Hechos 9:26-31
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Esta vez vamos a tomar los textos de la 1 carta de Juan, un verdadero documento sobre Jesús el Hijo de Dios y el Cristo, y sobre el amor de unos a otros. Hay continuidad con el pensamiento del cuarto evangelio.
En este domingo corresponde el pasaje de 3:18-24. El segmento elegido para la liturgia corta una hermosa estructura literaria que se forma desde el v.11 (midrás sobre Caín; léxico de “permanecer”; amar a los hermanos; “dar la vida”) y que en los vv.18-24 se expande con el tema del “amar con obras y según la verdad”.
¿Cuándo nos condena la conciencia? En el contexto, parece ser cuando no amamos al otro. A la inversa, si amamos (ratificando con la praxis el gran mandato), tenemos plena confianza y “entrada” ante Dios.
La entolé del amor, que hasta ahora tenía como objeto al otro, tiene también, en el v.23a, otro referente, “que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo”. Sabemos que la fe no se impone. Pero la entolé no es nomos; más bien, es un “encargo / encomienda / tarea”.
Nunca aparece aquí el vocablo nomos (la ley pone un límite, es externa, viene de un legislador, conlleva el castigo por su transgresión), ni Jesús impuso nomos alguno. La entolé, por el contrario, no tiene límite, apela a un "modelo", no se agota su realización, viene de un Maestro.
Reflexión:
1. Lo notable aquí – que puede servir como de eje para la reflexión – es que el encargo del amor de unos a otros está en paralelo con el creer en que Jesús es el Hijo, el Mesías. Las dos cosas están ligadas por el “permanecer” (en Dios, en el Hijo), que tiene su demostración en el amor.
2. Los textos de la primera carta de Juan son “formadores de comunidad”. No es la “corriente” en la que estamos (individualismo, indiferencia, exclusiones y marginaciones).
3. ¿Cómo se puede generar comunidad en nuestro propio contexto? ¿Es demasiado “utópico” el autor de la carta? ¿Y no son buenas las “utopías”, precisamente por ser tales?
En otro de los textos de estos domingos (1 Jn 2:1-5, para el 7 de mayo), hay pensamientos muy parecidos a los vistos, pero se adelanta una idea muy rica, sobre qué es “conocer” al Hijo. De la manera como en el 4° evangelio el “conocer” a Dios pasa por la aceptación de Jesús en su papel de enviado y mediador (Jn 8:19, etc.), en 1 Jn 2:3 aquel “conocer” está mediado por el guardar los “encargos” (entolaí) de Jesucristo.
De esto se desprende otra reflexión:
4. El contexto en que se hacen estas afirmaciones, especialmente en el cuarto evangelio, es el de gente muy “conocedora” de las tradiciones o de las Escrituras. Como decirles a los teólogos que no conocen a Dios... Sucede que estos "conocedores" terminan aprisionando a Dios en categorías, de lenguaje o éticas, que no cambian a pesar de que Dios sigue revelándose de formas nuevas (como lo hizo en Jesús, como seguramente lo hace ahora en nuestra propia historia).
Para la primera epístola de Juan, ver sobre todo:
Raymond BROWN, The Epistles of John. Anchor Bible; Nueva York, Doubleday, 1982
Rudolf BULTMANN, The Johannine Epistles. Hermeneia; Filadelfia, Fortress Press, 1973.1989.
En este domingo corresponde el pasaje de 3:18-24. El segmento elegido para la liturgia corta una hermosa estructura literaria que se forma desde el v.11 (midrás sobre Caín; léxico de “permanecer”; amar a los hermanos; “dar la vida”) y que en los vv.18-24 se expande con el tema del “amar con obras y según la verdad”.
¿Cuándo nos condena la conciencia? En el contexto, parece ser cuando no amamos al otro. A la inversa, si amamos (ratificando con la praxis el gran mandato), tenemos plena confianza y “entrada” ante Dios.
La entolé del amor, que hasta ahora tenía como objeto al otro, tiene también, en el v.23a, otro referente, “que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo”. Sabemos que la fe no se impone. Pero la entolé no es nomos; más bien, es un “encargo / encomienda / tarea”.
Nunca aparece aquí el vocablo nomos (la ley pone un límite, es externa, viene de un legislador, conlleva el castigo por su transgresión), ni Jesús impuso nomos alguno. La entolé, por el contrario, no tiene límite, apela a un "modelo", no se agota su realización, viene de un Maestro.
Reflexión:
1. Lo notable aquí – que puede servir como de eje para la reflexión – es que el encargo del amor de unos a otros está en paralelo con el creer en que Jesús es el Hijo, el Mesías. Las dos cosas están ligadas por el “permanecer” (en Dios, en el Hijo), que tiene su demostración en el amor.
2. Los textos de la primera carta de Juan son “formadores de comunidad”. No es la “corriente” en la que estamos (individualismo, indiferencia, exclusiones y marginaciones).
3. ¿Cómo se puede generar comunidad en nuestro propio contexto? ¿Es demasiado “utópico” el autor de la carta? ¿Y no son buenas las “utopías”, precisamente por ser tales?
En otro de los textos de estos domingos (1 Jn 2:1-5, para el 7 de mayo), hay pensamientos muy parecidos a los vistos, pero se adelanta una idea muy rica, sobre qué es “conocer” al Hijo. De la manera como en el 4° evangelio el “conocer” a Dios pasa por la aceptación de Jesús en su papel de enviado y mediador (Jn 8:19, etc.), en 1 Jn 2:3 aquel “conocer” está mediado por el guardar los “encargos” (entolaí) de Jesucristo.
De esto se desprende otra reflexión:
4. El contexto en que se hacen estas afirmaciones, especialmente en el cuarto evangelio, es el de gente muy “conocedora” de las tradiciones o de las Escrituras. Como decirles a los teólogos que no conocen a Dios... Sucede que estos "conocedores" terminan aprisionando a Dios en categorías, de lenguaje o éticas, que no cambian a pesar de que Dios sigue revelándose de formas nuevas (como lo hizo en Jesús, como seguramente lo hace ahora en nuestra propia historia).
Para la primera epístola de Juan, ver sobre todo:
Raymond BROWN, The Epistles of John. Anchor Bible; Nueva York, Doubleday, 1982
Rudolf BULTMANN, The Johannine Epistles. Hermeneia; Filadelfia, Fortress Press, 1973.1989.