Iglesia de Cristo

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A Cristo no le viera con mis ojos
Por más que me esforzara sin medida,
Mirando a la asamblea ya reunida,
Encuentro a mi Maestro sin enojos.

Aquel hermano es, y este, y cualquiera,
Y entiendo éste misterio tan grandioso.
Son todos, son su cuerpo que glorioso
Ya vive siempre en mí sin más barrera.

Su imperio opera y vive en los hermanos
Reunidos en unánime esperanza.
Que invocan con tesón su nombre a ultranza.

Señor de todos ellos, en sus manos
La causa de su Padre deposita
Y en ellos se revela y nos visita.

Su iglesia queda ahíta
De amor, de fe, de paz y de sosiego
Y Él reina allí, sin fin, sin hiel ni ego.


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