Hambre de Mundo, Hambre de Dios: Una Reflexión Navideña

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La Encarnación del Verbo en el mundo nuestro viene del hambre.
Hambre de Dios por el mundo. Hambre del mundo por Dios. Hambres que se complementan, se fecundan y se sostienen mutuamente, en relación que viene del cosmos y se entierra en las profundidades de
la existencia humana y natural. Dios tiene hambre del mundo.
Siempre la ha tenido. Por eso llamó "bueno" a todo lo creado. Saciaba su hambre de hermosura y comunión con la naturaleza creada.
Por eso llamó a Abraham y a Sara, a Isaac y a Raquel, a Jacob a Moisés y a Miriam a lanzarse en aventuras de fe y liberación. El hambre de Dios por el mundo avanzó en un proceso de identificación, de seguimiento, de consejo, de amonestación y de esperanza en el caminar del pueblo de Israel. Pero dicha hambre no se saciaba. El Pacto, la
Alianza, no era suficiente. Tenía que ser uno mismo en nosotros.

Tenía que calzarse sandalias y emprender camino con nosotras. Tenía que "hacer su tienda entre su pueblo". Y se hizo criatura débil y tierna en medio de los humildes.

También el mundo tiene hambre de Dios.

Lejos están los tiempos de la secularización, del desentendimiento ante lo divino, lo numinoso. "El siglo XXI será religioso o no será".

Proliferan las búsquedas, las oraciones, las sesiones espirituales de todo tipo.
Los políticos bendicen y desayunan en oración, la música se impregna de elementos transmundanos. Mucho de lo que transcurre es porque "Dios quiere", aún las peores crisis de gobernabilidad de nuestros países. Realidades tan cotidianas como el consumo, la familia, las relaciones interpersonales y el amor de pareja, pasan
por claves religiosas que van desde lo idolátrico hasta lo fenomenológico. Vivimos en un tiempo de sacralidades insospechadas.

En el encuentro entre el hambre de Dios por el mundo y el hambre del mundo por Dios llegamos al tiempo de Navidad. Desde la mutua insatisfacción de ambas hambres nace la Gracia, el tiempo oportuno, la revelación entre el hambre de Dios que se sacia en su
hijo Jesucristo y el hambre del mundo que se sacia por medio de la Salvación en el niño del pesebre de Belén. Se cumple la Palabra
cuando dice que los que padecen hambre serán saciados.

¿Será que la Navidad es tiempo de saciar el hambre, donde quiera que esta se encuentre? ¿Será la Navidad el tiempo de la abundancia de la presencia de Dios y la abundancia de alimento al cuerpo y al alma?
Mientras tanto, contemplamos a Jesús, naciendo en el corazón y desafiándonos a luchar por un mundo donde no haya hambre de alimento, porque el hambre de Dios todo lo llenará de su amor y misericordia.

Reflexión basada en "Blessed are the Hungry...an Advent Meditation for Vancouver on Hunger and Life" en the Ecumenical
Review 35, 3, 1983, pp.239-245, citado en Cervantes Ortiz, Leopoldo.
2003. Series de Sueños, la Teología Lúdico-Erótica-Poetica en Rubem Alves, Ediciones CLAI. Quito, Ecuador.

© Red de Liturgia y Recursos de Educación Cristiana de CLAI-CELADEC

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