Juan 10:22-30
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Hechos 9:36-43; Salmo 23; Apocalipsis 7:9-17; Juan 10,22-30
Análisis
El texto de hoy da continuidad al tema del Buen Pastor (Jn 10:11) que domina en este capítulo. Pero a la vez hay un corte escénico, ya que la perícopa comienza indicando ocasión y lugar (v. 22). Esta será la última oportunidad en el Ev. de Juan en que Jesús visita el templo, ya que la expulsión de mercaderes en este evangelio se da al comienzo del ministerio (Jn 2:12 ss.). La fiesta celebrada, de Dedicación (Hanukkah), tiene su origen en tiempo de los Macabeos, en recordación de la purificación del Templo tras su recuperación después de la profanación realizada por Antíoco Epífanes (165 a.C.). Incluso el detalle “era invierno” resulta superfluo, pues la fiesta era fija y siempre se realizaba a comienzos de diciembre (invierno en el hemisferio norte). Seguramente más que el clima meteorológico quiere señalar el clima teológico. Jesús se encuentra en un ambiente frío y hostil, como lo demostrará el fin del capítulo. El templo ya no abriga la presencia de Dios. Ahora, como se verá, es Jesús el que presenta al Padre, no ya el Templo.
La escena pone a los dirigentes del Templo en torno de Jesús (judíos, aquí, debe interpretarse en términos de los gobernantes religiosos de Judea). A diferencia de otras circunstancias, no lo rodea la multitud sino un grupo de dirigentes escogidos que quiere forzarlo a una declaración abierta. La expresión de la pregunta, en griego, es muy fuerte. Literalmente, ¿hasta cuando nuestra vida tomarás (o, levantarás en el aire)? ¡Si eres el Mesías, dilo libremente! (v. 24)). En realidad, lo que quieren es la vida de Jesús. El juego de palabras es interesante, por que luego Jesús será levantado para quitarle la vida, pero en ello dará vida. Las mismas palabras han sido usadas en unos versos anteriores, Jn 10:17-18. Allí Jesús expresa que el Padre le ama porque pone su vida. Nadie se la toma (levanta) sino que él la pone.
El mismo pedido, aunque expresado menos dramáticamente, le han hecho los judíos a Juan el Bautista (Jn 1:19-28) y al mismo Jesús (8:25). Pero esas respuestas no les alcanzan para su acusación. Ellos quieren una declaración explícita autoincriminatoria. Pero Jesús los remite a su propio juicio. Ellos quieren una afirmación válida legalmente, lo que Jesús les da es una respuesta que debe brotar de un acto de confianza, de la fe “Ya les dije, pero no me creen” (v. 25). Esa respuesta está en la vida misma de Jesús (para Juan, “las obras” de Jesús no son sólo las señales, sino su misma presencia en el mundo). Ellos son los que deben responder ante la evidencia de su vida, y no él ante el requerimiento formal de los dueños del Templo. Hay una clara contraposición entre dos “teologías”.
Aquí aparece entonces nuevamente la imagen del pastor y el rebaño. Los que plantean la pregunta, por su misma pregunta, demuestran que no constituyen el rebaño del pastor. Su vida depende de una respuesta formal de la Ley y no de su relación de confianza con el Hijo. Porque no pueden reconocerlo. Los/las que oyen su voz y le reconocen forman el pueblo de la fe (Jn 10:4, pero también, Jn 20:14-16). Para ellos y ellas hay una vida eterna porque ya han reconocido quien es el Mesías (v. 27). La pregunta de “hasta cuándo tomarás nuestra vida...” tiene respuesta. Han descubierto a Jesús como el Mesías Hijo de Dios (cf. Jn 20:30-31), no por una declaración jurídicamente válida, sino desde la confianza. Y entonces su vida queda prendida de la de Jesús por la eternidad (v. 28). Esto es posible porque ahora la gloria de Dios está en Jesús. No ya en el Templo, donde a pesar de las fiestas sigue siendo invierno, sino en la mano bondadosa de Dios. el que ha creado la vida, y que ahora está mostrando su presencia en el Hijo. Nadie creado que permanezca en esta relación podrá ser arrebatado, quitado de la mano de Dios.
Comentario homilético
Este es un buen texto para confrontar la religiosidad formal, la que depende de declaraciones, leyes y doctrinas, por un lado, frente a la experiencia de la fe como relación de confianza en Dios. Diferenciar entre el “invierno” de festividades de pureza, y el abrigo de vivir en un rebaño guiado por Jesús. Esta vida plena y eterna es posible por la capacidad de ver en la vida de Jesús, sus obras, la presencia del Dios eterno que tiene nuestra vida en sus manos, que la tiene para cuidarla y preservarla, sostenerla eternamente.
Formar parte de un rebaño es ser consciente, también, de los otros que viven de esta misma experiencia, que se nutren de la misma fe. Otros que, a su manera, también oyen sus nombres en la voz del Pastor y le siguen. Pero también reconocer que hay quienes no pueden integrarse al rebaño porque el modo de vida de Jesús les resulta indescifrable. Por que sus obras, que miran al ciego, al desvalido, al pobre y al doliente, no les revelan el amor de Dios. Son los que permanecen ciegos al don de la fe (Jn 9:40-41).
El mensaje de fondo es la presencia de Dios en la vida de Cristo como presencia de Dios en nuestra vida. El Templo, sus fiestas y formalidades, han quedado en la historia como una expresión insuficiente del amor de Dios. Ahora ese amor se hace presente en forma personal, en Jesús, y con él a todos y todas las que ponen sus manos en la misma obra. Por que es la obra de las manos de Dios.
Sugerimos como canciones que pueden acompañar esta lectura:
"Dios entre tus manos"
"La mano de Dios"
"En tus manos, Señor"
