Hechos 1:1-11
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Introducción
La ascensión de Jesús al cielo forma parte del credo básico de la fe cristiana primitiva: Jesús murió, resucitó y ascendió a los cielos. Posteriormente devino una celebración importante en el calendario cristiano, cuyos primeros testimonios datan de fines del siglo IV. La ascensión se sitúa tradicionalmente cuarenta días después de Pascua.
La antigüedad clásica conocía la exaltación de héroes legendarios elevados al cielo después de su muerte, como Hércules, Rómulo y otros. En el Antiguo Testamento y en la literatura judía hay varios ejemplos de este motivo: Enoc (Gn 5:24), Elías (2 R 2:9-10), y la Asunción de Moisés (ver obras de Flavio Josefo); y también en la fe islámica sobre Mahoma. En el contexto religioso contemporáneo la ascensión era un acontecimiento hasta esperado cuando se trataba de personas muy importantes revestidas de una misión salvadora.
Hay matices de lenguaje para referirse a la ascensión. A veces se habla de ascensión y otras veces de asunción, ser elevado o arrebatado, utilizando la voz pasiva. La ascensión es un acontecimiento a la vez para Jesús, como exaltación y triunfo, y también para los discípulos, como un nuevo modo de experimentar la presencia de Jesús el Cristo. Jesús resucitado va al Padre, revelando el destino final del género humano y preparando para la misión del Espíritu Santo.
El Salmo 47 acompaña esta celebración con una expresión de alegría triunfal por la ascensión de Yavé. Este es un himno que quiere integrar a todos los pueblos en el acontecimiento de la exaltación de Yavé como rey universal del mundo y de todos los pueblos.
Efesios 1:17-23 destaca el triunfo y la supremacía de Cristo, y cómo fue resucitado y sentado a la diestra de Dios por encima de todos los principados y potestades (vv. 20-21); y también fue constituido cabeza suprema de la Iglesia. El mensaje ruega para que se ilumine el corazón de los hermanos, y así poder conocer y participar de la esperanza y la herencia de los santos (v. 18)
Lucas 24:44-53, al final del Evangelio, relata las últimas instrucciones de Jesús a sus discípulos en un encuentro que tuvo con ellos después de su resurrección y antes de la ascensión. Jesús insiste en que era necesario que se cumpla todo lo que estaba escrito acerca de él en la Torá de Moisés, en los Profetas y los Salmos, especialmente lo referido a su muerte y su resurrección; y ahora sus discípulos eran testigos de estas cosas y empezaban a comprender el sentido de las Escrituras y de la tradición de Israel. El motivo de la ascensión sirve de conexión entre las dos partes de la obra de Lucas, el Evangelio y los Hechos.
Análisis del texto
Hechos 1:1-11 es el prólogo del libro de los Hechos. Aquí se hace la conexión con el relato del Evangelio aludiendo a las obras y enseñanzas de Jesús, y se le da continuidad introduciendo los Hechos de los Apóstoles y discípulos, impulsados y dirigidos por el Espíritu Santo. Se recuerdan los diferentes testimonios y encuentros con Jesús resucitado, y sus enseñanzas; se anuncia el bautismo en el Espíritu Santo y se narra el acontecimiento de la ascensión. Estos versículos, al igual que los dos primeros capítulos del Evangelio de Lucas, tratan de mostrar la continuidad entre la esperanza de Israel y la fe en Jesús.
En los versículos 3 y 6 se hace referencia a uno de los temas principales, tanto para los Hechos (en especial la primera parte centrada en Jerusalén, capítulos 1-15) como para el Evangelio: el Reino de Dios, que para algunos significaba el restablecimiento del Reino de Israel. Este Reino se establecería en dos etapas; con la venida de Jesús hasta su ascensión al cielo (relato del Evangelio), y con la venida del Espíritu Santo y el testimonio de los Apóstoles y discípulos hasta lo último de la tierra (relato de los Hechos). Dos bautismos inauguran sendas etapas: el bautismo en agua de Juan y luego el bautismo en el Espíritu Santo. La expectativa sobre el Reino de Dios era algo arraigado en el judaísmo, tanto en Palestina como en la diáspora.
El versículo 3 es un resumen de Lucas 24 sobre la actividad de Jesús después de su resurrección, enfatizando los testimonios concretos de que Jesús estaba realmente vivo. Los cuarenta días entre la resurrección y la ascensión constituyen una suerte de tiempo de preparación e instrucción que precede la misión de los discípulos; y se corresponde con el tiempo de preparación de Jesús en el desierto antes de comenzar su ministerio.
La referencia a la ciudad de Jerusalén en los versículos 4 y 8 marca un punto central en la teología de Lucas. Allí culmina la misión de Jesús y desde allí comienza la misión universal de sus discípulos; y esta perspectiva se nutre de las expectativas mesiánicas del judaísmo que localizaban la manifestación del Reino de Dios en Jerusalén.
La pregunta del versículo 6 sobre el momento del restablecimiento del Reino y sus características, nos orienta y prepara para uno de los puntos culminantes de la perícopa que es el versículo 8. Aquel Reino parece que no vendrá únicamente para Israel, sino que alcanzará hasta lo último de la tierra. El tema relevante aquí no es el cuándo, sino la inserción del proyecto de salvación en la historia humana a través del testimonio de los Apóstoles y discípulos. La parusía (segunda venida) queda diferida para dejar espacio a la historia, el tiempo de la responsabilidad humana. Para esto se recibirá la fuerza del Espíritu Santo que acompañará a los discípulos y los asistirá en todo tiempo, especialmente en las situaciones difíciles y adversas.
El Espíritu prolonga la acción de Jesús guiando la misión de testimonio, el cual involucra las obras y dichos de Jesús, así como su muerte, resurrección y ascensión al cielo.
La ascensión de Jesús al cielo (vv. 9-11) marca entonces el fin del ministerio de Jesús y el comienzo de la misión de testimonio de los Apóstoles y discípulos. Esta ascensión implica de cierta manera la parusía (segunda venida) futura (v. 11), y ya es una señal de esperanza para la comunidad. La nube del versículo 9 pone un marco conocido a través de otras manifestaciones de la divinidad (ver las teofanías de Ex 13:22 y Lc 9:35-36).
Para la reflexión
La ascensión de Jesús nos eleva y nos acerca al Padre. Por tanto nos estimula a la participación y responsabilidad en la historia y en el advenimiento del Reino de Dios. Es un llamado a una espera activa hasta la manifestación plena del Reino con la segunda venida de Jesús.
La ascensión de Jesús al cielo forma parte del credo básico de la fe cristiana primitiva: Jesús murió, resucitó y ascendió a los cielos. Posteriormente devino una celebración importante en el calendario cristiano, cuyos primeros testimonios datan de fines del siglo IV. La ascensión se sitúa tradicionalmente cuarenta días después de Pascua.
La antigüedad clásica conocía la exaltación de héroes legendarios elevados al cielo después de su muerte, como Hércules, Rómulo y otros. En el Antiguo Testamento y en la literatura judía hay varios ejemplos de este motivo: Enoc (Gn 5:24), Elías (2 R 2:9-10), y la Asunción de Moisés (ver obras de Flavio Josefo); y también en la fe islámica sobre Mahoma. En el contexto religioso contemporáneo la ascensión era un acontecimiento hasta esperado cuando se trataba de personas muy importantes revestidas de una misión salvadora.
Hay matices de lenguaje para referirse a la ascensión. A veces se habla de ascensión y otras veces de asunción, ser elevado o arrebatado, utilizando la voz pasiva. La ascensión es un acontecimiento a la vez para Jesús, como exaltación y triunfo, y también para los discípulos, como un nuevo modo de experimentar la presencia de Jesús el Cristo. Jesús resucitado va al Padre, revelando el destino final del género humano y preparando para la misión del Espíritu Santo.
El Salmo 47 acompaña esta celebración con una expresión de alegría triunfal por la ascensión de Yavé. Este es un himno que quiere integrar a todos los pueblos en el acontecimiento de la exaltación de Yavé como rey universal del mundo y de todos los pueblos.
Efesios 1:17-23 destaca el triunfo y la supremacía de Cristo, y cómo fue resucitado y sentado a la diestra de Dios por encima de todos los principados y potestades (vv. 20-21); y también fue constituido cabeza suprema de la Iglesia. El mensaje ruega para que se ilumine el corazón de los hermanos, y así poder conocer y participar de la esperanza y la herencia de los santos (v. 18)
Lucas 24:44-53, al final del Evangelio, relata las últimas instrucciones de Jesús a sus discípulos en un encuentro que tuvo con ellos después de su resurrección y antes de la ascensión. Jesús insiste en que era necesario que se cumpla todo lo que estaba escrito acerca de él en la Torá de Moisés, en los Profetas y los Salmos, especialmente lo referido a su muerte y su resurrección; y ahora sus discípulos eran testigos de estas cosas y empezaban a comprender el sentido de las Escrituras y de la tradición de Israel. El motivo de la ascensión sirve de conexión entre las dos partes de la obra de Lucas, el Evangelio y los Hechos.
Análisis del texto
Hechos 1:1-11 es el prólogo del libro de los Hechos. Aquí se hace la conexión con el relato del Evangelio aludiendo a las obras y enseñanzas de Jesús, y se le da continuidad introduciendo los Hechos de los Apóstoles y discípulos, impulsados y dirigidos por el Espíritu Santo. Se recuerdan los diferentes testimonios y encuentros con Jesús resucitado, y sus enseñanzas; se anuncia el bautismo en el Espíritu Santo y se narra el acontecimiento de la ascensión. Estos versículos, al igual que los dos primeros capítulos del Evangelio de Lucas, tratan de mostrar la continuidad entre la esperanza de Israel y la fe en Jesús.
En los versículos 3 y 6 se hace referencia a uno de los temas principales, tanto para los Hechos (en especial la primera parte centrada en Jerusalén, capítulos 1-15) como para el Evangelio: el Reino de Dios, que para algunos significaba el restablecimiento del Reino de Israel. Este Reino se establecería en dos etapas; con la venida de Jesús hasta su ascensión al cielo (relato del Evangelio), y con la venida del Espíritu Santo y el testimonio de los Apóstoles y discípulos hasta lo último de la tierra (relato de los Hechos). Dos bautismos inauguran sendas etapas: el bautismo en agua de Juan y luego el bautismo en el Espíritu Santo. La expectativa sobre el Reino de Dios era algo arraigado en el judaísmo, tanto en Palestina como en la diáspora.
El versículo 3 es un resumen de Lucas 24 sobre la actividad de Jesús después de su resurrección, enfatizando los testimonios concretos de que Jesús estaba realmente vivo. Los cuarenta días entre la resurrección y la ascensión constituyen una suerte de tiempo de preparación e instrucción que precede la misión de los discípulos; y se corresponde con el tiempo de preparación de Jesús en el desierto antes de comenzar su ministerio.
La referencia a la ciudad de Jerusalén en los versículos 4 y 8 marca un punto central en la teología de Lucas. Allí culmina la misión de Jesús y desde allí comienza la misión universal de sus discípulos; y esta perspectiva se nutre de las expectativas mesiánicas del judaísmo que localizaban la manifestación del Reino de Dios en Jerusalén.
La pregunta del versículo 6 sobre el momento del restablecimiento del Reino y sus características, nos orienta y prepara para uno de los puntos culminantes de la perícopa que es el versículo 8. Aquel Reino parece que no vendrá únicamente para Israel, sino que alcanzará hasta lo último de la tierra. El tema relevante aquí no es el cuándo, sino la inserción del proyecto de salvación en la historia humana a través del testimonio de los Apóstoles y discípulos. La parusía (segunda venida) queda diferida para dejar espacio a la historia, el tiempo de la responsabilidad humana. Para esto se recibirá la fuerza del Espíritu Santo que acompañará a los discípulos y los asistirá en todo tiempo, especialmente en las situaciones difíciles y adversas.
El Espíritu prolonga la acción de Jesús guiando la misión de testimonio, el cual involucra las obras y dichos de Jesús, así como su muerte, resurrección y ascensión al cielo.
La ascensión de Jesús al cielo (vv. 9-11) marca entonces el fin del ministerio de Jesús y el comienzo de la misión de testimonio de los Apóstoles y discípulos. Esta ascensión implica de cierta manera la parusía (segunda venida) futura (v. 11), y ya es una señal de esperanza para la comunidad. La nube del versículo 9 pone un marco conocido a través de otras manifestaciones de la divinidad (ver las teofanías de Ex 13:22 y Lc 9:35-36).
Para la reflexión
La ascensión de Jesús nos eleva y nos acerca al Padre. Por tanto nos estimula a la participación y responsabilidad en la historia y en el advenimiento del Reino de Dios. Es un llamado a una espera activa hasta la manifestación plena del Reino con la segunda venida de Jesús.