Juan 6:1-15
0
0
2 Reyes 4:42-44; Efesios 4:1-6; Juan 6:1-15; Salmo 145:10-11
El texto presente es uno de los milagros más estudiados de los hechos de Jesús. Lo es no por su naturaleza extraña – qué milagro no lo es –, sino justamente por aquello que tiene poco de milagroso: su fuerza simbólica. Aquí están involucrados varios actores. Los discípulos, la multitud hambrienta, el joven con sus panes y pescado, las canastas sobrantes... En el caso del Evangelio de Juan abre a todo el discurso donde Jesús se llama a sí mismo pan de vida en contraposición con el pan de Moisés (el maná) que alimentaba transitoriamente.
Veamos algunos puntos centrales:
a. Nuevamente la multitud lo sigue a donde él va. En este caso una colina cerca de Tiberíades. Jesús pregunta por cómo van a alimentar a la gente que se ha reunido. Los discípulos no saben como hacerlo y Jesús aprovecha la oportunidad para obrar un milagro que de una enseñanza y genere una mensaje. La actitud de Jesús parece estar motivada por el hecho real de la necesidad de la multitud y la expectativa de recibir algo. En este caso no se habla de que sean necesariamente pobres, aunque es bueno recordar que en aquellos tiempos toda la población era pobre con excepción de una sector pequeño vinculado al poder político y religioso.
b. La entrega de los panes y los pescados por el muchacho ha sido interpretada en ocasiones por el milagro en sí mismo. Viendo la generosidad del joven, los demás habrían sacado sus propias vituallas y al compartir entre los cinco mil la cantidad habría superado las necesidades. De ese modo todos comieron y fueron saciados mientras aún sobraban doce canastas de panes, aunque ningún pescado. Esta interpretación es atrayente pero no hace justicia al texto, que presenta a Jesús dando gracias por los alimentos y repartiéndolos entre sus discípulos para que estos hagan lo mismo con la gente.
c. No le hacemos un favor al evangelio cuando se intenta justificar un milagro a través de un ingenioso camino racional. Es mejor aceptar que estamos en presencia de un mensaje que hay que interpretar. Por un lado la multitud que quiere estar cerca de Jesús, y alimentarse de él. Jesús no mira hacia otro lado sino que asume su responsabilidad ante esas personas que confían en él.
d. Por otro lado están los discípulos, siempre entre la confianza y la duda respecto a Jesús. Ellos también son sorprendidos por la abundancia de alimento. Pero ninguno interpreta esto como una forma de vida, como un medio para vivir sin trabajar ni para alimentarse mutuamente y de por vida. Al contrario están convencidos de que se ha obrado un milagro para dejarles una enseñanza, para que ellos y los presentes crean.
e. La multitud creyó a tal punto que parece que muchos lo querían coronar su rey. Esto a Jesús no pareció hacerle mucha gracia. De hecho huyó hacia el monte para evitar que lo apresen para coronarlo. ¿Es este un signo de que la multitud no había entendido su mensaje? Es probable pero tampoco parecen tener en claro su misión sus más cercanos colaboradores. Los discípulos tampoco actúan claramente. La acusación de pretender ser rey de los judíos será definitoria en su enjuiciamiento y crucifixión. Si Jesús sintió que lo iban a nombrar rey seguramente comprendió que se estaría adelantando su plan y que su persecución se vería adelantada.
Quizá sea oportuno extraer algunas conclusiones que nos ayuden a predicar sobre este texto. Hay varios símbolos que acercan a Jesús al pan. Para empezar nació en Bethlehem (Belén), que significa “casa del pan”. Y se llamó a sí mismo “pan de vida” para contrastar con aquel otro que sólo alimenta temporariamente. Y nos dejó el partir el pan como recuerdo de su cuerpo dado en la cruz. De modo que repartir panes puede devenir en el símbolo de repartirse a sí mismo. Así Jesús al multiplicar los panes está llegando a más personas, se está dando a sí mismo. Puede ser que no entiendan en plenitud o que luego lo traicionen. Pero eso sucede siempre, ¿o acaso nosotros hoy lo entendemos en forma acabada y definitiva?
Podríamos hurgar en las Escrituras en busca del símbolo del pez, el que también está cargado de sentido. Expresiones como “pescadores de hombres”, alimentarse con pescado, etc. recorren los textos. Cuando Felipe le ofrece lo que el muchacho tiene habla de cinco panes y dos pescados, es decir siete piezas, un número que indica plenitud, saciedad y que ahora se daba para que fueran compartidas. Cuando sobran panes llenan doce canastas, otro número con historia en Israel, desde las tribus hasta los apóstoles. Se nos está hablando entonces de algo trascendente. Cuando Jesús es el que alimenta, no tendrás jamás hambre.
El texto presente es uno de los milagros más estudiados de los hechos de Jesús. Lo es no por su naturaleza extraña – qué milagro no lo es –, sino justamente por aquello que tiene poco de milagroso: su fuerza simbólica. Aquí están involucrados varios actores. Los discípulos, la multitud hambrienta, el joven con sus panes y pescado, las canastas sobrantes... En el caso del Evangelio de Juan abre a todo el discurso donde Jesús se llama a sí mismo pan de vida en contraposición con el pan de Moisés (el maná) que alimentaba transitoriamente.
Veamos algunos puntos centrales:
a. Nuevamente la multitud lo sigue a donde él va. En este caso una colina cerca de Tiberíades. Jesús pregunta por cómo van a alimentar a la gente que se ha reunido. Los discípulos no saben como hacerlo y Jesús aprovecha la oportunidad para obrar un milagro que de una enseñanza y genere una mensaje. La actitud de Jesús parece estar motivada por el hecho real de la necesidad de la multitud y la expectativa de recibir algo. En este caso no se habla de que sean necesariamente pobres, aunque es bueno recordar que en aquellos tiempos toda la población era pobre con excepción de una sector pequeño vinculado al poder político y religioso.
b. La entrega de los panes y los pescados por el muchacho ha sido interpretada en ocasiones por el milagro en sí mismo. Viendo la generosidad del joven, los demás habrían sacado sus propias vituallas y al compartir entre los cinco mil la cantidad habría superado las necesidades. De ese modo todos comieron y fueron saciados mientras aún sobraban doce canastas de panes, aunque ningún pescado. Esta interpretación es atrayente pero no hace justicia al texto, que presenta a Jesús dando gracias por los alimentos y repartiéndolos entre sus discípulos para que estos hagan lo mismo con la gente.
c. No le hacemos un favor al evangelio cuando se intenta justificar un milagro a través de un ingenioso camino racional. Es mejor aceptar que estamos en presencia de un mensaje que hay que interpretar. Por un lado la multitud que quiere estar cerca de Jesús, y alimentarse de él. Jesús no mira hacia otro lado sino que asume su responsabilidad ante esas personas que confían en él.
d. Por otro lado están los discípulos, siempre entre la confianza y la duda respecto a Jesús. Ellos también son sorprendidos por la abundancia de alimento. Pero ninguno interpreta esto como una forma de vida, como un medio para vivir sin trabajar ni para alimentarse mutuamente y de por vida. Al contrario están convencidos de que se ha obrado un milagro para dejarles una enseñanza, para que ellos y los presentes crean.
e. La multitud creyó a tal punto que parece que muchos lo querían coronar su rey. Esto a Jesús no pareció hacerle mucha gracia. De hecho huyó hacia el monte para evitar que lo apresen para coronarlo. ¿Es este un signo de que la multitud no había entendido su mensaje? Es probable pero tampoco parecen tener en claro su misión sus más cercanos colaboradores. Los discípulos tampoco actúan claramente. La acusación de pretender ser rey de los judíos será definitoria en su enjuiciamiento y crucifixión. Si Jesús sintió que lo iban a nombrar rey seguramente comprendió que se estaría adelantando su plan y que su persecución se vería adelantada.
Quizá sea oportuno extraer algunas conclusiones que nos ayuden a predicar sobre este texto. Hay varios símbolos que acercan a Jesús al pan. Para empezar nació en Bethlehem (Belén), que significa “casa del pan”. Y se llamó a sí mismo “pan de vida” para contrastar con aquel otro que sólo alimenta temporariamente. Y nos dejó el partir el pan como recuerdo de su cuerpo dado en la cruz. De modo que repartir panes puede devenir en el símbolo de repartirse a sí mismo. Así Jesús al multiplicar los panes está llegando a más personas, se está dando a sí mismo. Puede ser que no entiendan en plenitud o que luego lo traicionen. Pero eso sucede siempre, ¿o acaso nosotros hoy lo entendemos en forma acabada y definitiva?
Podríamos hurgar en las Escrituras en busca del símbolo del pez, el que también está cargado de sentido. Expresiones como “pescadores de hombres”, alimentarse con pescado, etc. recorren los textos. Cuando Felipe le ofrece lo que el muchacho tiene habla de cinco panes y dos pescados, es decir siete piezas, un número que indica plenitud, saciedad y que ahora se daba para que fueran compartidas. Cuando sobran panes llenan doce canastas, otro número con historia en Israel, desde las tribus hasta los apóstoles. Se nos está hablando entonces de algo trascendente. Cuando Jesús es el que alimenta, no tendrás jamás hambre.