La Fuerza de Creer

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LA FUERZA DE CREER

Por Gema Uranga Arvizu
www.ayudaenladepresion.org.mx

Comenzamos este tema tan importante, diciendo que hay una crisis de adolescencia espiritual en muchos de nosotros los seres humanos y esta crisis exigirá, si queremos crecer interiormente, de nuestra intervención personal de una manera inteligente y libre para poder llevar a cabo el proceso que se da en el camino hacia la madurez sobre todo, madurez en Cristo Jesús nuestro único Salvador y por lo tanto para poder llevar a cabo el proyecto de Dios sobre nuestra vida que es el Amor.
Hoy en día habemos muchos adolescentes y aún niños por las calles, en los negocios, en las oficinas gubernamentales, en los hospitales, escuelas, donde quiera que vamos pues aunque en el registro civil digan que algunos ni siquiera están registrados porque no han nacido aún y para otros nuestra acta de nacimiento diga que tenemos 30, 40, 50, 60, 70 u 80 años, otra cosa dicen nuestras actitudes reflejando nuestra corta edad espiritual. El Apóstol Pablo, en su 1ª Carta a los Corintios 3, 1-3 dice: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, sentía como niño, razonaba como niño. Pero al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño”.
Hoy, aquí y ahora, para ti será muy importante que comiences a discernir, pero para poder continuar, será necesario que entendamos qué significado tiene esta palabra discernir.
La palabra discernir viene de la raíz chernere que significa separar, cernir, como cuando tienes un cedazo es decir, un aro al que va pegada una tela metálica o de cerdas de plástico o tela, que utilizamos para cernir la harina o el suero del queso por ejemplo.
Así que sabiendo esto, cabría ahora preguntarnos: ¿Cómo discernir, como saber escoger entre un pensamiento positivo, cargado de fe, y un pensamiento negativo que ha surgido de un rencor guardado o de una antipatía que bota de una herida de rechazo o de cualquier tipo, que ha estado guardada en el subconsciente tal vez desde el vientre materno?.
¿Cómo discernir lo que es comportamiento infantil y qué es lo que no debemos fomentar en nuestra mente para que a cambio ejercitemos las actitudes evangélicas es decir, las actitudes de Cristo, actitudes por cierto de hombre maduro?
Por otra parte, vivir al estilo de Cristo y poder discernir entre el bien y el mal, es gracia, pero también es esfuerzo humano, es tener buena voluntad, es querer y desear profundamente amar al estilo divino y este esfuerzo –dirá Agustín de Hipona- ya es gracia. El Apóstol Pablo dice: ¿“Qué tienes de bueno que no hayas recibido de lo Alto?. Si meditamos con detenimiento esta frase. “Qué tienes de bueno que no hayas recibido de lo Alto?, podemos descubrir un aspecto muy importante sobre la fe:
La verdadera fe nos provoca, nos invita, nos lleva a tener una actitud humilde, pues sólo los humildes –dice Jesús- heredarán la tierra es decir, sólo los humildes podrán ver al Padre Celestial alimentar a las aves del campo y dar vestido a los lirios silvestres. Sólo si miras desde la humildad, reconocerás que Dios siempre ha sido fiel en tu vida y que en realidad somos los seres humanos los que fallamos en la decisión de querer salir delante de querer vivir el amor.
Por otra parte, déjanos decirte que no hay hombre sobre la tierra completamente maduro, porque en realidad toda la vida humana representa un continuo crecimiento hacia la madurez plena y por otra parte, si la pregunta fue: ¿Cómo discernir lo que es comportamiento infantil y qué es lo que no debemos fomentar en nuestra mente para que a cambio ejercitemos las actitudes evangélicas es decir, las actitudes de Cristo, actitudes por cierto de hombre maduro?, tendremos que mencionar algunos signos de inmadurez.
Los signos de inmadurez se caracterizan así: egoísmo, rencores y prejuicios, rabietas, patadas, gritos, golpes, sentimientos de inferioridad, preocupación excesiva por la opinión que los demás tengan de nosotros, la dependencia excesiva hacia otras personas, e incluso a los padres o hijos o a la familia entera, actitudes de rebeldía e ira, intimidar a otros, negativismo, cerrazón, crítica destructiva, infidelidad en todos los aspectos, sobre todo infidelidad a sí mismo, a sí misma, humillación a otras personas, coqueteos y nuevas conquistas cuando ya se es casado, casada, recurrir a puertas falsas como el cigarro, el vino, la droga etc.
El apóstol Pablo en su carta a los Filipenses 2, 1-5 hoy nos dice: “Así que, si Cristo los anima, si el amor los consuela, si el Espíritu está con ustedes, si conocen el cariño y la compasión, llénenme de alegría, viviendo todos en armonía, unidos por un mismo amor, por un mismo espíritu y por un mismo propósito. No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los otros. Tengan ustedes la misma manera de pensar que tuvo Cristo Jesús”.
Si analizamos más profundamente esto, diríamos que los signos de madurez se reconocen en la habilidad que una persona desarrolla en cuanto al entregarse a los demás, en cuanto al llevarse bien con ellos, en cuanto a establecer metas realistas, en el ser discretos, en la flexibilidad y adaptabilidad, en la estabilidad emocional, en saber diferenciar las cosas importantes de la vida de entre aquellas que carecen de importancia.
Mucha gente, al enterarse de todo esto que estamos diciendo dice. Sí, todo esto suena muy bonito, pero es imposible. Yo soy así, yo ya no cambio, tú no sabes todo por lo que he pasado. Todo esto me parece una mentira, un engaño pero permítenos decirte que la Palabra del Señor dice que “Todo es posible para aquél que tiene fe”.
El nombre de fe en griego es parrisía y significa " Confianza, seguridad”. En el Nuevo Testamento, la fe, tiene generalmente un sentido positivo: es decir, que la fe, es la seguridad infundida en el corazón del hombre por el Espíritu de Dios, para que pueda aceptar la Revelación de este amor de Dios y para que pueda dar testimonio de la vida divina que está escondida en él.
La fe, es la creencia basada no en la razón sino en la experiencia que se tiene del amor incondicional y gratuito de Dios. La fe es al mismo tiempo un don de Dios y un acto humano por medio del cual quienes tenemos la fortuna de creer, nos abrazamos personalmente a Dios, quien nos ha invitado a cada ser humano, a darle nuestra respuesta, y libremente consentir, aceptar y asumir la verdad absoluta que Dios nos ha revelado. Y esa verdad absoluta que Dios nos ha revelado, es su amor encarnado: Jesús de Nazareth.
Hay personas que leen la Palabra de Dios no como Palabra Divina, sino como palabra humana, queriendo encontrar el motivo precisamente para no creer, y así encontrar el pretexto ideal para seguir gritando y maltratando a otros y para seguir odiándose a sí mismos y no crecer en al amor, porque temen a la responsabilidad de tomar en serio el reto de vivir con autenticidad y paz mental.
Hay quienes leen la Palabra de Dios, como palabra inventada por el hombre como respuesta al vacío existencial del corazón humano pero, ¿Sabes?, nosotros preferimos creer. Y aunque todo nos dijera que Dios no existe, personalmente te digo, que yo seguiría creyendo, porque baso mi fe en ese Dios que me ha salvado de mi misma en ese Dios que me dio la capacidad de ser feliz aún en medio del dolor.
Prefiero creer y seguir caminando en medio de la lucha, hacia una liberación interior que se da cada día por la gracia de Dios, porque Él es infinitamente misericordioso, amoroso, delicado, tierno, atento siempre a lo que el ser humano necesita y es siempre fiel. Así que, en ti está querer comenzar a creer o querer seguir creyendo siempre en la fidelidad de Dios, aunque veas a los hombres ir a conquistar el planeta más lejano de la tierra y sin embargo no es capaz de conquistar su corazón para Dios, yendo cada vez más lejos del amor y la comprensión, prefiriendo hincharse de soberbia antes que vivir el amor.
Hoy, aquí y ahora, decídete y prefiere seguir creyendo siempre en la fidelidad de Dios aunque veas a unos niños arrastrar a un perrito de escasos 3 meses hasta hacerlo quedar sin piel y quemarlo vivo, porque ya a su vez esos niños han sido golpeados porque ya han sido humillados. Prefiere seguir creyendo aunque sepas que unos papás abusaron de su hija y la mataron. Prefiere seguir creyendo aunque veas que el consumismo atrapa a mentes humanas débiles por heridas en su subconsciente buscando salidas falsas que le dejan más derrotadas. Prefiere seguir creyendo aunque el hombre no quiera convertir su corazón a Cristo, al Amor verdadero, porque mi fe y tu fe, no se basa en hechos humanos sino en el infinito amor que nos ha tenido el Padre al darnos a Jesús quien nos amó hasta el extremo de morir en una cruz y se nos manifiesta a diario con el hecho sólo de nuestra propia existencia, de poder respirar, de poder amar.

Prefiere creer y basar tu fe en la experiencia que tienes de ese Amor Único que te presta vida para disfrutarlo a pesar de las situaciones más difíciles. Prefiere creer y esto mi querido hermano, hermana que escuchas, es un don, una gracia que hay que querer vivir, porque la fe necesita de mi decisión personal, de tu decisión personal, siempre frente a una disyuntiva cada momento, cada día: ante creer o no creer.

Sin la fe, es imposible vivir y por ello Dios nuestro Padre nos la ha regalado. Sí, la fe es un regalo Divino y el significado cristiano de la fe, según la Palabra de Dios en Hebreos 11,1 es: "La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve." Y el apóstol Pablo en su 1 Carta a los Corintios 2,5 nos alerta cuando dice "Que su fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios."


El Evangelio es rico en ejemplos de hombres que se acercaron a Cristo por fe y quedaron transformados. Bartimeo es uno de ellos, así que será bueno que analicemos su experiencia de Cristo considerando quién era Bartimeo, lo que hace para llegar a Cristo y los frutos que alcanza. Escucha con mucha atención y fe:
Marcos 10, 46- 52 nos dice que Llegaron a Jericó y cuando Jesús ya salía de la ciudad, seguido de sus discípulos y de mucha gente, luego de haber logrado la conversión de Zaqueo. Ahora se alejaba de la ciudad por la calzada o camino que llevaba a Jerusalén. Toda la ciudad lo conocía y una muchedumbre grande le seguía. Esa gente no iba precisamente en orden y silencio.

Cerca de la calzada por donde iba pasando el Maestro un pobre ciego que pedía limosna junto al camino escucha el tumulto. Pregunta a alguien de qué se trata. Y le responden. "Es Jesús el Nazareno, el Profeta de Galilea que está pasando por aquí" Jesús, seguramente habría escuchado ya todo lo que los hombres decían sobre Él: “Predica una doctrina nueva y con autoridad. Cura a los enfermos, y ha dado de comer a las multitudes. Incluso ha resucitado a algún muerto”...

¿Sabes mi hermano, mi hermana que escuchas?, Bartimeo seguramente llevaba una vida sumida en tinieblas. La ceguera le había obligado a pedir limosna. Llevaba una existencia miserable, sobre todo, por el rechazo que muchos le hacían, pues, no podía valerse por sí mismo. Pobre, ciego, humillado. Necesitaba de alguien que le llevara, alguien que le diera algo de comer, alguien que le limpiara... ¡Cuántas veces le habrían hecho notar que era una carga, una molestia, un estorbo! Y seguramente, el dolor moral de la ceguera le mordía el alma. Y así un día, y otro, y otro...y toda una vida. Pero….. hoy, pasaba cerca de él el Maestro de Galilea. ¿Acaso podría ese Jesús? ¿Le ayudaría? ¿Cuándo se había escuchado que alguien curara a un ciego?.

Seguramente un ciego estaba condenado a vivir envuelto en sombras hasta su muerte, sin ninguna esperanza. Sin embargo, ¿no había este Profeta curado también a otros enfermos incurables?

Y si era el Mesías, ¿no tendría un poder especial, de Dios? Y empezó a gritar y a decir: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!

Fijémonos que Lo primero que hace Bartimeo es reconocer su situación. Sabe que necesita ayuda y la pide. Se da cuenta de que está cubierto de males, pero no quiere encerrarse en sí mismo. Pide con humildad un favor. Empezó a gritar. Y ¿Sabes? un grito no es un lamento inútil ni un alarido de desesperación. No. Su grito está lleno de fe. Grita confiadamente. De lo profundo de su alma surgen con fuerza las palabras, sencillas, breves, doloridas. Palabras transformadas en oración sincera y suplicante a la que Dios no puede resistirse.

Su grito no era una simple petición de ayuda. Era mucho más. Estaba gritando una auténtica profesión de fe: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Es decir, le dio a Jesús el título mesiánico de Hijo de David. No para adularle o hacerle la barba es decir por conveniencia, no, sino porque está convencido de que sólo el Mesías tendría suficiente poder divino para abrir los ojos a un ciego.

Y esa fe fue una fe probada, una fe, que pasó por el crisol, por el fuego de la purificación, para que luego se convirtiera en una fe adulta, en una fe que no se apoya en nada ni en nadie más que en sólo Dios, para que esa fe, luego supiera y quisiera dar testimonio del amor fiel de Dios.

Pero volvamos a nuestro relato. Era difícil que Jesús lo escuchara desde el inicio, ya que estaba rodeado de una numerosa muchedumbre que hacía barullo. Y, por si el ruido armado por la turba fuera poco, la gente, con esa maldad y desprecio tan propios de las masas, lo amonestaba, y le advertía de mala manera que guardara silencio. Pero él, no se desanima y comienza como nunca antes lo había hecho, a mirar interiormente, a mirar con fe. La dificultad, lejos de sumirle en el hoyo negro de la desesperación y depresión, le estimula y le enardece y le lanza a gritarle a Jesús aún más fuerte.

Y Jesús, se detiene y dice a los que están junto a él: Llámenlo. Bartimeo, No había terminado de escuchar que Jesús lo llamaba, cuando arrojando a un lado su manto, dio un salto y llegó a Jesús. Bartimeo no se puso a pensar que como estaba ciego tendría que caminar con cuidado para no caerse, o que necesitaba de un lazarillo es decir, de alguien en quién apoyarse, ni se puso a pensar que sería mejor que viniese Jesús a donde él estaba, en lugar de llamarlo... ¡No!.

Bartimeo actúa, pone a caminar su fe y se pone todo él en camino, sin pensar en el esfuerzo, y simplemente, escucha la voz de Jesús y la sigue con confianza. Jesús le pregunta, ¿Qué quieres que haga por ti? A lo que el ciego responde: Maestro, quiero recobrar la vista. Jesús le dijo:
Puedes irte, por tu fe has sido sanado y en aquél mismo instante, el ciego recobró la vista y siguió a Jesús por el camino.


¿Sabes?, Jesús escucha complacido al que ya no es pobre, sino rico por su fe y por ello, le llena con plenitud sus esperanzas. No sólo las que tenía de recobrar la vista, sino todas las esperanzas que Bartimeo tenía como ser humano. Por eso, después de recibir el don de la vista, lleno de gratitud y amor por Jesús, como quien ha encontrado a quien da sentido real a su vida, le sigue hasta el final, por el camino.

Ésta es la fe que Jesús el Señor nos pide hoy a mi, a ti: que arrojemos a un lado el manto de nuestra limitada y raquítica "lógica" humana es decir, que no miremos superficialmente, que no pensemos como seres humanos vacíos, sino que con un salto firme, generoso, valiente y confiado lleguemos hasta Él, que está pronto para salvarnos, pero no sin nuestro esfuerzo ni sin nuestra buena voluntad. Los atletas que gana medallas olímpicas, no llegan porque sí a la meta, ni corren porque sí una carrera elegante, llena de victoria. Antes han tenido que esforzarse una y otra vez y otra vez y otra vez y muchas veces para entrenarse y llegar a la meta victoriosos.

La fe no es un sentimiento de la presencia de Dios o de la Voluntad de Dios en nuestra vida. La fe es certeza, es saber que Él es fiel, sienta o no sienta algo o nada. La fe es creer es decir es ponerse en marcha, es darse, es entregarse, es ofrendar la vida a Dios, es entregarse a Él y echarse con los ojos del cuerpo fijos en Jesús, para arrojarse en el abismo infinito del amor del Padre. Creer es dejarse conquistar por su Amor para su causa sin ofrecerle reparos es decir sin peros ni porqués. Creer es caminar, luchar, caer, llorar y levantarse, tratando de ser fiel a ese Dios que me llama y a quien no veo con los ojos físicos, pero si lo veo con los ojos del alma y por eso lo puedo ver en el amanecer, en el anochecer, en esos niños que ya han recibido heridas y que por ello son rebeldes, en mi propia existencia por dura que haya sido o sea. Porque creer es lanzarse en la oscuridad de la noche para encontrar al amor de mi alma, como dirá Juan de la Cruz cuando en su poesía escribe:

“En una noche oscura, con ansias en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura, salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada a oscuras y segura, por la secreta escalera disfrazada, ¡oh dichosa ventura!, a oscuras y segura, estando ya mi casa sosegada. En secreto que nadie me veía ni yo miraba otra cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía. Y esta luz me guiaba más cierto que la luz del mediodía, a donde me esperaba quien yo bien sabía, en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que me guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada!. ¡Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada!. Entonces me quedé y olvidé, reclinando el rostro sobre el Amado. Cesó toda lucha y dejéme entre los brazos del Amado”.

Sí, creer es sobrellevar con alegría las confusiones, las sorpresas, las fatigas y los sobresaltos propios del existir. Es creer en la gracia que puede transformarte en un ser humano hermoso, seguro firme, porque la firmeza viene de creer, de fiarse de Dios y de confiar en Él.

En el libro del profeta Habacuc 2, 4 leemos que "El justo vivirá por su fe".Con estas palabras llenas de confianza y esperanza el profeta Habacuc se dirige al pueblo de Israel en un momento particularmente agitado y difícil de su historia. Releídas por el apóstol Pablo a la luz del misterio de Cristo, estas mismas palabras se utilizan para expresar un principio universal, es decir, con la fe es como el hombre realiza el proyecto de Dios sobre la humanidad entera: el Amor.

Habacuc en el 1er capítulo, lanza una queja contra la injusticia y dice:
¿Hasta cuándo gritaré Señor, pidiendo ayuda sin que me escuches?
¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia sin que vengas a liberarnos? ¿Por qué me haces ver tanta angustia, maldad y desgracias. Estoy rodeado de violencia y destrucción por todas partes hay pleitos y luchas. No se aplica la ley, se pisotea el derecho, el malo persigue al bueno y se tuerce la justicia.

Y el Señor me respondió así: «Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo por su fe vivirá.»

Y Habacuc, termina su libro en el capítulo 3 versículos del 17-19 diciendo: Aún así, esperaré tranquilo en medio de la angustia. Me llenaré de alegría a causa del Señor mi salvador. Le alabaré aunque no florezcan las higueras, ni den fruto los viñedos y los olivares, aunque los campos no den su cosecha aunque se acaben los rebaños de ovejas y no haya reses en los establos, porque el Señor me da fuerzas, da a mis piernas la ligereza del venado y me lleva a alturas donde estaré a salvo.
El apóstol Pablo en su segunda carta a Timoteo 1, 6-8. 13-14 hoy a mi y a ti nos dice:
Querido hermano, hermana: “Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, ni pusilánime, sino un espíritu de poder, de energía, de amor y buen juicio. No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Antes bien, con las fuerzas que Dios te da, acepta tu parte en los sufrimientos que vienen por causa del mensaje de salvación. Dios nos ha llamado a consagrarle nuestra vida, no por lo que nosotros hayamos hecho, sino porque ése fue su propósito y porque nos ama en Cristo Jesús. Dios que nos ama desde antes que el mundo existiera, ha mostrado su amor ahora, al venir nuestro salvador Jesucristo, que destruyó el poder de la muerte y que por el mensaje de salvación sacó a la luz la vida inmortal. Dios me ha encargado de anunciar este mensaje y me ha enviado como apóstol y maestro. Precisamente por eso sufro todas estas cosas, pero no me avergüenzo de ello, porque yo se en quién he puesto mi confianza.

Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas, y vive con fe y amor que viene de estar unido, unida a Cristo Jesús. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ti”.
Fíjate bien que la fe se propone como precioso tesoro, que necesito, que necesitas guardar en el corazón, en tu mente y en todo tu ser, con el poder de Dios que se recibe al orar y al amar.
Lucas en su capítulo 17, 5-10 nos dice que “En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor contestó: Si tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían a ese árbol: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y les obedecería. Ahora bien, supongan que un criado suyo trabaja como labrador o como pastor cuando vuelve del campo, ¿quién de ustedes le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa»? ¿No le dirán: «Prepárame de cenar, alístate y sírveme mientras como y bebo y después comerás y beberás tú»? ¿Tienen que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo ustedes: Cuando hayan hecho lo mandado, digan: «Somos simples siervos, que no hemos hecho más que lo que teníamos que hacer». Hoy el Señor nos invita a caminar por fe en la humildad de un corazón que se hace servidor de Dios y de los demás. Sólo de esta manera aumentará nuestra fe es decir, se hará férrea, fuerte, invencible.
De esta manera, vemos que la fe es tener una actitud de obediencia a la Palabra del Señor y las imágenes del grano de mostaza y de la morera o árbol, nos permiten conocer por donde habremos de encaminar esta obediencia: “Arráncate de raíz y plántate en el mar” son palabras que en el Antiguo Testamento definen la vocación del profeta Jeremías allá en el capítulo 1, 4-10 y definen tu llamado y el mío: "Mira que he puesto mis palabras en tus labios: Desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y derribar, para arrancar y derribar, para destruir, y demoler y también para reconstruir y plantar".
La fe no es para esconderla debajo de la mesa, sino para ponerse de lámpara para que ilumine toda la casa y a todos quienes entren en ella. Todas estas imágenes nos hablan de la necesidad que tenemos de querer alimentar nuestro interior, la mente, la inteligencia, los pensamientos, la voluntad, el corazón, el ser, de positividad, que viene de creerle a Jesús y así convertirnos en hogar a donde otros vengan a encontrar a Jesús, pero necesitaré, necesitarás querer creer.
Tú tienes la decisión en tus manos: creer o no creer. Tú tienes la decisión de querer continuar creyendo en un Dios vengativo y justiciero que te manda las peores calamidades, o creer en el Dios de Jesucristo que es Padre amorosísimo y que de todo lo que nos duele, saca bienes eternos.
La fe es una actitud amorosa y esperanzadora, que viene del inmenso amor de Dios al hombre y de lo profundo del corazón del que busca sinceramente a su Señor. La fe es una manera de ser al estilo de Cristo, es amar, pues como dice el apóstol Santiago en su carta en el capítulo 2, verso 26: “Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe está muerta si no va acompañada de hechos” y el refrán nos dirá una vez más, “Hechos son amores y no buenas razones”.
Así que para terminar concluimos diciendo que tener fe es amar como Dios nos ama a nosotros. Es simplemente acoger una Presencia –la de Dios- que, siempre es fiel, que no falla, que no cambia, que ama siempre aunque el hombre falle, aunque el ser humano fallemos y muchas veces no queramos aceptar ese amor.. Escucha hermano, hermana: Si tu no crees en Dios, Dios sí cree en ti y ahora mismo te espera en lo hondo de tu ser, con los brazos abiertos.
Toma una actitud orante, bien sentado, sentada, con tus pies bien puestos en el piso si puedes, tus brazos y manos descánsalos sobre tus piernas, con tus palmas hacia abajo o hacia arriba o entre lazadas. Tu cabeza recta. Cierra tus ojos y respira suave, profundo y lento……Y desde esa fe preciosa que Dios te ha regalado, dile en el silencio de tu ser a tu Dios:
Señor, Hoy se que estoy ante ti y que son estos momentos los que me hacen nacer de nuevo. Hoy se que es en estos momentos de intimidad contigo en los que mi fe se hace fuerte y firme, y que si hoy vuelvo a nacer de ti por la fe, tengo el poder –por tu gracia, de vencer cualquier angustia, cualquier pena o dolor, cualquier cosa Señor, porque los que nacen de ti, han vencido ya al mundo es decir, a la no fe.
Hoy estoy seguro, segura en ti. Se que si tú estás conmigo nada me será imposible porque creo en tu amor y yo te amo también porque siempre me amas primero y por eso soy fuerte en ti y por eso puedo decirle a todo lo negativo -que yo mismo, yo misma he fomentado-, que se mueva y se vaya al abismo insondable de tu amor en donde todo es pulverizado y transformado en bien, en salud, en gozo, en alegría, en aceptación, en plenitud, en paz.
El justo por la fe vivirá es decir, el que te busca de corazón Jesús, por la fe vivirá. Ya no quiero vivir de cualquier manera, ni a mi estilo Jesús. No quiero continuar poniendo mi confianza en todo lo que no eres Tú, sino que quiero vivir a través de ti, siendo Tú, el Único centro de mi vida y la única motivación de mi vivir. Y si creer es entregarse, y si creer es tener actitud de obediencia a la Palabra del Padre Celestial, hoy me entrego a ti Jesús, y desde hoy con tu ayuda, quiero obedecer el proyecto y la Palabra de Dios que es que me deje amar por ti Jesús y que ame como tu me amas siempre, incondicionalmente.
Se Señor que tú nunca abandonas al que te busca y aún tú vas más allá: tú nunca abandonas a nadie, aunque te abandonen.
Los seres humanos te abandonamos y por eso vivimos peleando y no aceptando las circunstancias dolorosas propias de ser seres humanos caducos y nos angustiamos, porque no te buscamos a ti, Única fuente de verdadera vida.
Señor, tú reinas por siempre y estableces tu trono de amor en el corazón del hombre, y tú mismo has dicho que no has venido para juzgarnos sino para salvarnos, para que creamos que eres un Dios de amor, un Dios de dulzura, el Único Dios verdadero.
Tú Señor, eres refugio para el oprimido, descanso en momentos de angustia. Hoy te suplico no sólo por mi, sino por todos aquellos que no conocen tu Nombre ni confían en ti, que tu gracia toque los corazones más afligidos, más desesperados, más alejados de ti –sin importar en qué parte del mundo se encuentren- y que sepan que tú nunca abandonas a quien te busca, ¡Oh Amado Jesús!.
Jesús: este momento de intimidad contigo y todo el amor que por ti y por el Padre Celestial pueda brindar durante toda mi vida , lo consagro en tu Nombre, por el bien de toda la humanidad, por una humanidad fraterna, por una humanidad llena de auténtica vida, por una humanidad que te reconozca como Único Salvador.
Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de nosotros los seres humanos. Jesús, sánanos, Jesús sálvanos, Jesús libéranos. Amén.











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