Juan 20:1-18
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Nota: Diversas informaciones exegéticas fueron tomadas de los siguientes comentarios:
HAENCHEN, Ernst, John. A Commentary on the Gospel of John Chapters 7-21, Hermeneia, Vol. 2, Philadelphia, Fortress, 1984.
SLOYAN, Gerard, John, Interpretation, Atlanta, GA, John Knox Press, 1988.
BROWN, Raymond E., The Gospel According to John XIII-XXI, Anchor Bible 29ª, Nueva York, Doubleday, 1970.
De todas las mujeres presentes en la tumba en los sinópticos, sólo María Magdalena aparece en Juan. Ella no mira dentro del sepulcro, sino que deduce del hecho de que está abierta, que alguien ha robado el cadáver. ¿Por qué Juan eliminó al resto de mujeres y dejó sólo a esta María, ni siquiera a la madre de Jesús?
V. 2. Comienza una inserción que va hasta el 10 inclusive: María corre a avisarles a Pedro y al “discípulo a quien Jesús amaba”, quienes están en Jerusalén, junto con otros discípulos, a pesar de que en Jn 16:32 Jesús había predicho que se desparramarían con miedo.
V.3. Alarmados ante esto, Pedro y los otros discípulos salen y van al sepulcro. En el siguiente v. Pedro y el discípulo amado son los únicos que aparecen, los otros discípulos que estaban con Pedro desaparecen (véase Lc 24:12 y 24, con las mismas dos tradiciones).
A continuación se arma una competencia de jerarquías: rl discípulo a quien Jesús amaba (que había aparecido por última vez junto a la cruz) es el primero en llegar a la tumba y ver las vendas con que habían envuelto a Jesús. Pero será Pedro, cuando llegue corriendo un poquito después (que la última vez había aparecido negando a Jesús) quien entre primero a la tumba vacía. Pedro ve el paño con que habían cubierto su cabeza, lo cual prueba que los discípulos no habían robado el cuerpo. A continuación entra el “otro discípulo”, quien ve lo mismo y cree (es el primero en creer).
V. 9. Se mantiene la primacía del otro discípulo. Ante la ignorancia colectiva (“no conocían las Escrituras, que debía resucitar”), uno solo regresa habiendo creído. En ningún momento hay contacto entre los discípulos varones (Pedro y “el otro”) y María.
V. 11. Después de esta inserción, Magdalena aparece sola, llorando junto al sepulcro. Los comentarios no se ponen de acuerdo sobre si atribuir estas diferencias a un redactor o al evangelista mismo, quien habría tenido acceso a diferentes fuentes. El hecho es que mientras lloraba, María se inclinó hacia el sepulcro (no entró) y allí encontró dos ángeles de blanco, uno a los pies y el otro a la cabecera de donde había estado el cuerpo de Jesús. Probablemente han sido incluidos porque forman parte de la tradición, pues en Juan no cumplen el mismo papel que en los sinópticos. Como “el otro discípulo” ya había llegado a creer al ver, sin necesidad del anuncio, y como Jesús mismo se aparecerá a María, no son los intérpretes de la resurrección.
V. 14. María gira y descubre una figura que no puede reconocer; el Jesús resucitado no les es accesible como lo era el Jesús que habían conocido. Como el autor presupone la resurrección, lo impráctico de la propuesta de María no es considerado: ¿a dónde llevaría ella sola un cuerpo ya en descomposición y sin haber preparado una tumba? Aquí vemos de nuevo la técnica tan joanina de hacer llegar al entendimiento a un discípulo o discípula empezando con un malentendido.
V. 16. Al oír su nombre pronunciado por Jesús, María lo reconoce como el Maestro. Según estudios recientes, rabbouni era la forma de pronunciarlo en tiempos de Jesús.
V. 17. La respuesta de Jesús deja abiertos muchos interrogantes. Algunos toman la forma áptou como procedente de una raíz aramea significando “aferrarse a una persona”, “seguir” y por ende, implicando un abrazo o toque de María, “déjame.” Pero la misma raíz también tiene el significado de “seguir”; el problema es a dónde lo va a seguir, si sube al Padre. Otras interpretaciones: “no temas”, “no me toques” (Vulgata, implicando que no lo ha tocado todavía). (En Mt 28:9 las mujeres lo saludan tocándole los pies).
Si no se considera la resurrección como un retorno a la vida mundana al estilo de la de Lázaro, entonces no hay paso intermedio entre la resurrección y la subida. Pero al mismo tiempo sería más sencillo entenderla como un retorno, y a Jesús como en un estado intermedio entre corporal y espiritual, o entre el estado que tenía mientras estaba en la tierra y el estado que tendrá en el cielo. Para algunos comentarios, esto es inaceptable para Juan. Para otros comentarios, Juan concibe a Jesús precisamente en ese estado intermedio (!?). De todos modos, la intención de Jesús, expresada en la orden de dejarlo ir y en lo que ella tiene que comunicar a los discípulos, es que la relación entre maestro y discípulos (pronto creyentes) ha cambiado. La expresión de Jesús “mi Dios y vuestro Dios” no debería interpretarse como mostrando que Jesús se relaciona con Dios diferente de como los discípulos lo hacen, sino enfatizando que “mi Dios es vuestro Dios.”
Aunque 1 Co 15:5-7 se olvida de María, Lc 24:9-10 mantiene su recuerdo (junto con el de otras mujeres) como aquélla que llevó la buena nueva de la resurrección a los discípulos.
Si alguien va a predicar usando a Juan este y el próximo domingo (Tomás), quizás valdría la pena hacer un paralelo de posiciones de fe, pero no para ensalzar a una y criticar al otro. En este capítulo hay al menos cuatro posiciones: las de Pedro, el discípulo al que Jesús amaba, María Magdalena y Tomás (y hasta se podría dividir la de María en dos momentos), y cada una refleja el estado de nuestra fe en algún momento.
HAENCHEN, Ernst, John. A Commentary on the Gospel of John Chapters 7-21, Hermeneia, Vol. 2, Philadelphia, Fortress, 1984.
SLOYAN, Gerard, John, Interpretation, Atlanta, GA, John Knox Press, 1988.
BROWN, Raymond E., The Gospel According to John XIII-XXI, Anchor Bible 29ª, Nueva York, Doubleday, 1970.
De todas las mujeres presentes en la tumba en los sinópticos, sólo María Magdalena aparece en Juan. Ella no mira dentro del sepulcro, sino que deduce del hecho de que está abierta, que alguien ha robado el cadáver. ¿Por qué Juan eliminó al resto de mujeres y dejó sólo a esta María, ni siquiera a la madre de Jesús?
V. 2. Comienza una inserción que va hasta el 10 inclusive: María corre a avisarles a Pedro y al “discípulo a quien Jesús amaba”, quienes están en Jerusalén, junto con otros discípulos, a pesar de que en Jn 16:32 Jesús había predicho que se desparramarían con miedo.
V.3. Alarmados ante esto, Pedro y los otros discípulos salen y van al sepulcro. En el siguiente v. Pedro y el discípulo amado son los únicos que aparecen, los otros discípulos que estaban con Pedro desaparecen (véase Lc 24:12 y 24, con las mismas dos tradiciones).
A continuación se arma una competencia de jerarquías: rl discípulo a quien Jesús amaba (que había aparecido por última vez junto a la cruz) es el primero en llegar a la tumba y ver las vendas con que habían envuelto a Jesús. Pero será Pedro, cuando llegue corriendo un poquito después (que la última vez había aparecido negando a Jesús) quien entre primero a la tumba vacía. Pedro ve el paño con que habían cubierto su cabeza, lo cual prueba que los discípulos no habían robado el cuerpo. A continuación entra el “otro discípulo”, quien ve lo mismo y cree (es el primero en creer).
V. 9. Se mantiene la primacía del otro discípulo. Ante la ignorancia colectiva (“no conocían las Escrituras, que debía resucitar”), uno solo regresa habiendo creído. En ningún momento hay contacto entre los discípulos varones (Pedro y “el otro”) y María.
V. 11. Después de esta inserción, Magdalena aparece sola, llorando junto al sepulcro. Los comentarios no se ponen de acuerdo sobre si atribuir estas diferencias a un redactor o al evangelista mismo, quien habría tenido acceso a diferentes fuentes. El hecho es que mientras lloraba, María se inclinó hacia el sepulcro (no entró) y allí encontró dos ángeles de blanco, uno a los pies y el otro a la cabecera de donde había estado el cuerpo de Jesús. Probablemente han sido incluidos porque forman parte de la tradición, pues en Juan no cumplen el mismo papel que en los sinópticos. Como “el otro discípulo” ya había llegado a creer al ver, sin necesidad del anuncio, y como Jesús mismo se aparecerá a María, no son los intérpretes de la resurrección.
V. 14. María gira y descubre una figura que no puede reconocer; el Jesús resucitado no les es accesible como lo era el Jesús que habían conocido. Como el autor presupone la resurrección, lo impráctico de la propuesta de María no es considerado: ¿a dónde llevaría ella sola un cuerpo ya en descomposición y sin haber preparado una tumba? Aquí vemos de nuevo la técnica tan joanina de hacer llegar al entendimiento a un discípulo o discípula empezando con un malentendido.
V. 16. Al oír su nombre pronunciado por Jesús, María lo reconoce como el Maestro. Según estudios recientes, rabbouni era la forma de pronunciarlo en tiempos de Jesús.
V. 17. La respuesta de Jesús deja abiertos muchos interrogantes. Algunos toman la forma áptou como procedente de una raíz aramea significando “aferrarse a una persona”, “seguir” y por ende, implicando un abrazo o toque de María, “déjame.” Pero la misma raíz también tiene el significado de “seguir”; el problema es a dónde lo va a seguir, si sube al Padre. Otras interpretaciones: “no temas”, “no me toques” (Vulgata, implicando que no lo ha tocado todavía). (En Mt 28:9 las mujeres lo saludan tocándole los pies).
Si no se considera la resurrección como un retorno a la vida mundana al estilo de la de Lázaro, entonces no hay paso intermedio entre la resurrección y la subida. Pero al mismo tiempo sería más sencillo entenderla como un retorno, y a Jesús como en un estado intermedio entre corporal y espiritual, o entre el estado que tenía mientras estaba en la tierra y el estado que tendrá en el cielo. Para algunos comentarios, esto es inaceptable para Juan. Para otros comentarios, Juan concibe a Jesús precisamente en ese estado intermedio (!?). De todos modos, la intención de Jesús, expresada en la orden de dejarlo ir y en lo que ella tiene que comunicar a los discípulos, es que la relación entre maestro y discípulos (pronto creyentes) ha cambiado. La expresión de Jesús “mi Dios y vuestro Dios” no debería interpretarse como mostrando que Jesús se relaciona con Dios diferente de como los discípulos lo hacen, sino enfatizando que “mi Dios es vuestro Dios.”
Aunque 1 Co 15:5-7 se olvida de María, Lc 24:9-10 mantiene su recuerdo (junto con el de otras mujeres) como aquélla que llevó la buena nueva de la resurrección a los discípulos.
Si alguien va a predicar usando a Juan este y el próximo domingo (Tomás), quizás valdría la pena hacer un paralelo de posiciones de fe, pero no para ensalzar a una y criticar al otro. En este capítulo hay al menos cuatro posiciones: las de Pedro, el discípulo al que Jesús amaba, María Magdalena y Tomás (y hasta se podría dividir la de María en dos momentos), y cada una refleja el estado de nuestra fe en algún momento.