Hechos 2:1-11

0
Introducción

El Pentecostés (literalmente quincuagésimo) es una importante fiesta del calendario cristiano que se celebra cincuenta días después de la Pascua; recuerda la venida del Espíritu Santo con señales portentosas y el comienzo de la misión de testimonio de los Apóstoles y discípulos de Jesús. En el libro de los Hechos esto es fundamental, pues es el Espíritu Santo el que impulsa y guía la misión. En esta época lo más importante es el ministerio de la palabra, y por tanto los principales líderes son, ante todo, profetas y maestros.

El Pentecostés en su origen, al igual que la Pascua, está estrechamente ligado al calendario litúrgico hebreo, pues los primeros seguidores y Apóstoles de Jesús eran judíos comprometidos con su fe religiosa, y porque en su perspectiva teológica se consideraban en continuidad con la antigua fe de Israel. Por tanto conviene recordar también el marco festivo judío que es análogo a Pentecostés.
En el pueblo de Israel este era el tiempo de la fiesta de las Semanas o de las Cosechas, y era una de las tres importantes fiestas de peregrinación a Jerusalén (ver Ex 23:14-17 y 34:18-23), y esto explica en parte la presencia de gente venida desde diferentes países (Hch 2:9-11). Esta celebración relacionada con el ciclo agrícola tiene lugar siete semanas después de la Pascua (en la primavera del Norte) y el elemento característico de su ritual es la ofrenda de las primicias.

En el judaísmo posbíblico esta celebración evocaba la entrega de la Torá en el Sinaí y se transformó también en una fiesta de renovación de la Alianza; este parece ser el sentido que tiene en el libro de Jubileos 6:20 y en algunos escritos de Qumrán. Para algunos el escenario teofánico que presenta Lucas en Hch 2:1-4 pareciera confirmar que en aquella época ya existía dicha asociación.
Otros textos también acompañan el tiempo de Pentecostés y conviene leerlos desde esa perspectiva. El Salmo 104 es un canto de alabanza a Dios por las maravillas de su creación, y recuerda bellos pasajes de los Salmos 8 y 19. El poeta muestra cómo Dios está presente y activo en la creación y también en la historia humana. El himno sigue el orden de la cosmogonía de Génesis 1; y la relación con Hechos 2:2 se establece a través del versículo 30, donde se hace referencia al soplo (ruaj = viento, espíritu) de Dios que da origen y sostiene a sus criaturas y a la vida en general (ver también Gn 2:7).

1 Corintios 12:3-7 destaca la obra del Espíritu Santo a través de sus dones y carismas, comenzando por la confesión de Jesús como Señor. Hay diversidad de carismas, ministerios y funciones, pero el Espíritu y el Señor es el mismo. Cada uno recibe una manifestación del Espíritu que debe ser utilizada para el bien común y la jerarquía entre los dones se establece según la importancia que tienen para la edificación de la comunidad (1 Co 14); por tanto el amor supera a todos los otros dones (1 Co 13).

Juan 20:19-23 es un relato paralelo a Hechos 2 sobre la venida del Espíritu Santo y el envío de los discípulos a la misión. El Evangelio ubica el acontecimiento en el contexto de las apariciones de Jesús resucitado, cuando se presentó a sus discípulos en una casa donde estaban reunidos. Aquí es el mismo Jesús que envía a sus discípulos y sopla sobre ellos para que reciban el Espíritu Santo. El soplo de Jesús recuerda al espíritu o viento de Dios que insufla vida a sus criaturas (ver Gn 2:7 y Ez 37:9) e impulsa a la misión.

Análisis del texto

Hechos 2:1-11 es el relato de la venida del Espíritu Santo, sus características e implicaciones, acontecido durante el tiempo de Pentecostés. El texto se encuentra en el conjunto de narraciones de lo sucedido en Jerusalén (capítulos 1-15) y se podría dividir en dos partes; los versículos 1-4 describen principalmente el fenómeno, y los versículos 5-11 aportan una explicación más amplia y otros elementos orientadores del sentido.
Según los versículos 1-2 los discípulos reunidos no eran una gran multitud pues estaban en una casa, pero luego parece que comenzó a acercarse mucha gente cuando escucharon el ruido y lo que estaba sucediendo (v. 6). El fenómeno se describe como el ruido de una ráfaga impetuosa de viento que llenó toda la casa (v. 2), y aparecieron unas llamas de fuego que se posaron sobre cada uno de los que estaban allí (v. 3); entonces fueron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas (v. 4).

Hay varios antecedentes de manifestaciones del Espíritu de este tipo relacionados con el antiguo profetismo (por ejemplo Números 11:25-29 y 1 Samuel 10:5-6). Pero aquí está asociado al fenómeno de hablar diferentes lenguas (glosolalia), lo cual parece ser una experiencia frecuente en las comunidades cristianas primitivas (ver Hch 10:46; 19:6; 1 Co 12-14). La glosolalia se entiende generalmente como el carisma de alabar a Dios en lenguas extrañas y con sonidos ininteligibles, bajo la acción del Espíritu Santo y en un estado más o menos extático. Esto concordaría con la impresión de asombro de muchos y la apariencia de borrachera para los adversarios (vv. 12-13).
En el versículo 5 cambia el escenario para hacer referencia a hombres piadosos que vivían en Jerusalén y que habían venido de todas las naciones de la tierra. Parece que estos representantes de todas las naciones eran judíos venidos de la diáspora, que se instalaban en la ciudad santa para terminar allí sus días, venerando los símbolos sagrados de su pueblo y a la espera del Mesías. Es relevante que estos judíos venidos de la diáspora y que representan a todas las naciones del mundo, sean los primeros testigos de la manifestación del Espíritu Santo.
Esto reafirma el papel central de la comunidad de Jerusalén como punto de partida para la evangelización de todos los pueblos, y muestra que en la perspectiva de Lucas no hay una ruptura entre la comunidad de Jerusalén y los seguidores de Jesús; pero el tema principal de la perícopa está en la misma línea de la tradición misionera de Hechos 1:8. Incluso la manifestación del Espíritu y el carácter carismático del acontecimiento están puestos en función de la misión a todas las naciones del mundo (vv. 6-11). Así el Pentecostés se transforma en una señal de apertura y lanzamiento de la misión.

A partir del versículo 6, la sorpresa y el hecho asombroso, parece diferente a la glosolalia del versículo 4. Aquí lo increíble no está en el hablar de los Apóstoles, sino en el oír de los presentes. Los Apóstoles parece que hablan en su propia lengua y todos oyen en sus lenguas nativas extranjeras; y esto es más bien un fenómeno profético que está en estrecha relación con el énfasis que se quiere dar a la misión y su alcance. El motivo invierte el sentido del relato de Gn 11:1-9 sobre la confusión de las lenguas; allí una nación terminó sin entenderse y se frustró una obra contraria a Dios; en Hechos 2, naciones con diferentes lenguas se entendieron y dio lugar a que todos pudieran escuchar en su propia lengua las maravillas de Dios (v. 11). Las maravillas de Dios son una expresión típica del Antiguo Testamento para referirse a las obras liberadoras de Dios en la historia del pueblo de Israel; y el acontecimiento de Pentecostés evoca aquellas obras del pasado, impulsando la misión universal de los Apóstoles y discípulos de Jesús.

La lista de naciones de los versículos 9-11 trata de dar un alcance universal a la misión, incluyendo gran parte del mundo conocido de entonces, con quienes se tenía mayor contacto. Faltan algunas regiones importantes evangelizadas por Pablo y particularmente Siria; y pareciera que sobra la mención de habitantes de Judea en Jerusalén.

Judíos y prosélitos (v. 11) califican a la gente proveniente de los países nombrados anteriormente. Los prosélitos son los que, sin ser de origen judío, han aceptado plenamente la fe judía, cumpliendo con la circuncisión y todos sus preceptos. La mención de ellos sirve para destacar su papel relevante en la perspectiva de los escritos de Lucas. Ellos también serán protagonistas de la evolución de la fe en Jesús en esta nueva historia, pues representan al mismo tiempo fidelidad a la herencia del judaísmo y apertura al mundo grecorromano.

Para la reflexión

El Espíritu Santo es la fuerza de Dios que impulsa, acompaña, y guía a sus hijos; y quizás nos ayude a sobrellevar y en algún momento salir de la profunda crisis en la que nos encontramos sumidos los argentinos en esta época.
Quizás nos ayude a dar a luz una nueva conciencia, en la que pueda ser posible lo imposible, que la disolución se transforme en comunidad, la debilidad en fuerza, el pesimismo en esperanza. ¿Qué estamos nosotros dispuestos a aportar y a sacrificar para que las cosas mejoren en el marco del bien común?

En lo que concierne al Pentecostés, podemos recordar que una amplia mayoría de las comunidades cristianas evangélicas en América Latina ponen un énfasis especial en las manifestaciones del Espíritu, generando lo que se conoce como movimientos carismáticos y pentecostales. ¿Cómo entendemos esto y qué nos dice a nosotros?

Compartir

Más recursos

Sponsor


Suscripción gratuita

Te avisaremos cuando agreguemos nuevos recursos. No te enviaremos más de uno o dos mensajes semanales.