Juan 12:1-8

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Isaías 43:16–21; Salmo 126; Filipenses 3:4b–14; Juan 12:1–8 (Juan 8:1–11)

Introducción

La retirada a Efraim, tierra del acogimiento, significa ir a esconderse de los perseguidores y de aquél que predice su sacrificio (11:45–54). La actitud en Judea siempre es ambigua: hay creyentes (11:45 = polloi) y también delatores (11:46 = tines). La preocupación mayor de algunos es el topos, el lugar Santo, y la ethnos, la nación (11:48). La persona que tiene la responsabilidad aquel año (el de la muerte de Jesús) en ser ‘puente’ entre Dios y los hombres, profetiza: conviene que un hombre (anthropos) muera a favor (hyper) del pueblo (laos) y no que perezca la nación (ethnos), a saber, la propia Judea (11:50). Sin saberlo, el sumo sacerdote hace una buena distinción entre laos y ethnos. El proscrito morirá por el Pueblo (de Dios) para que se salve – en equivocado razonamiento – la nación judea. Pero aquél que se esconde en Efraim está destinado, por medio de su muerte, a congregar a los hijos de Dios (tekna tou theou) en un solo cuerpo (11:51–52; cf. 12:32 “cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”). La diáspora es de Jesús (cf. 12:20–26). El edicto establece que el que se ha escapado a Efraim (11:53) perezca por la muerte decretada. La zona de Efraim le permitiría permanecer escondido en la región lindante con el desierto, seguro, como un buen refugio temporal (11:54ab).
En el camino a Efraim debe pasar por Bajorín, donde el gran rey David soportaba su hora más desgraciada (II Sam 16:5ss), pero sus caminos se separan, ya que Jesús toma la senda del noreste. Podía haber ido más al norte donde, seguramente, hubiera sido recibido por los amigables samaritanos. Pero, esto hubiera significado no finalizar su plan: esperar para morir. Allí pasará tres meses, según la cronología juanina, los últimos tres de su vida en este mundo con sus discípulos (11.54c), porque le permitiría protegerse del frío invierno en las cuevas bajas, y enseñar más a los discípulos: los Doce. Estos, en realidad, todavía no eran reales seguidores – según el EvJn – ya que sólo luego del desenlace comprenderán de qué se trata. Las últimas instrucciones no son entendidas del todo por sus amigos. Pero Jesús espera su kairós o su hora, en el lenguaje del EvJn, para que ellos finalmente las comprendan.
En la Pascua se sacrifica al cordero, y ésta es la Pascua elegida (11:55). En Jerusalén hay tumultos y rumores acerca de Jesús, y lo buscan en las inmediaciones del Templo (11:56) todos aquellos que habían subido a purificarse y que rondaban la región contigua a Jerusalén. El evangelista juega con los términos: La Pascua de los judíos/ subieron muchos hacia Jerusalén de la región/para purificarse). La descripción señala la Pascua elegida para la hora de Jesús; este es el escenario.
Jesús ungido en Betania (12:1-8)
A pesar de saber que hay una orden contra él (11:57), vuelve a Betania seis días antes de la Pascua (12:1), o sea, el domingo por la mañana, ya que ir de Efraim a Betania o a Jerusalén tomaría unas doce horas. El retorno de Efraim a Betania indica claramente que Jesús eligió el camino de la muerte. No es necesario que el evangelista lo diga expresamente, porque en el verso anterior (11:57) se habla de un edicto para prenderlo, y unas líneas antes habían acordado matarlo (11:53) ¿Qué otra cosa puede significar esa caminata de Efraim a Betania sino el ‘ajusticiamiento’?.
A veces se pasa por alto un versículo porque sólo dice que Jesús fue aquí o allí. Pero también hay que leer esos datos con cuidado(¡leerlos y releerlos!). En una senda de doce horas caminadas pueden suceder muchas cosas ¡Y cuántas han sucedido en esa senda de muerte! El vers. 12:1 plantea entre líneas los sucesos principales de la historia del Pueblo de Dios. En el largo trecho que media entre Efraim y Betania se pueden descubrir acontecimientos pasados cargados de historia. Es cierto que el evangelista no lo dice expresamente, pero en estas conexiones que el EvJn hace entre un suceso fundamental de la vida de Jesús y otro, siempre está presente la historia veterotestamentaria.
¿Qué pensarían los discípulos? ¿Iría Jesús a Jerusalén una vez más para permanecer para siempre? (cf. 12:34) Los sucesos que el trayecto denotaba les tendrían que haber hecho pensar en forma diferente que hasta entonces. Pero si ellos no lo hicieron, sí lo habría de hacer el lector de la redacción joanea y, más aun, un lector Palestino.
En la senda, los caminantes van dejando atrás Rimmón, Miqmás, Gueba, Azmaveth, Anatoth, Nob: aldeas todas cargadas de historia de reyes y de muerte (Is 10:27–32). Este sendero recuerda al ‘lobo rapaz’ Benjamin de Gen 49:27: Rimmón puede simbolizarlo por las actitudes de sus habitantes en la historia bíblica (Jue 19:20). Este es un lugar de muerte, aunque de la muerte viene la esperanza de la vida (Is 11:1–13), porque ni Efraim ni Judá se celarán mutuamente. En el camino se puede observar una ciudad en ruinas, con un rey que cuelga de la puerta de la ciudad... signo de la muerte en la senda de los peregrinos (Jos 8:10–29). Miqmás y Gueba traen a la memoria un campo de batalla, donde el primer ungido, Saúl, no puede llegar a la victoria por causa de sus supersticiosos conceptos religiosos (I Sam 13:5–14:46). La bajada por el valle implica entrar en la muerte (Sal 23) que rememora Azmaveth (‘fuerte es la muerte’). Más cerca de Betania, al pasar por Anatoth, golpea la presencia del profeta Jeremías, el que se levanta para hablar en contra de Jerusalén, de su destrucción; a pesar de que el profeta es amenazado de muerte (Jer 1:1–19) le avisa a la Santa ciudad su sino, porque ha abandonado la verdadera fuente de agua viva (Jer 2:1–13). Ya están con la vista en Jerusalén, la divisan desde el Este, y pasan por Nob donde el gran rey David, el que levantó expectativas mesiánicas (Zac 9:9), atrajo muerte y comió el pan de la presencia para producir la destrucción y la muerte (I Sam 20:35–21:6). Jerusalén la destruida esta allí nomás (Sal 79) la que algún día vivirá confiada (Sof 3.16). Si voltean su mirada hacia atrás, desde Gueba hasta Rimmón, el valle será plano y Yavé reinará en Jerusalén (Zac 14:9–11). ¡Cuántas vicisitudes se contemplan en un camino como el recorrido! Reyes... Poder... Destrucción... Muerte.
Queda flotando una pregunta: qué clase de Rey es Jesús. Los reyes, como los Mesías, deben establecerse en Jerusalén para reinar sobre todo el mundo. Así se creía y esperaba ¿Sería Jesús como los reyes que mostraba el camino que recorrían? Si tal fuera el caso, debería haber enfilado desde Nob hacia la Puerta Dorada de la Ciudad Santa para entrar, matar y reinar, en cambio toma una actitud distinta, incomprensible a primera vista. No es como los reyes asesinos del camino. Va a ir a una pequeña localidad: Betania, a ser ungido por los pies, como un rey... cadáver.
Betania sería, probablemente, el lugar donde muchos galileos pernoctarían en campamentos, porque sería muy difícil que en cada fiesta Jerusalén pudiese contener a todos; por lo cual Jesús y sus seguidores continúan hacia la villa de Marta, María y Lázaro, por el pretexto del séptimo signo, a reunirse con sus amigos. Betania, en aquella ocasión es un trozo de Galilea en Judea. Es como ir a casa, a su casa. Al anochecer del incipiente segundo día de la semana de la Pasión de Jesús, una cena le es preparada (12:2 no hay que olvidar que luego de las seis de la tarde ya es otro día). Se la comparte en el calor y el amor de la comunidad creyente. Atrás había quedado el olor a muerte; Lázaro, el muerto, estaba presente con el mensaje de vida. La cena de Betania parece anunciar el gran Banquete Mesiánico que algunos esperaban que se realizara muy pronto. Pero sucede lo insólito.
María, una de las hermanas de Lázaro, ‘unge’ los pies de Jesús. ¿Se equivocó? En realidad, si Él es el rey Mesías, habría que haberlo ungido en la cabeza. Pero, no. Fue preparado como para un funeral. Entonces, es un rey cadáver (!). Los Sinópticos, por razones de su interpretación teológica y el sentido que pretenden darle a ese acto, hacen ungir a Jesús por la cabeza (Mt 26:7; Mc 14:3). Luego de la resurrección de Jesús este gesto sinóptico tiene un sentido correcto, pero ante la perspectiva de la muerte, como de hecho va a ocurrir, el EvJn muestra que el suceso del ungimiento por los pies anticipa esa muerte. Jesús lo dice: ¿habría de guardarlo para el día de mi sepultura? (12:7; cf. Mt 26:12; Mc 14:8). Estas palabras corroboran nuestra comprensión de que en la escena se quiere advertir que Jesús es ungido como un muerto, enfatizando la tónica de toda la segunda parte del Evangelio Joaneo en esa dirección. Por los pies se unge a un cadáver, y de esa forma es ungido Jesús, el rey cadáver, y no por la cabeza como hubiese correspondido con un rey a entronizar.
El incidente con Judas de Cariot, permite comprender la intención juanina ¿Qué pregunta Judas? ¿Por el dinero, o quizás por los pobres, o tal vez por el ungimiento mismo? Generalmente, se entiende, y no sin cierta razón, que Judas es el portavoz de un concepto generalizado sobre las buenas obras con los pobres en tiempos de la fiesta de Pascua. Si Moisés dice en Deut 15:7ss que hay que ocuparse de los pobres, y la literatura rabínica recoge esta tradición, entonces Judas es más religioso que el propio Jesús, que acepta y no corrige a una mujer como María ¡Qué tiene que ver una mujer en todo este asunto grave del Pueblo de Dios! Pero Jesús no lo hace. Parece estar con María, la equivocada. Estimamos que en la redacción juanina, Judas está más preocupado por el ungimiento que por los pobres o el dinero. Sí, es cierto, Judas habla de lo último. Pero, hay dos elementos que indican su intención: la respuesta extraña de Jesús y el comentario anterior del EvJn. Jesús habla de ungimiento para la muerte, y el EvJn de la actitud de Judas, el discípulo kleptes ( ladrón, en lenguaje argentino ‘chorro’). Judas como portavoz de las expectativas de la comunidad de Jesús no quiere, realmente, un rey cadáver y arguye que hubiese sido mejor usar el ungüento para hacer una buena obra y, de paso, conseguir más adeptos.
¿Iría Jesús a Jerusalén, una vez más, para permanecer para siempre? La respuesta se halla en el EvJn 12:8: eme de ou pantote ejete (!!) (no me tendréis siempre). En esta oración el EvJn va adelantando, y lo deja en suspenso, el propósito de Jesús al ir a Betania y, más tarde, quizás, a Jerusalén. Desde el punto de vista de algunas expectativas mesiánicas si Jesús no piensa quedarse para siempre, no debe ser el Mesías. Ahora bien, ¿qué quiere decir permanecer para siempre? Para tales expectativas significa reinar en triunfo y, quizás, morir de una vejez prolongada. Para Jesús representa una cosa muy distinta.
En el Evangelio joaneo Jesús se caracteriza por romper cualquier clase de expectativa corriente, o entendida sólo desde un plano terrenal. En Betania otra expectativa ha sido rota: el ungimiento de un rey. Lo que en realidad sucedió tiene otro sentido, completamente distinto al esperado pero no, necesariamente, distinto al objetivo final, porque los lectores ven qué se prepara: se ungió o preparó un cadáver para la sepultura. Un rey cadáver va para Jerusalén. Caifás profetizaba con su acto la muerte de uno por la salvación de todos (11:49–53), María lo hace ungiendo un rey sin saberlo, por los pies, y también profetiza que muere por todos.
Volvamos a la Cena. La Cena del domingo por la tarde – al anochecer – refleja el primer día de la semana creacional. Pero esta semana creacional es la perfecta, porque termina con la redención del hombre. En el primer día de esta semana perfecta Jesús encabeza un banquete mesiánico ¡Entonces es Mesías!
Recordemos que el EvJn 12:1 comienza con las palabras pro ex hemeron tou pasja elthen eis Betanian (seis días antes de la Pascua vino (fue) a Betania) ¿Qué significa? El EvJn rememora la primera semana del libro del Génesis y, en este caso, geográficamente hablando, la última semana perfecta cuando él reine por medio de su muerte, tiene la secuencia: Efraim – Betania – Jerusalén. Si Efraim significa el acogimiento y el escondite, Betania quiere decir el ungimiento (por los pies) y, Jerusalén, la muerte. La semana perfecta comienza con una Cena Mesiánica y el Ungimiento de un rey cadáver. Recordemos que Judas había preguntado por qué. Nosotros argumentamos que se refería al ungimiento y no a los pobres. Judas había sido calificado de diablo (6:70) Esa calificación tan tempranamente en el EvJn es parte de su estilo que prepara el camino de la interpretación con un anticipo deliberado que el lector tiene que ‘pescar’ para poder comprender. Ahora lo llama ladrón (12:6), y más tarde Satanás entrará en él (13:2, 27), pero el resto de los discípulos, en esta última escena, siguen pensando que continuaba la cuestión de los pobres (13.29), la cual quedará dilucidada cuando Judas aparezca como el entregador ante la sorpresa del resto de los discípulos (18:2, 5). En Henoc 86:1–87:4 se describe cómo Satán era el ángel más amado, el consejero de Dios, respetado por los demás seres celestiales; un día decidió ponerse en contra de Dios y fue echado del cielo. Judas es el discípulo más importante, el que tenía la bolsa (12:6; 13:29), el que estaba a la izquierda del Rabbí (13:26) cuando la última cena. El símil es agudo. El más amado por Jesús es el traidor, como Satán. Los otros discípulos deben haber estado con Judas con respecto a su exteriorización de ayudar a los pobres, porque hay que recordar que los Sinópticos colocan el cuestionamiento al acto de la mujer – María en el caso del EvJn – en boca de todos los discípulos o de algunos (Mc. 14:4, Mt. 26:8). En otros términos, el acto de la mujer es agredido por lo que significa en contra de expectativas mesiánicas triunfalistas.

Reflexión teológica

Hay dos temas teológicos que resaltan fuertemente en este pasaje: (i) el cristológico – mesiánico; (ii) el antropológico. Respecto del primero resalto el carácter del Cristo/Mesías que está representado en el ungimiento por parte de María: se trata de un rey/cadáver preparado para su sepultura con un sentido de redención, incluso apuntando a la Cena mesiánica final. Respecto del segundo apunto a la figura de Judas, el discípulo principal del Jesús histórico – del tesorero – según el EvJn. Es un ladrón furtivo y un tergiversador de buenas ideas proferidas y mala acción obrada. Esto es muy importante porque muchas veces se olvida que todo buen discurso debe estar acompañado de una vida honesta. La Palabra obrada.

Pistas para la predicación

La línea estaría en contrastar al Cristo y al traidor – ladrón, que está metido en la misma comunidad de Jesús. A veces hay mucha misericordia con los ladrones y tergiversadores. No sería ocioso señalarlo. Es cierto que la gente tiene que escuchar la Buena Noticia, pero ésta tiene muchas facetas y depende también del contexto en el que nos encontramos. En América Latina – en algunos lados más que en otros – hay demasiados ladrones y tergiversadores y el Señor quiere redimir a su pueblo. Para eso Jesús es ungido (ungido es la traducción castellana de mesías).

Literatura consultada

R. Schnackenburg, El Evangelio según San Juan.
Joachim Jeremías, Art. Ptojos (pobre), TDNT, VI.
Joachim Jeremías, La última Cena, Palabras de Jesús, Cristiandad, Madrid, 1980.
N. Lazure, “Le lavement des pieds Jn 13:1-15”, AssemblSeign 20 (1973), p. 53-64.

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