Juan 20:19-31
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Hechos 5:27–32; Salmo 118:14–29 o Salmo 150; Apocalipsis 1:4–8; Juan 20:19–31
Forma/estructura/escenario
La arquitectura del capítulo puede ser así:
I. María Magdalena y dos discípulos visitan la tumba de Jesús, 20:1-10.
II. Jesús aparece a María Magdalena, 20:11-18.
III. Jesús aparece ante los Discípulos, 20:19-23.
IV. Jesús aparece a Tomás, 20:24-29.
V. Conclusión, 20:30-31.
En analogía con los resúmenes del kerygma que era corriente en la Iglesia primitiva y sus himnos (ej., 1 Cor 15:3-4; Hechos 10:36-43; Flp 2:6-11), es probable que los relatos de los sufrimientos y muerte de Jesús fueron seguidos ya por un relato de la resurrección. Y así como la narrativa de la pasión se basaba en la memoria de los incidentes individuales que incluso fueron narrados separadamente (ej., Jesús en Getsemaní y las negaciones de Pedro), también se habrían conectado tempranas narraciones de las apariciones del Jesús resucitado, e historias individuales que circulaban independientemente. La variedad de experiencias del Señor resucitado dio lugar a una gran diversidad en los relatos de la Resurrección. Recientes estudiosos tienden a estar de acuerdo en que las narrativas de la Resurrección en el Cuarto Evangelio reflejan relatos más tempranos de una tradición pre-juanina, así como la revisión del Evangelista de ellos de acuerdo con su propio conocimiento y comprensión teológica.
Aparte de la conclusión en vv 30-31, el cap. 20 describe eventos del domingo de Pascua que tuvieron lugar por la mañana, vv 1-18, y en la tarde, vv 19-29. Cada sección puede ser dividida de nuevo en dos: (i) el descubrimiento de la tumba vacía, vv 1-10, y la aparición de Jesús a María, vv 11-18; (ii) la aparición de Jesús a los discípulos, vv 19-23, y la aparición a Tomás, vv 24-29. El análisis crítico se ha dirigido sobre todo a las primeras dos narraciones (vv 1-10 y 11-18), sobre la base de que los elementos dentro de ellos indican un uso complejo de fuentes.
Se han hecho sugerencias variadas acerca del desarrollo de los pasajes que sería largo enumerar y que son tentativas. La unidad entre los relatos de pasión, de resurrección y de apariciones es segura elaboración de los evangelistas o de sus fuentes previas. Se ha dicho con razón que son editores-redactores.
La aparición a los discípulos y a Tomás también ha sido sometida a similar análisis crítico. El punto de arranque ha sido la convicción que las dos narraciones de los vv 19-23 y 24-29 son un desarrollo de una sola narración. Se insta que (a) en los vv 19-23 se presupone la presencia de todos los discípulos, (note la comisión de los discípulos sobre todo en v el 21 y la dotación del Espíritu Santo en el v 22); (b) el relato de Tomás desarrolla elementos de vv los 19-23; (c) sobre todo, el episodio de Tomás extracta el asunto de la incredulidad de los discípulos que está presente en todos los relatos sinópticos de la Resurrección (cf. Mt 28:17; Lc 24:11, 27-28, 41, Mc 16:14). No sorprende que el relato sobre Tomás sea considerado por algunos como una creación del Evangelista para dramatizar este tema de la duda Tomás pudo haber sido individualizado porque él representa descaradamente la primera incredulidad de los discípulos.
Los vv 19-23 contienen los elementos cardinales del tratamiento del Señor con sus discípulos en la Resurrección. Se aparece ante ellos de forma que ellos saben quién es, y se regocijan por su presencia y su triunfo sobre la muerte (vv 19-20). Los envía para continuar la misión que el Padre le dio a Él (v 21). Cumple la promesa de enviarles el Espíritu Santo y donárselo (v 22). Los autoriza a que declaren el perdón y culpa cuando hagan conocer su gracia salvífica (v 23). Estos variados elementos son fijados en cinco frases. Las varias tradiciones de las apariciones que habrán circulado en forma independiente junto con los vv 19-20 proporcionan un resumen marcadamente completo de las instrucciones y acciones del Señor resucitado. Con ellos la historia de Jesús en el Cuarto Evangelio alcanza un telos (conclusión o propósito) genuino, y los vv 30-31 podrían seguir en seguida. Pero el Evangelista, sin embargo, escogió hacer de otro modo. Agregó el episodio de Tomás con dos consideraciones en mente: por un lado, compendiar la incredulidad de los discípulos ante las noticias de la resurrección de Jesús, tal incredulidad era una reacción común ante el mensaje de la Resurrección (cf. la exclamación de Festo [Hechos 26:24] respecto de Pablo al oír su testimonio: “¡Pablo, estás loco!”); por otro lado, al grabar la confesión de fe ardiente de Tomás iguala la exposición sobre Cristo como la Palabra de Dios (1:1-18) en su conclusión del Evangelio y ejemplifica la fe que intentaba provocar en sus lectores y prepara adecuadamente la declaración de propósito en los vv 30-31. La narración sobre Tomas no debe ser absorbida en la narración de los vv 19-23 porque es una obra de arte a través de la cual el Evangelio concluye con poder dramático y una apelación eficaz para responder a su mensaje.
El escenario de los eventos en Jerusalén es lógico. Los conectados con la tumba no pueden ser colocados en ninguna otra parte, que incluye la aparición a María Magdalena (note la equivocación de que Jesús era el jardinero, un rasgo que no es secundario y se relaciona con las objeciones judeas a la proclamación cristiana sobre la Resurrección). Esto aporta importante material al debate acerca de la situación de las apariciones de la resurrección del Señor. El Evangelista establece que las apariciones a los discípulos tuvieron lugar esa tarde. No se conectan con la situación de los eventos de la mañana.
Comentario
Jesús se aparece a los discípulos (20:19–23)
La ocasión está estrechamente vinculada a Lucas 24:36-42, también colocada en la tarde de Pascua después de la llegada de la pareja de Emaús para informar que ellos habían visto al Señor. El rasgo de las puertas cerradas con llave mencionada al principio, muestra la habilidad de Jesús de presentarse en cualquier lugar; “atravesando puertas cerradas con llave” sin embargo, es inapropiado denotar ese poder, o la habilidad del Jesús resucitado de “materializarse”; el Señor se revela donde quiere, de un modo más allá de nuestra comprensión, y es correcto que nosotros reconozcamos aquí los límites de nuestra comprensión. La referencia al miedo de los discípulos de los judeos como motivo para las puertas cerradas con llave se explica por los sucesos de la semana; el saludo de Jesús: “¡Paz a ustedes!” puede o no ser significativo porque se sabe bien que ese era (y todavía lo es) el saludo común de los judíos en Palestina – “¡Shalom!” Pero éste no era ningún día ordinario. Nunca una “palabra común” estuvo tan llena de tanto significado como cuando Jesús la profirió en la tarde de Pascua. Todos los profetas habían puesto en el shalom el epítome de las bendiciones del reino de Dios que esencialmente se habían realizado en los hechos redentores del Hijo encarnado de Dios “resucitado” para la salvación del mundo. Su “Shalom” en Pascua complementa ahora el “todo se ha cumplido” en la cruz, para la paz y reconciliación y vida desde Dios. “Shalom” es el saludo de Pascua. No sorprende que Pablo la incluya junto con “gracia” en el saludo en cada epístola.
Como en Lucas 24:39, Jesús les muestra sus manos – en realidad deben haber sido sus muñecas, lugar donde se clavaban los clavos para que soportara el peso del cuerpo – (¡y sus pies! – realmente sus tobillos) a los discípulos, pero para que comprendan que era él, su Señor crucificado que estaba de pie ante ellos. Esa identificación clara era extremamente importante para la Iglesia; el Crucificado era el Señor resucitado. Los discípulos, por consiguiente “se llenaron de alegría” cuando se dieron cuenta que quién estaba de pie ante ellos era su propio Señor muerto aunque vivo. La promesa que Jesús hizo a ellos en el Aposento Alto de que él habría de “venir” a ellos (14:18) para convertir su pesar en alegría (16:20-22) se cumple ahora. La alegría es una bendición fundamental del reino de Dios (ej. Is. 25:6-9; 54:1-5; 61:1-3), y es el sentir básico de la Pascua.
Cada Evangelio finaliza con una comisión del Señor resucitado cuya forma está dada por los evangelistas para poner algún énfasis de acuerdo con su propia perspicacia o situación. Así con el presente como un eco de 17:18. Introducida por “paz con ustedes” impartida como ante su muerte en 14:27. “Como el Padre conmigo...así Yo con ustedes” (Cf. 13:20). La misión del Hijo no ha finalizado con el “haber sido elevado” porque los asistirá en el tiempo de la misión (14:12-14). Esta asistencia había sido prometida antes a través del Espíritu (15:26; 16:8-11) y ahora la impone (22) soplando (cf. Gen 2:7; Ez. 37:9-10) para transmitirla a toda la iglesia. Pascua unida con Pentecostés (cf. Hch 2:32-33 = el derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés es un acto del Señor resucitado). Ya el señor lo había prometido a toda la Iglesia en su oración (17:20 ss). Tarea permanente de los discípulos (23).
Jesús se aparece a Tomás (20:24-29)
Tomas ha actuado ya antes en el Evangelio en 11:16 y 14:5. Allí se lo ve no tanto como un escéptico sino como un seguidor de Jesús fiel pero pesimista, preparado para morir con él si fuera menester, pero tardo en comprender y dispuesto a decirlo (14:5). Su contestación a sus compañeros discípulos acerca de la resurrección de Jesús es una expresión exagerada de la actitud que ellos mismos manifestaron a las mujeres que dijeron que ellas habían visto a Jesús. Pero las condiciones que pone para creer suenan irrazonables. Ellas son un ejemplo de la actitud condenada por Jesús en 4:48. “Después de ocho días” el Señor aparece de la misma manera que antes, o en el “octavo” día, es decir, el domingo siguiente (esto según el modo judío de calcular, contando el primero y el último día en el periodo). El lenguaje habrá recordado a los lectores primitivos de sus propias reuniones para el culto en el primer día de la semana, marcando el día cuando Jesús resucitó de los muertos. Recuerda la costumbre en el Medio Oriente, Asia Menor y aún Egipto de nominar algún día en honor de un gobernante. Ese es el día del Kyrios, del Señor cuando resucitó para ser soberano del Universo que llevó a los cristianos primitivos a que el primer día, el domingo, y no ya más el sábado, el séptimo como el acceso de Jesús, como el Señor resucitado, al Trono de Dios. Lo dice claramente la Epístola de Bernabé (15:9): “Por eso justamente nosotros celebramos también el octavo día con regocijo, por ser el día en que Jesús resucitó de entre los muertos y después de manifestado, subió a la cielos”.
El Señor cuyo cuidado por su pueblo se extiende por todos los tiempos ha oído la declaración de Tomás, y asume el desafío. Cuando extiende sus manos, con la invitación de tocarlas y de poner su mano en su costado, agrega un refrán que es un poco un reproche para Tomás y un poco una apelación: “no seas incrédulo sino creyente”. ¿Habrá Tomás extendido sus dedos cuando fue invitado? La tradición temprana dice que lo hizo, y que otros lo hicieron con él. Ignacio escribió: “yo por mi parte sé muy bien sabido, y en ello pongo mi fe, que después de la resurrección, permaneció el Señor en su carne y así cuando se presentó a Pedro y sus compañeros les dijo: tocadme, palpadme y ved cómo yo no soy un espíritu incorpóreo, y al punto le tocaron y creyeron, quedando compenetrados con su carne y con su espíritu” (Esmirniotas, 3.2). La escena en la que Tomás extiende su mano para tocar al Señor se volvió un tema favorito para los artistas más tarde. No obstante es improbable que Tomás hizo tal cosa; por otra parte el Evangelista habría apuntado que Tomás se convenció cuando tocó el cuerpo del Señor resucitado. Pero el v 29 sólo dice que Tomás ve al Señor. La impresión dada por la narración es que Tomás quedó sobrecogido por la aparición del Señor cuyas palabras a él dirigidas, alcanzan para que explote su confesión sin ninguna otra demostración.
Su declaración es una confesión emitida desde las profundidades del alma de Tomás: “Mi Señor y mi Dios”. El incrédulo más ultrajante de la resurrección de Jesús profiere la más grande confesión del Señor resucitado, que expresa su último significado, la revelación de quién es Jesús (cf. 5:33).
El énfasis en el v. 29 no es Tomás sino aquellos que no han “visto”. Su encomendación toma la forma de una bienaventuranza (cf. Sermón del Monte, Mt. 11:6; 13:16; 24:46; sólo una más en EvJn 13:17 y ambas tienen una nota de amonestación) que no se aplicará a todos los lectores del evangelio. Si la experiencia directa de Tomás se cree se es bienaventurado.
Conclusión (20:30-31)
A veces los que arguyen que el EvJn incorporó una fuente de signos piensan que este pasaje es parte de la conclusión de esa fuente. Pero, los “signos” que hay en los primeros 12 capítulos del EvJn son acciones del Mesías que se expanden en discursos de interpretación. Hina con pisteusete o pisteuete expresa propósito: a fin de que, para que. El Evangelio es un testamento sobre la fe para despertar la fe y edificar a los creyentes en la fe.
Breve reflexión teológica
Es muy interesante que un domingo posterior a Pascua de resurrección, con toda la alegría que ello implica en la comunidad, en el siguiente aparezca este texto sobre Tomás y sus dudas racionales. La gran bienaventuranza viene hacia todos los creyentes que no vieron y que creyeron por el testimonio de los que vieron. Y siempre se podría dudar de esos testimonios como se duda de la resurrección del Señor.
Pista para la predicación
La confianza en los testigos.
Literatura consultada:
Lindars, “The Composition of John xx,” New Testament Studies 7 (1960–61) 142–147.
Forma/estructura/escenario
La arquitectura del capítulo puede ser así:
I. María Magdalena y dos discípulos visitan la tumba de Jesús, 20:1-10.
II. Jesús aparece a María Magdalena, 20:11-18.
III. Jesús aparece ante los Discípulos, 20:19-23.
IV. Jesús aparece a Tomás, 20:24-29.
V. Conclusión, 20:30-31.
En analogía con los resúmenes del kerygma que era corriente en la Iglesia primitiva y sus himnos (ej., 1 Cor 15:3-4; Hechos 10:36-43; Flp 2:6-11), es probable que los relatos de los sufrimientos y muerte de Jesús fueron seguidos ya por un relato de la resurrección. Y así como la narrativa de la pasión se basaba en la memoria de los incidentes individuales que incluso fueron narrados separadamente (ej., Jesús en Getsemaní y las negaciones de Pedro), también se habrían conectado tempranas narraciones de las apariciones del Jesús resucitado, e historias individuales que circulaban independientemente. La variedad de experiencias del Señor resucitado dio lugar a una gran diversidad en los relatos de la Resurrección. Recientes estudiosos tienden a estar de acuerdo en que las narrativas de la Resurrección en el Cuarto Evangelio reflejan relatos más tempranos de una tradición pre-juanina, así como la revisión del Evangelista de ellos de acuerdo con su propio conocimiento y comprensión teológica.
Aparte de la conclusión en vv 30-31, el cap. 20 describe eventos del domingo de Pascua que tuvieron lugar por la mañana, vv 1-18, y en la tarde, vv 19-29. Cada sección puede ser dividida de nuevo en dos: (i) el descubrimiento de la tumba vacía, vv 1-10, y la aparición de Jesús a María, vv 11-18; (ii) la aparición de Jesús a los discípulos, vv 19-23, y la aparición a Tomás, vv 24-29. El análisis crítico se ha dirigido sobre todo a las primeras dos narraciones (vv 1-10 y 11-18), sobre la base de que los elementos dentro de ellos indican un uso complejo de fuentes.
Se han hecho sugerencias variadas acerca del desarrollo de los pasajes que sería largo enumerar y que son tentativas. La unidad entre los relatos de pasión, de resurrección y de apariciones es segura elaboración de los evangelistas o de sus fuentes previas. Se ha dicho con razón que son editores-redactores.
La aparición a los discípulos y a Tomás también ha sido sometida a similar análisis crítico. El punto de arranque ha sido la convicción que las dos narraciones de los vv 19-23 y 24-29 son un desarrollo de una sola narración. Se insta que (a) en los vv 19-23 se presupone la presencia de todos los discípulos, (note la comisión de los discípulos sobre todo en v el 21 y la dotación del Espíritu Santo en el v 22); (b) el relato de Tomás desarrolla elementos de vv los 19-23; (c) sobre todo, el episodio de Tomás extracta el asunto de la incredulidad de los discípulos que está presente en todos los relatos sinópticos de la Resurrección (cf. Mt 28:17; Lc 24:11, 27-28, 41, Mc 16:14). No sorprende que el relato sobre Tomás sea considerado por algunos como una creación del Evangelista para dramatizar este tema de la duda Tomás pudo haber sido individualizado porque él representa descaradamente la primera incredulidad de los discípulos.
Los vv 19-23 contienen los elementos cardinales del tratamiento del Señor con sus discípulos en la Resurrección. Se aparece ante ellos de forma que ellos saben quién es, y se regocijan por su presencia y su triunfo sobre la muerte (vv 19-20). Los envía para continuar la misión que el Padre le dio a Él (v 21). Cumple la promesa de enviarles el Espíritu Santo y donárselo (v 22). Los autoriza a que declaren el perdón y culpa cuando hagan conocer su gracia salvífica (v 23). Estos variados elementos son fijados en cinco frases. Las varias tradiciones de las apariciones que habrán circulado en forma independiente junto con los vv 19-20 proporcionan un resumen marcadamente completo de las instrucciones y acciones del Señor resucitado. Con ellos la historia de Jesús en el Cuarto Evangelio alcanza un telos (conclusión o propósito) genuino, y los vv 30-31 podrían seguir en seguida. Pero el Evangelista, sin embargo, escogió hacer de otro modo. Agregó el episodio de Tomás con dos consideraciones en mente: por un lado, compendiar la incredulidad de los discípulos ante las noticias de la resurrección de Jesús, tal incredulidad era una reacción común ante el mensaje de la Resurrección (cf. la exclamación de Festo [Hechos 26:24] respecto de Pablo al oír su testimonio: “¡Pablo, estás loco!”); por otro lado, al grabar la confesión de fe ardiente de Tomás iguala la exposición sobre Cristo como la Palabra de Dios (1:1-18) en su conclusión del Evangelio y ejemplifica la fe que intentaba provocar en sus lectores y prepara adecuadamente la declaración de propósito en los vv 30-31. La narración sobre Tomas no debe ser absorbida en la narración de los vv 19-23 porque es una obra de arte a través de la cual el Evangelio concluye con poder dramático y una apelación eficaz para responder a su mensaje.
El escenario de los eventos en Jerusalén es lógico. Los conectados con la tumba no pueden ser colocados en ninguna otra parte, que incluye la aparición a María Magdalena (note la equivocación de que Jesús era el jardinero, un rasgo que no es secundario y se relaciona con las objeciones judeas a la proclamación cristiana sobre la Resurrección). Esto aporta importante material al debate acerca de la situación de las apariciones de la resurrección del Señor. El Evangelista establece que las apariciones a los discípulos tuvieron lugar esa tarde. No se conectan con la situación de los eventos de la mañana.
Comentario
Jesús se aparece a los discípulos (20:19–23)
La ocasión está estrechamente vinculada a Lucas 24:36-42, también colocada en la tarde de Pascua después de la llegada de la pareja de Emaús para informar que ellos habían visto al Señor. El rasgo de las puertas cerradas con llave mencionada al principio, muestra la habilidad de Jesús de presentarse en cualquier lugar; “atravesando puertas cerradas con llave” sin embargo, es inapropiado denotar ese poder, o la habilidad del Jesús resucitado de “materializarse”; el Señor se revela donde quiere, de un modo más allá de nuestra comprensión, y es correcto que nosotros reconozcamos aquí los límites de nuestra comprensión. La referencia al miedo de los discípulos de los judeos como motivo para las puertas cerradas con llave se explica por los sucesos de la semana; el saludo de Jesús: “¡Paz a ustedes!” puede o no ser significativo porque se sabe bien que ese era (y todavía lo es) el saludo común de los judíos en Palestina – “¡Shalom!” Pero éste no era ningún día ordinario. Nunca una “palabra común” estuvo tan llena de tanto significado como cuando Jesús la profirió en la tarde de Pascua. Todos los profetas habían puesto en el shalom el epítome de las bendiciones del reino de Dios que esencialmente se habían realizado en los hechos redentores del Hijo encarnado de Dios “resucitado” para la salvación del mundo. Su “Shalom” en Pascua complementa ahora el “todo se ha cumplido” en la cruz, para la paz y reconciliación y vida desde Dios. “Shalom” es el saludo de Pascua. No sorprende que Pablo la incluya junto con “gracia” en el saludo en cada epístola.
Como en Lucas 24:39, Jesús les muestra sus manos – en realidad deben haber sido sus muñecas, lugar donde se clavaban los clavos para que soportara el peso del cuerpo – (¡y sus pies! – realmente sus tobillos) a los discípulos, pero para que comprendan que era él, su Señor crucificado que estaba de pie ante ellos. Esa identificación clara era extremamente importante para la Iglesia; el Crucificado era el Señor resucitado. Los discípulos, por consiguiente “se llenaron de alegría” cuando se dieron cuenta que quién estaba de pie ante ellos era su propio Señor muerto aunque vivo. La promesa que Jesús hizo a ellos en el Aposento Alto de que él habría de “venir” a ellos (14:18) para convertir su pesar en alegría (16:20-22) se cumple ahora. La alegría es una bendición fundamental del reino de Dios (ej. Is. 25:6-9; 54:1-5; 61:1-3), y es el sentir básico de la Pascua.
Cada Evangelio finaliza con una comisión del Señor resucitado cuya forma está dada por los evangelistas para poner algún énfasis de acuerdo con su propia perspicacia o situación. Así con el presente como un eco de 17:18. Introducida por “paz con ustedes” impartida como ante su muerte en 14:27. “Como el Padre conmigo...así Yo con ustedes” (Cf. 13:20). La misión del Hijo no ha finalizado con el “haber sido elevado” porque los asistirá en el tiempo de la misión (14:12-14). Esta asistencia había sido prometida antes a través del Espíritu (15:26; 16:8-11) y ahora la impone (22) soplando (cf. Gen 2:7; Ez. 37:9-10) para transmitirla a toda la iglesia. Pascua unida con Pentecostés (cf. Hch 2:32-33 = el derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés es un acto del Señor resucitado). Ya el señor lo había prometido a toda la Iglesia en su oración (17:20 ss). Tarea permanente de los discípulos (23).
Jesús se aparece a Tomás (20:24-29)
Tomas ha actuado ya antes en el Evangelio en 11:16 y 14:5. Allí se lo ve no tanto como un escéptico sino como un seguidor de Jesús fiel pero pesimista, preparado para morir con él si fuera menester, pero tardo en comprender y dispuesto a decirlo (14:5). Su contestación a sus compañeros discípulos acerca de la resurrección de Jesús es una expresión exagerada de la actitud que ellos mismos manifestaron a las mujeres que dijeron que ellas habían visto a Jesús. Pero las condiciones que pone para creer suenan irrazonables. Ellas son un ejemplo de la actitud condenada por Jesús en 4:48. “Después de ocho días” el Señor aparece de la misma manera que antes, o en el “octavo” día, es decir, el domingo siguiente (esto según el modo judío de calcular, contando el primero y el último día en el periodo). El lenguaje habrá recordado a los lectores primitivos de sus propias reuniones para el culto en el primer día de la semana, marcando el día cuando Jesús resucitó de los muertos. Recuerda la costumbre en el Medio Oriente, Asia Menor y aún Egipto de nominar algún día en honor de un gobernante. Ese es el día del Kyrios, del Señor cuando resucitó para ser soberano del Universo que llevó a los cristianos primitivos a que el primer día, el domingo, y no ya más el sábado, el séptimo como el acceso de Jesús, como el Señor resucitado, al Trono de Dios. Lo dice claramente la Epístola de Bernabé (15:9): “Por eso justamente nosotros celebramos también el octavo día con regocijo, por ser el día en que Jesús resucitó de entre los muertos y después de manifestado, subió a la cielos”.
El Señor cuyo cuidado por su pueblo se extiende por todos los tiempos ha oído la declaración de Tomás, y asume el desafío. Cuando extiende sus manos, con la invitación de tocarlas y de poner su mano en su costado, agrega un refrán que es un poco un reproche para Tomás y un poco una apelación: “no seas incrédulo sino creyente”. ¿Habrá Tomás extendido sus dedos cuando fue invitado? La tradición temprana dice que lo hizo, y que otros lo hicieron con él. Ignacio escribió: “yo por mi parte sé muy bien sabido, y en ello pongo mi fe, que después de la resurrección, permaneció el Señor en su carne y así cuando se presentó a Pedro y sus compañeros les dijo: tocadme, palpadme y ved cómo yo no soy un espíritu incorpóreo, y al punto le tocaron y creyeron, quedando compenetrados con su carne y con su espíritu” (Esmirniotas, 3.2). La escena en la que Tomás extiende su mano para tocar al Señor se volvió un tema favorito para los artistas más tarde. No obstante es improbable que Tomás hizo tal cosa; por otra parte el Evangelista habría apuntado que Tomás se convenció cuando tocó el cuerpo del Señor resucitado. Pero el v 29 sólo dice que Tomás ve al Señor. La impresión dada por la narración es que Tomás quedó sobrecogido por la aparición del Señor cuyas palabras a él dirigidas, alcanzan para que explote su confesión sin ninguna otra demostración.
Su declaración es una confesión emitida desde las profundidades del alma de Tomás: “Mi Señor y mi Dios”. El incrédulo más ultrajante de la resurrección de Jesús profiere la más grande confesión del Señor resucitado, que expresa su último significado, la revelación de quién es Jesús (cf. 5:33).
El énfasis en el v. 29 no es Tomás sino aquellos que no han “visto”. Su encomendación toma la forma de una bienaventuranza (cf. Sermón del Monte, Mt. 11:6; 13:16; 24:46; sólo una más en EvJn 13:17 y ambas tienen una nota de amonestación) que no se aplicará a todos los lectores del evangelio. Si la experiencia directa de Tomás se cree se es bienaventurado.
Conclusión (20:30-31)
A veces los que arguyen que el EvJn incorporó una fuente de signos piensan que este pasaje es parte de la conclusión de esa fuente. Pero, los “signos” que hay en los primeros 12 capítulos del EvJn son acciones del Mesías que se expanden en discursos de interpretación. Hina con pisteusete o pisteuete expresa propósito: a fin de que, para que. El Evangelio es un testamento sobre la fe para despertar la fe y edificar a los creyentes en la fe.
Breve reflexión teológica
Es muy interesante que un domingo posterior a Pascua de resurrección, con toda la alegría que ello implica en la comunidad, en el siguiente aparezca este texto sobre Tomás y sus dudas racionales. La gran bienaventuranza viene hacia todos los creyentes que no vieron y que creyeron por el testimonio de los que vieron. Y siempre se podría dudar de esos testimonios como se duda de la resurrección del Señor.
Pista para la predicación
La confianza en los testigos.
Literatura consultada:
Lindars, “The Composition of John xx,” New Testament Studies 7 (1960–61) 142–147.