Jn. 19:25-27 (Sepelio)
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Juan 19: 25-27.
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25 Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su
madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.
26 Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quién él amaba,
Jesús le dijo: "mujer, aquí tienes a tu hijo". 27 Luego dijo al dis-
cípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el
discípulo la recibió en su casa.
1- Confianza en la promesa de la resurrección.
Con ser que era Jesús el Hijo de Dios, no evitó eso que enfrentara el dolor de la muerte. La promesa de la resurrección, la esperanza que lo alentó en su vida, no le ahorró ni el dolor ni el sufrimiento frente a las tragedias de su vida.
Sí la esperanza guió sus acciones y le dio fuerzas para seguir sabiendo que frente a Dios ni la muerte tiene la última palabra. La esperanza en la promesa nos ayuda a encontrar los caminos de la mano de Dios cuando nuestros caminos parecen perderse o confundirse.
2- Jesús se preocupa aún en el momento de su muerte del bienestar de sus seres queridos y de sus seguidores.
Quiere que haya fraternidad entre ellos, que nadie quede desprotegido.
Recomienda a su madre y a su discípulo que se cuiden mutuamente.
Su confianza en la promesa de la resurrección era muy grande pero esto no sirvió para que no se preocupara por los seres queridos. Al contrario, esta esperanza guió sus acciones en favor de los otros.
La esperanza guía nuestras acciones, no las sustituye.
3- que sea la esperanza en la resurrección la que pueda alentarlos en esta hora tan difícil, y que también sea el cuidado mutuo, la comprensión, el afecto, la preocupación por el otro las actitudes que guíen sus relaciones.
Que la esperanza de la resurrección los guíe hasta el amor de la entrega por los otros. Jesús nos abrió el camino, confíen en El, El los guiará.
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25 Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su
madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.
26 Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quién él amaba,
Jesús le dijo: "mujer, aquí tienes a tu hijo". 27 Luego dijo al dis-
cípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el
discípulo la recibió en su casa.
1- Confianza en la promesa de la resurrección.
Con ser que era Jesús el Hijo de Dios, no evitó eso que enfrentara el dolor de la muerte. La promesa de la resurrección, la esperanza que lo alentó en su vida, no le ahorró ni el dolor ni el sufrimiento frente a las tragedias de su vida.
Sí la esperanza guió sus acciones y le dio fuerzas para seguir sabiendo que frente a Dios ni la muerte tiene la última palabra. La esperanza en la promesa nos ayuda a encontrar los caminos de la mano de Dios cuando nuestros caminos parecen perderse o confundirse.
2- Jesús se preocupa aún en el momento de su muerte del bienestar de sus seres queridos y de sus seguidores.
Quiere que haya fraternidad entre ellos, que nadie quede desprotegido.
Recomienda a su madre y a su discípulo que se cuiden mutuamente.
Su confianza en la promesa de la resurrección era muy grande pero esto no sirvió para que no se preocupara por los seres queridos. Al contrario, esta esperanza guió sus acciones en favor de los otros.
La esperanza guía nuestras acciones, no las sustituye.
3- que sea la esperanza en la resurrección la que pueda alentarlos en esta hora tan difícil, y que también sea el cuidado mutuo, la comprensión, el afecto, la preocupación por el otro las actitudes que guíen sus relaciones.
Que la esperanza de la resurrección los guíe hasta el amor de la entrega por los otros. Jesús nos abrió el camino, confíen en El, El los guiará.