Evangelio Marcos 7, 31-37

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CICLO B. VIGÉSIMO TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO (Propio 17)

Primera lectura: Isaías 35, 4-7a
Salmo responsorial: 145, 6b-7. 8-9a. 9bc-10
Segunda lectura: Santiago 2, 1-5

EVANGELIO
Marcos 7 31-37

31 Dejó Jesús la comarca de Tiro, pasó por Sidón y llegó de nuevo al mar de Galilea por mitad del territorio de la Decápolis. 32 Le llevaron un sordo tartamudo y le suplicaron que le aplicase la mano. 33 Lo tomó aparte, separándolo de la multitud, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. 34 Levantando la mirada al cielo dio un suspiro y le dijo: -Effatá (esto es: «ábrete»). 35 Inmediatamente se le abrió el oído, se le soltó la traba de la lengua y hablaba normalmente. 3 6Les advirtió que no lo dijeran a nadie, pero, cuanto más se lo advertía, más y más lo pregonaban ellos. 37 Extraordinariamente impresionados, decían: -¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.


RÓTULOS Y ETIQUETAS.

Una de nuestras mayores tentaciones es etiquetar para diferenciar. Colocar rótulos para dividir y separar. Nos da mucha tranquilidad el ver colocadas, personas y cosas, en aquellos lugares y en el espacio jerárquico que les corresponde, según nuestros criterios y nuestras perspectivas, y para peor, muchas veces consideramos esa forma de clasificar, personas y cosas, como inspiradas en las voluntad divina. Lamentablemente, esta ilusión clasificadora, es destruida por la acción creadora de Dios.

Considero cada vez más que aquellos y aquellas que trabajos en el contexto de la epidemia del vih y del sida tenemos la necesidad y la obligación de relacionarlo todo con todo. Basta de este mundo de compartimientos estancos y separados. En el Catecismo Menor de Lutero, cuando trata el primer artículo del Credo, y cuando nos alienta a enseñarlo unos a otros en forma sencilla, explica que cuando afirmamos creer en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, significa que creemos que “Dios me ha creado y también a todas las criaturas, que me ha dado cuerpo y alma, ojos, oídos y todos los miembros, la razón y todos los sentidos y aún los sostiene..., me protege contra todo peligro y me guarda y preserva de todo mal y todo esto por pura bondad y misericordia paternal y divina, sin que yo en manera alguna lo merezca ni sea digno de ello”[1]. Me resulta fácil y agradable aplicar este pasaje a mi persona pero me pregunto: ¿cómo puedo ayudar al sordo tartamudo a repetir junto conmigo y con la misma convicción esta confesión de fe en la acción creadora de Dios.

¿Cómo puedo ayudarle a las personas que viven con vih y sida a repetir cada domingo esta confesión en la comunidad de fe? Así como este mudo y tartamudo, además de tener una enfermedad asociada como siempre, en la mentalidad religiosa de aquel tiempo y en la mentalidad religiosa de nuestro tiempo con el pecado, con el defecto, con la creación herida, con la deficiencia, también, y para colmo de males pertenece a una comunidad pagana, a un grupo vulnerable al vih. Allí tenemos todos los elementos que nos pueden servir para construir sobre ellos la discriminación que nos permitirá tranquilamente hacernos dueños de Dios, sordos a su llamado a la inclusión y a una iglesia sin barreras, sin muros ni paredes.

El sordo y tartamudo no viene por su propia voluntad. Conoce muy bien los prejuicios de aquellos que tienen una extraña lectura de las Escrituras y que pueden determinar quien pertenece y quien no pertenece a la comunidad y comunión con Dios. Esta escena desafía todos aquellos conceptos y nos desafía hoy a nosotros y nosotras como para que podamos reflexionar sobre nuestras propias posiciones.

Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo la enfermedad se relaciona con el pecado. Jesús de Nazaret rechaza esta teología. Es sorprendente que aquello que se pide de Jesús no es la curación sino que imponga sus manos sobre el sordo y tartamudo. Este es un signo de comunión ya que el tocar a un impuro, es decir, a un enfermo, muchas veces considerado endemoniado, aquel que tocaba asumía esa misma condición. Aquellas y aquellos extraños, paganos, impuros, grupos vulnerables se atreven a solicitarle a Jesús un signo de comunión. Ese deseo y esa voluntad desatan en Jesús una serie de gesto simbólicos sumamente significativos para nuestro trabajo con las personas que viven con vih o con sida.

En medio de los incrédulos y de las y los paganos, Jesús no enseña, ni predica, ni trata de hacer prosélitos ni busca conversiones. Aparta al sordo de la multitud, de aquellos y aquellas que no entienden aún la amplitud de la comunión que Jesús quiere implantar. Paganos y discípulos, movidos por orgullos nacionalistas, religiosos, de orientación sexual, de valores morales están sordos al gesto de inclusión que va a cumplir Jesús.



Todos y cada uno son gesto tomados del lenguaje simbólico de la creación. Toca con sus manos, mete sus dedos en los oídos del sordo y con saliva toca su lengua. Dios toma en sus manos el barro y le infunde vida. La saliva es el aliento concentrado de Dios que ubica a las personas nuevamente en el lugar de dignidad robada por los prejuicios y los estigmas con los que clasificamos a las personas. Esta persona sorda es recreada en su dignidad y en su humanidad. La voluntad de Dios es que no sigamos clasificando a las personas en sanos y enfermos, sino que todos y todas estamos dotados de una misma dignidad y humanidad.

Pero esta escena no está dirigida a convencer a esta persona sorda sino que es una escena que tiene como destinatarios los que están en la otra orilla del mar, los que se sienten “normales”, los que piensan que escuchan, los que pueden mirar desde arriba a los paganos y vulnerables de esta orilla y clasificarlos a todos y todas como sordos y sordas. Es a ellos quien se dirige esta escandalosa escena ya que Jesús habla en arameo, no para que lo entiendan los que habitan el región de Decápolis, que difícilmente lo podían comprender sino para que este gesto adquiera significación en el otro lado del mar.

Esta curación es un gesto de la liberación de todo estigma y marginación. Todos y todas somos iguales y todos y todas estamos llamados a escuchar la misma convocatoria a formar un solo pueblo y una nueva familia donde a nadie llamaremos padre porque todos somos hermanos y hermanas. Nosotros y nosotras también estamos siendo tocados por la epidemia del vih y del sida, para que abramos nuestros oídos al proyecto de Dios, proyecto de justicia y fraternidad para los dos lados del mar. La misión de aquellos y aquellas que trabajamos junto a las personas que viven con vih y con sida, no es predicar, ni convencer ni convertir. Nuestra acción misionera es en silencio gritar el amor incondicional de Dios y ser ese espacio nuevo de justicia y dignidad.

La igualdad ante Dios fundamenta la igualdad entre todos nosotros y nosotras. Lo importante es que cada uno es persona. Cuando hablamos del Cuerpo de Cristo tenemos la tentación de pensar que es un cuerpo bello, hermoso, sano, robusto. Pero en ninguna parte se nos dice que el Cuerpo de Cristo es así sino que es una comunión de carismas, estilos de vida, situaciones físicas variadas y diferentes. En el Cuerpo de Cristo todos y todas tenemos espacio y bienvenida sin necesidad de dejar de ser aquello que somos o abandonar la condición en la cual fuimos llamados y llamadas.

Aún hay muchas ortodoxias ideológicas, teológicas y bíblicas que están sordas a esta invitación. Esa verdad teórica ha hecho que olvidemos a las personas y que las aceptemos tal y como son. Nuestra aceptación continua siendo condicionada y exclusivista. Jesús de Nazaret se ha pasado al otro lado para escándalo nuestro. Solo cuando aceptemos plenamente, no solo a las personas que viven con vih o con sida, sino a las personas que pertenecen a los grupos vulnerables con los mismos derechos sin necesidad de ser iguales, entonces el Jesús de Nazaret regresará a este lado del mar.

Para la revisión de vida
«Todo lo hizo bien», o «Hizo todo el bien que pudo». Sea cual sea el sentido original de la expresión que Marcos pone en boca de la gente que observaba a Jesús, en todo caso es un buen lema, una expresión que puede simbolizar adecuadamente nuestro mejor ideal.



Para la reunión de grupo
A la luz de este texto evangélico debemos preguntarnos si realmente nos hemos transformado en una comunidad donde se habla menos del reino pero que hace el reino, donde no existe realmente acepción de personas, es decir, en donde nadie queda fuera ni es miembro de segunda o de cuarta.



¿Podemos considerar que la inclusión incondicional de las personas que viven con vih y con sida o que pertenecen a los grupos vulnerables al vih es un signo del Reino en medio de nuestras comunidades?



¿Cuándo queremos hacer misión qué hacemos principalmente? ¿Hablar sobre el Reino o ser ya en el aquí y ahora el Reino inclusivo donde ninguno es considerado extraño ni extranjero o extranjera?. ¿Somos la comunidad de iguales pero diferentes?



Para la oración de los fieles
Para que toda la Iglesia dé testimonio vivo del mensaje liberador de Jesús donde ya no hay extranjeros ni extranjeras, ni sanos ni enfermos porque todos somos uno. Oremos en paz al Señor.

Para que todas y todos los cristianos mantengamos siempre nuestro oído abierto a las llamadas y desafíos de Dios, aún cuando sean un escándalo para muchas de nuestras convicciones. Oremos en paz al Señor.

Para que todas las personas que sufren estigma y discriminación por cualquier causa encuentren junto a sí a personas dispuestas a acompañarlas y ayudarlas y dar sus vidas y su prestigio por esos hermanos y hermanas. Oremos en paz al Señor.

Para que desaparezcan todas las distinciones por causa de la categoría o clasificación social, entre las personas. Oremos en paz al Señor.

Para que nuestra comunidad haga cada día más posible y real la presencia del Reino entre nosotros y nosotras. Oremos en paz al Señor.

Para que el Espíritu de Dios nos recuerde que «Donde se hace el Bien, allí se hace el Reino»: para que tengamos una visión amplia del mundo y de las personas creadas en igualdad a imagen y semejanza de Dios. Oremos en paz al Señor



Oración comunitaria
Dios de todos los seres humanos, de todos los grupos vulnerables y de todos los Pueblos. En nuestro hermano Jesús, nosotros y nosotras vemos un símbolo claro de lo que quieres que pongamos en práctica con relación a los demás: una actitud de respeto hacia sus valores y expresiones, y un compartir con ellas y ellos en la búsqueda del Reino de Dios y su Justicia porque sabemos que lo demás lo esperamos por añadidura. Te expresamos nuestro deseo de hacer nuestras estas actitudes de Jesús. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos. Amén.



Señor, Tú nos has hecho hijos e hijas tuyos para que, conscientes de que todos y todas somos hermanos y hermanas, vivamos preocupándonos de atender los unos las necesidades de los otros ayúdanos para que sepamos vivir como Tú esperas de nosotros y nosotras, y que nunca caigamos en la trampa y en el pecado de considerarnos superiores y hacer acepción de personas en base a criterios teológicos, económicos, culturales, raciales o de género. Te lo pedimos por tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor y Hermano.


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[1] Obras de Martín Lutero. Editorial Piados. Buenos Aires. 1971. Tomo V. Catecismo Menor. Pág. 20


Lisandro Orlov
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