La gratitud: un rasgo natural del creyente
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El pueblo de Dios está conformado por personas que saben lo que es la gratitud. Un recorrido por la historia de la salvación nos demuestra que la gratitud está presente desde los comienzos mismos del universo. Dios creó de la nada y esto nos motiva hasta el día de hoy a estar agradecidos por el mundo en el cual nos puso. Dios sopló vida en nosotros y este es otro motivo de gratitud. Dios en innumerables situaciones respondió al clamor del pueblo oprimido. También respondió en tiempos de hambruna, sequías o acecho de un hostil enemigo.
Los salmos celebran todos estos motivos de gratitud. El pueblo de Dios es agradecido porque debe su existencia a la mismísima gracia de Dios. La gracia es un favor inmerecido de un superior a un inferior. El pueblo creyente reconoce que vive y existe por gracia. No importa dónde esto ocurra. Un amigo misionero nos escribe una carta contando como la gracia de Dios los cubrió al salir de una enfermedad mortal. Otro amigo de Belén nos cuenta como a pesar de la violencia y el terror, pueden seguir sirviendo y ver el obrar de Dios en medio de la destrucción. Cuantas historias en medio de una historia humana signada por la maldad y la violencia. Cuando un pueblo se reúne para dar gracias en medio de la desesperanza, la pobreza y la violencia está dando un testimonio del poder y el amor de Dios.
1. Damos testimonio del amor de Dios en Cristo hacia cada uno de nosotros y por todos aquellos que reciben a Cristo.
Como el hijo perdido que vuelve a la casa del Padre, cada de uno de nosotros puede contar como la gracia del padre nos cubrió y nos da la posibilidad de una nueva vida. Una vida que no está exenta de problemas pero que está marcada por la gracia y el amor de Dios. Vivimos la vida como un don y no como algo que merecemos por nuestros propios méritos.
Las personas que aprendemos a vivir por la gracia de Dios no damos por sentado nada. Sabemos que todo lo que tenemos y todo lo que somos viene de nuestro creador, salvador y sustentador.
2. Damos un testimonio de que el bien, la justicia y el obrar de Dios están por encima de la maldad y al violencia humana.
Salmo 37.1,2,14,15
Es muy impactante hablar con gratitud cuando todos están demandando que se les debe algo. Por cierto, en nuestro país y en el mundo se cometen muchas injusticias. No negamos la seriedad del mal, el robo, la maquinación para hacer el mal de aquellos que son hijos de las tinieblas. Pero en medio de la oscuridad, los creyentes señalamos la luz. Podemos perderlo todo, podemos sentir que el piso se derrite debajo de nuestros pies, pero sabemos con absoluta certeza que nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios. Este es el testimonio de Job. Una historia de un hombre que lo sufrió todo. Todo parecía conspirar contra su vida. Pero al fin, el mal, el Satán no pudo vencer. Lo único que logró fue arrojar a Job en los brazos de Dios.
Sabemos que la justicia, la verdad y el bien triunfarán por encima del mal. No porque nosotros lo vayamos a lograr sino porque Dios venció y vencerá por nosotros, no importa la gravedad de las circunstancias.
3. Damos testimonio por medio de la disciplina de la gratitud.
Disciplinarnos en la gratitud significa optar por ver la realidad desde otro lugar. La puedo ver desde el lado del mendigo que siempre piensa que los demás algo le tienen que dar. La puedo pensar desde el lado del envidioso que está ambicionando lo que son o tienen otros. Lo puede ver desde el lado del resentimiento, del lado de “porque a mí no”.
O puedo ver los acontecimientos desde otro lugar. Desde el lado de la gracia. La disciplina de la gratitud es el esfuerzo por reconocer que todo lo que soy y tengo me ha sido dado como don de amor, don que tengo que celebrar con alegría. La gratitud como disciplina implica una elección consciente. Puedo elegir ser agradecido aun incluso cuando mis emociones y sentimientos están impregnados de dolor y resentimiento.
Muy raramente se lleva a la práctica la opción por la gratitud sin un gran esfuerzo. Quien no es agradecido en lo poco, tampoco lo será en lo mucho.
Los actos de gratitud le hacen a uno agradecido, porque paso a paso le hacen ver que todo es gracia
Que Dios en medio de su gracia nos de valor y coraje para enfrentar los tiempos que vienen con gratitud y humildad.
Que no nos pase como a los nueve leprosos que no volvieron agradecer. Oremos para que Dios nos ayude a imitar al leproso samaritano que volvió y alabó a Dios.
Los salmos celebran todos estos motivos de gratitud. El pueblo de Dios es agradecido porque debe su existencia a la mismísima gracia de Dios. La gracia es un favor inmerecido de un superior a un inferior. El pueblo creyente reconoce que vive y existe por gracia. No importa dónde esto ocurra. Un amigo misionero nos escribe una carta contando como la gracia de Dios los cubrió al salir de una enfermedad mortal. Otro amigo de Belén nos cuenta como a pesar de la violencia y el terror, pueden seguir sirviendo y ver el obrar de Dios en medio de la destrucción. Cuantas historias en medio de una historia humana signada por la maldad y la violencia. Cuando un pueblo se reúne para dar gracias en medio de la desesperanza, la pobreza y la violencia está dando un testimonio del poder y el amor de Dios.
1. Damos testimonio del amor de Dios en Cristo hacia cada uno de nosotros y por todos aquellos que reciben a Cristo.
Como el hijo perdido que vuelve a la casa del Padre, cada de uno de nosotros puede contar como la gracia del padre nos cubrió y nos da la posibilidad de una nueva vida. Una vida que no está exenta de problemas pero que está marcada por la gracia y el amor de Dios. Vivimos la vida como un don y no como algo que merecemos por nuestros propios méritos.
Las personas que aprendemos a vivir por la gracia de Dios no damos por sentado nada. Sabemos que todo lo que tenemos y todo lo que somos viene de nuestro creador, salvador y sustentador.
2. Damos un testimonio de que el bien, la justicia y el obrar de Dios están por encima de la maldad y al violencia humana.
Salmo 37.1,2,14,15
Es muy impactante hablar con gratitud cuando todos están demandando que se les debe algo. Por cierto, en nuestro país y en el mundo se cometen muchas injusticias. No negamos la seriedad del mal, el robo, la maquinación para hacer el mal de aquellos que son hijos de las tinieblas. Pero en medio de la oscuridad, los creyentes señalamos la luz. Podemos perderlo todo, podemos sentir que el piso se derrite debajo de nuestros pies, pero sabemos con absoluta certeza que nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios. Este es el testimonio de Job. Una historia de un hombre que lo sufrió todo. Todo parecía conspirar contra su vida. Pero al fin, el mal, el Satán no pudo vencer. Lo único que logró fue arrojar a Job en los brazos de Dios.
Sabemos que la justicia, la verdad y el bien triunfarán por encima del mal. No porque nosotros lo vayamos a lograr sino porque Dios venció y vencerá por nosotros, no importa la gravedad de las circunstancias.
3. Damos testimonio por medio de la disciplina de la gratitud.
Disciplinarnos en la gratitud significa optar por ver la realidad desde otro lugar. La puedo ver desde el lado del mendigo que siempre piensa que los demás algo le tienen que dar. La puedo pensar desde el lado del envidioso que está ambicionando lo que son o tienen otros. Lo puede ver desde el lado del resentimiento, del lado de “porque a mí no”.
O puedo ver los acontecimientos desde otro lugar. Desde el lado de la gracia. La disciplina de la gratitud es el esfuerzo por reconocer que todo lo que soy y tengo me ha sido dado como don de amor, don que tengo que celebrar con alegría. La gratitud como disciplina implica una elección consciente. Puedo elegir ser agradecido aun incluso cuando mis emociones y sentimientos están impregnados de dolor y resentimiento.
Muy raramente se lleva a la práctica la opción por la gratitud sin un gran esfuerzo. Quien no es agradecido en lo poco, tampoco lo será en lo mucho.
Los actos de gratitud le hacen a uno agradecido, porque paso a paso le hacen ver que todo es gracia
Que Dios en medio de su gracia nos de valor y coraje para enfrentar los tiempos que vienen con gratitud y humildad.
Que no nos pase como a los nueve leprosos que no volvieron agradecer. Oremos para que Dios nos ayude a imitar al leproso samaritano que volvió y alabó a Dios.