros gestos, muestras miradas y hasta nuestra voz se modifican según la relación que tenemos con lo que está fuera de nosotros.
La liturgia tiene su origen en el designio salvador de Dios realizado por Cristo. Cristo nos asocia a nosotros y juntos con Él damos culto verdadero y auténtico a Dios, uniéndonos a su entrega por medio de signos sensibles. Esta es la naturaleza de la liturgia: la misma obra de Cristo, que se realiza por medio de signos.
Un diamante en el estuche: Ningún joyero presenta las piedras preciosas sobre una mesa de mármol. Si quiere hacerlas brillar, las coloca en una montura graciosa y las presenta en un estuche de terciopelo rojo o azul, para protegerlas y realzar su valor. Algo parecido pasa con la liturgia.
La piedra preciosa es la salvación. Los ritos el estuche. Debemos cuidar y realzar la piedra preciosa. Pero para realzarla, cuidaremos los ritos y los signos.
El rito, lo externo, está al servicio del misterio de la salvación, en el cual y por el cual se ha obrado nuestra salvación y se nos dio la plenitud del culto divino. Toda comprensión del rito litúrgico que olvide esta realidad fundamental es, en sí misma, incompleta. Es por este motivo el que no podamos aceptar, una comprensión de la liturgia reducida a puro y simple ceremonial.
Celebramos la liturgia externamente con símbolos y ritos: no podría ser de otra manera tratándose de personas con cuerpo. Pero en y por medio de estos símbolos y ritos los creyentes recibimos y, al mismo tiempo, nos encontramos con el Señor.
Los ritos y las ceremonias son un instrumento relativo, es decir, se pueden y se deben cambiar y de hecho se han cambiado porque la forma de expresarse varía de unas culturas a otras, de unos tiempos a otros. Lo que no se puede variar es el contenido de la celebración litúrgica, que es la obra de Cristo.
La liturgia consta de una parte que es inmutable, por ser de institución divina, y de otras partes sujetas a cambio, que en el decurso del tiempo pueden y aun deben, variar, si es que en ellas se han introducido elementos que no responden tan bien a la naturaleza de la misma liturgia o han llegado a ser menos apropiados.
En esta reforma, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y consciente.
La razón última de las reformas litúrgicas o cambios está no en la estética, en lo bello, sino en la naturaleza misma de la liturgia. Los ritos están ordenados para expresar con mayor claridad el contenido, el mundo interior de la liturgia. Primero, hay que vivir la obra de Cristo y el sentido de cada una de las partes de la celebración, ya que cada parte tiene un sentido. Después mirar y analizar cómo se puede expresar con más claridad. La relatividad de los ritos y ceremonias consiste en que están al servicio del sentido, del contenido, del mundo interior.
La Iglesia es, en primer lugar, sujeto paciente, la que es salvada y es sujeto agente en segundo lugar, porque Cristo se une con ella para actualizar esta obra.
En la celebración hay un juego entre repetición y novedad, y realizar bien este juego es lo que da gracia y ritmo.
- Es importante que en la celebración haya repetición. Es decir, que resuenen en los fieles textos y palabras conocidos, a los que uno se pueda asociar con facilidad, con el corazón, sin tener la preocupación de captar cosas nuevas. Poderse asociar con paz al Padrenuestro, a la plegaria eucarística, a los cantos conocidos, ayuda de manera decisiva a la creación del clima de plegaria que la celebración debe tener.
- Pero es importante, al mismo tiempo, que haya elementos nuevos, que den color a lo repetido. El elemento distinto es la lectura de la Palabra. Pero hay otros a nivel de signos: la ambientación de la Iglesia, breves frases que colorean la plegaria eucarística, el gesto de la paz, aquel canto peculiar. Estas cosas ayudan a resaltar y dar personalidad propia a días y fiestas especiales.
Muchas veces al final de la Eucaristía se suele decir que "ahora, cuando salgan a la calle, lo que hemos celebrado hay que vivirlo". Como si la celebración litúrgica, primera acción, estuviera separada de una segunda que vendrá a continuación, es decir, como si fueran dos cosas distintas, que, sin embargo, hay que unirlas.
Sin embargo, la liturgia expresa y manifiesta la entrega-ofrenda de Cristo y de su Cuerpo y, como es también acción nuestra, manifiesta la entrega-ofrenda de toda la iglesia ofrecimiento de cada uno de nosotros. Por tanto, liturgia es ofrecerse lentamente con Cristo Jesús a Dios Padre, es decir ofrecerse de la misma manera (intentar ofrecerse de la misma manera, quiero decir) a lo que se ofreció Jesús, al Reino.
No hay dualismo entre la liturgia y la vida. Toda aquello que es vida cristiana es dos cosas: liturgia en la vida y vida en la liturgia (culto en la vida y vida en el culto).
Toda la vida cristiana es liturgia verdadera o culto en la vida. La liturgia implica ya en su celebración una respuesta de vida, un deseo de compromiso, ya presente en los que celebran. No hay celebración litúrgica sin entrega, sin ofrecimiento total. Y esta entrega en la celebración aunque sea sacramental es real. Dicho de otro modo:
La entrega del cristiano a la acción amorosa de Dios que se realiza por el sacramento, no es sólo entrega de pensamiento, sino que, al mismo tiempo, es sintonía y apertura de hechos, de vida, de práctica.
Evidentemente, ésto no quiere decir que la liturgia sea exclusiva de santos. De la misma manera que la fe es casi siempre imperfecta -en camino- también lo es la sintonía de vida. En la Eucaristía celebro el amor de Dios realizado en Cristo y, al mismo tiempo, vivo mi amor a los hermanos y hermanas. Celebro y vivo lo que tengo por gracia de Dios, sabiendo que es imperfecto. Pero no tengo que salir de la iglesia para vivir mi amor.
Volviendo, por tanto a la primera frase, lo correcto es decir "continúen viviendo lo que han vivido en la celebración".
La oración después de la comunión habría que concretarla más mirando a la vida diaria y a los problemas que vamos a encontrarnos. Estas oraciones, escritas en otros tiempos muchas de ellas, miran más a la vida del cielo.
Normalmente cuando mencionamos la palabra liturgia entendemos la celebración litúrgica. Pero, después de afirmar precedentemente que la vida litúrgica es una vida cristiana entregada, hecha ofrenda, que se realiza tanto en la celebración como fuera de la celebración, sacamos la conclusión de que no es lo mismo liturgia que celebración.
La vida cristiana tiene un aspecto que es culto HIPERVÍNCULOal Padre por medio de Jesucristo bajo la acción del Espíritu Santo. Este aspecto no se puede reducir al momento de la celebración, sino que implica y abarca toda la existencia de los cristianos, convirtiendo su vida en ofrenda al Padre.
Puestos pues a distinguir liturgia y celebración digamos que:
• La liturgia es el culto de toda la vida cristiana hecha ofrenda a Dios y que actualizan la presencia de la salvación. Abarca toda la vida.
• La celebración es el momento en que tiene lugar esta actualización mediante gestos, símbolos, acciones y ritos. La celebración abarca un tiempo concreto.
Así, podemos afirmar que toda la vida cristiana es liturgia, pero no toda la vida cristiana es celebración.
De todos modos, normalmente en la vida diaria, cuando hablamos de liturgia estamos refiriéndonos a la celebración litúrgica, pero hecha de ritos y hecha de corazón.
Ahora bien, afirmamos que aunque la celebración se realiza mediante ritos, ceremonias, gestos y símbolos, no es lo mismo celebración que ceremonia. La ceremonia no es más que un elemento de la celebración, una acción externa sujeta a una norma o costumbre.
Desgraciadamente durante mucho tiempo se ha identificado liturgia con ceremonia, hasta el punto de reducir la formación litúrgica al aprendizaje de normas y rúbricas.

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