ERRAR ES HUMANO - PERDONAR ES DIVINO
0
0
“ERRAR ES HUMANO – PERDONAR ES DIVINO”
(Domingo 14 de Septiembre de 2008)
Mat. 18:21-35
Continuando con la línea de pensamiento del mensaje del domingo pasado, inmediatamente comenzaron a surgir en mi mente algunas ideas que esta mañana desearía compartir con ustedes.
Siempre he sido de la idea que el sermón (prefiero la palabra mensaje) debe ser primero dedicado a uno mismo. Y este tema del perdón lo he experimentado en diversas ocasiones y dimensiones. No me es ajeno, por lo que puedo compartir no sólo ideas o conceptos, sino vivencias reales. Caminemos juntos estos momentos.
Primero que nada, el tema del perdón es algo tremendamente importante dentro de nuestra vida como cristianos. Repasando el v. 35, encontramos a Jesús diciendo “Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de todo corazón a cada uno a su hermano sus ofensas.” ¿Cómo podremos estar en comunión con nuestro Padre si en nuestro corazón aún anidan resentimientos, dolores, rencores, rabia, recuerdos, heridas, en suma, falta de perdón? Fijémonos en que se nos dice “de todo corazón”. ¿Es acaso posible esto? Lo veremos más adelante.
Antes quisiera expresar cuatro breves ideas acerca del perdón. Ayudémonos con la figura de la cruz, con sus cuatro puntas.
Primero: el perdón se pide. Ya lo hemos hecho en nuestra liturgia. Sin embargo, debe ser pedido sinceramente. “¡Ah ya, perdona!” no es una expresión de pedir perdón honestamente es sólo una especia de formulismo social que no tiene nada que ver con el arrepentimiento por el daño hecho. Ahí no hay un elemento esencial y fundamental para la solicitud de perdón: el arrepentimiento. El momento en que el hijo pródigo se da cuenta, toma conciencia de su pecado, y se arrepiente, entonces es capaz de pedir el perdón sinceramente, de corazón y completamente. Por eso, el llamado al arrepentimiento debe preceder al perdón. Tan duro como suene, sin arrepentimiento sincero, no hay perdón verdadero.
Segundo: el perdón se otorga. En otros términos, se regala, se concede. Como personas con virtudes y defectos, muchas veces nos escudamos en los segundos (los defectos) para justificar nuestras acciones, entre ellas la falta de perdón. A veces preferimos revolver la herida, el recuerdo triste (e incluso aumentarlo) para eludir nuestro deber de perdonar. Muchos de nosotros hemos tenido desencuentros, malentendidos o situaciones que nos han separado o han roto una amistad o una comunión. Recuerdo claramente una de estas situaciones mientras vivía en el fundo El Vergel, con una de mis vecinos. Un domingo, mientras ambos participábamos del culto dominical, siendo él liturgista y yo el músico, tuvo la grandeza de reconocer esa situación y tener un gesto de reconciliación que hasta el día de hoy reconozco y que nos une. Es que el refrán es muy cierto: “Perdonar es divino”. Un cuñado me regaló un libro precisamente con ese título (en inglés), escrito por un sacerdote norteamericano, en el cual expresaba que, a menos que no se sea capaz de perdonar, el Espíritu Santo no podía actuar en la persona. Es como una compuerta, un dique, una puerta cerrada que no lo deja actuar a través de la persona. La falta de perdón es algo que amarra, que impide, que traba, que no libera. Y dentro de esta misma idea, a veces ni siquiera será necesario que se pida el perdón para que éste sea concedido. Recordando las palabras de Jesús en la cruz, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, no me imagino a los soldados romanos pidiendo perdón por lo que hacían, que era su trabajo. Sin embargo, Jesús no señala una nueva dimensión del perdón: el de ser dado sin ser pedido. Nosotros, como seres humanos, a veces nos gusta que nos pidan perdón, porque eso nos coloca en un sentido de superioridad frente al suplicante. Pero el amor cristiano debe ser diferente. Jesús dijo “No será así entre vosotros” por lo que debemos dar muestras de humildad. Y entonces, dispongámonos a perdonar sin que se nos pida. ¿Podremos hacer esto? Lo veremos más adelante.
Tercero: el hijo pródigo entendió claramente que había pecado contra Dios. Y lo que sucede con el pecado es que se rompe la comunión con el Padre, ya que donde hay pecado no puede haber presencia de Dios. Para reparar esta ruptura es no sólo necesario, sino imprescindible el arrepentimiento, la conciencia de la falta y la sinceridad íntima. El tercer brazo de la cruz apunta hacia arriba, hacia Dios que está esperando que su hija, su hijo se comunique con El con toda honestidad, sin esconder nada. ¿Cómo podríamos pretender ser cristianos honestos si aún no estamos a cuentas con nuestro Señor? Cuando efectivamente Dios no ha perdonado, nos ha perdonado COMPLETAMENTE, sin cuentas pendientes, sin penitencias que cumplir, sin sufrimientos innecesarios, sin recuerdo del pasado. Otro refrán muy conocido es “perdono, pero no olvido”. ¿Es eso perdón real? Es cierto que el pasado a menudo no puede ser borrado, pero el verdadero perdón (y esto lo he vivenciado) es capaz de superar ese pasado. Quizás el refrán debiera ser: “No he olvidado, pero he perdonando completamente.”
Cuarto: el perdón debe ser entre nosotros, no sólo un asunto entre Dios y yo. Cuando hay asuntos pendientes, heridas abiertas, egos lastimados, rabias escondidas, como hemos expresado, el Espíritu de Dios no se puede mover libremente entre sus hijos. Ya sea pedido o concedido sin ser pedido, el perdón es una parte esencial y fundamental de la vida de la Iglesia de Cristo. Debe ser horizontal a la vez que vertical. Si esto no sucede, hay enfermedad en la iglesia – no hay una iglesia sana y así no es posible proclamar el Evangelio de sanidad y salvación. Pensemos sinceramente: ¿me falta perdonar a alguien hoy y aquí? ¿Fuera de aquí? ¿Necesito pedir el perdón? ¿Necesito perdonar? ¿Perdonar total y completamente? ¿Desde el fondo del corazón? ¿Sinceramente y sin condiciones?
Quisiera, para finalizar, compartir con ustedes, mis amados hermanos, una reflexión que encontré navegando por Internet, respecto a este asunto del perdón y que creo que nos refleja muy cabalmente y que nos ayudará en este caminar la senda del perdón.
Perdonar, una tarea a la que el cristiano no puede hacer oídos sordos, una práctica que muchas veces conlleva con ella misma un sentimiento de alivio tanto para el que perdona como para el que es perdonado.
Sin duda que el no perdonar nos ata en nuestro interior, y se encarga de hacer crecer grandes sentimientos de rencor, amargura, etc, etc, creando un germen con capacidad de crecer y condicionarnos.
Tambien entiendo que no siempre perdonar signifique reestablecer la anterior relación o situación, pero indefectiblemente creo que es necesario el perdón, en más de una oportunidad esto no es tan fácil, y a veces entra dentro del rango de lo imposible.
Quizás ante la mayoría de las ofensas que recibimos o cometemos no sea tan complejo el ejercitar esta disciplina, ya que está mas que claro que todos somos seres falibles y que cometer errores que dañen u ofendan a otros, de alguna u otra manera es algo que todos atravesamos o cometemos en más de una oportunidad.
Entonces podríamos decir que acordamos que corresponde perdonar cuando la falta que cometimos o nos cometieron es del tamaño “Standard” o normal.
¿Quién de nosotros no ha perdonado alguna falta de las consideradas comunes o normales?, creo que todos, y es más, tampoco creo que haya discusión acerca de este tipo de perdón. Hasta aquí podríamos decir que todos estamos de acuerdo.
Lo que sucede es que seguir las enseñanzas del maestro no es una tarea que cualquiera pueda interpretar de una manera lógica, tampoco que se pueda comprender solo con el intelecto.
Dijo Jesús
“Ama a tu enemigo.” Esto es imposible de entender.
También dijo
"Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas." (Mateo 6:14-15)
Pero que sucede cuando hablamos de situaciones muy graves, que desataron años de dolor, vidas frustradas, daños físicos y psíquicos que repercutieron a través de toda nuestra vida.
¿Que pasa con el padre que abandona a su hijo sin importarle nada?,¿que pasa con un violador que se aprovecha de la inocencia?, ¿que sucede con muchas otras situaciones que son tan complejas que parece imposible aplicarles perdón?
¿Tenemos también que perdonarlas?
¿Amar a nuestros enemigos, Perdonar siempre?
Esto es lógicamente imposible y creo que no estamos humanamente preparados para perdonar este tipo de herejías.
Sería muy fácil para mí sacar mi librito de cristiano y decirle a todo el mundo que en toda situación hay que perdonar, pero seguramente yo no comprendo por no vivir esa experiencia la magnitud y el dolor de la vivencia ajena, seguramente, angustias, secuelas, etc etc.
¿Cómo le digo al hijo abandonado y despreciado por su padre que tiene la obligación de perdonarlo?, creo que ese dolor merece respeto y no se soluciona solo con la guía de un manual.
Y seguramente si este hijo quiera en su buena intención perdonarlo se encuentre con la dualidad de querer pero no poder hacerlo.
Es que simplemente no estamos capacitados para hacerlo por nosotros mismos.
Por tal motivo es tan chocante cuando nos ponemos en el libreto de perdonar todo ante quien no quiere o no puede.
El poder perdonar estas situaciones no está dentro de las capacidades humanas.
Lo que sucede que seguir las enseñanzas de Jesús a veces significa ir en contra de toda lógica, pero el único que nos puede sanar de esos dolores arraigados en nuestro interior es El.
Enseña la Biblia que el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad, y solo es capacidad de El poder perdonar todo.
¿Hay dolor por no poder perdonar en tu vida, o por lo que te ocasionaron?
Esta vez no te diré Perdona todo, te diré vuélvete a Jesús, y El con su Espíritu Santo se ocupará de mostrarte lo que debes hacer, te guiará a sanar toda situación del pasado y si le buscas de todo corazón te dará la capacidad de perdonar de una manera sobrenatural, esa capacidad que no tenemos y que solo podemos adquirir y entender cien por ciento viviendo cerca de El.
Lejos de Jesús solo hay una vida carente de plenitud.
(Domingo 14 de Septiembre de 2008)
Mat. 18:21-35
Continuando con la línea de pensamiento del mensaje del domingo pasado, inmediatamente comenzaron a surgir en mi mente algunas ideas que esta mañana desearía compartir con ustedes.
Siempre he sido de la idea que el sermón (prefiero la palabra mensaje) debe ser primero dedicado a uno mismo. Y este tema del perdón lo he experimentado en diversas ocasiones y dimensiones. No me es ajeno, por lo que puedo compartir no sólo ideas o conceptos, sino vivencias reales. Caminemos juntos estos momentos.
Primero que nada, el tema del perdón es algo tremendamente importante dentro de nuestra vida como cristianos. Repasando el v. 35, encontramos a Jesús diciendo “Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de todo corazón a cada uno a su hermano sus ofensas.” ¿Cómo podremos estar en comunión con nuestro Padre si en nuestro corazón aún anidan resentimientos, dolores, rencores, rabia, recuerdos, heridas, en suma, falta de perdón? Fijémonos en que se nos dice “de todo corazón”. ¿Es acaso posible esto? Lo veremos más adelante.
Antes quisiera expresar cuatro breves ideas acerca del perdón. Ayudémonos con la figura de la cruz, con sus cuatro puntas.
Primero: el perdón se pide. Ya lo hemos hecho en nuestra liturgia. Sin embargo, debe ser pedido sinceramente. “¡Ah ya, perdona!” no es una expresión de pedir perdón honestamente es sólo una especia de formulismo social que no tiene nada que ver con el arrepentimiento por el daño hecho. Ahí no hay un elemento esencial y fundamental para la solicitud de perdón: el arrepentimiento. El momento en que el hijo pródigo se da cuenta, toma conciencia de su pecado, y se arrepiente, entonces es capaz de pedir el perdón sinceramente, de corazón y completamente. Por eso, el llamado al arrepentimiento debe preceder al perdón. Tan duro como suene, sin arrepentimiento sincero, no hay perdón verdadero.
Segundo: el perdón se otorga. En otros términos, se regala, se concede. Como personas con virtudes y defectos, muchas veces nos escudamos en los segundos (los defectos) para justificar nuestras acciones, entre ellas la falta de perdón. A veces preferimos revolver la herida, el recuerdo triste (e incluso aumentarlo) para eludir nuestro deber de perdonar. Muchos de nosotros hemos tenido desencuentros, malentendidos o situaciones que nos han separado o han roto una amistad o una comunión. Recuerdo claramente una de estas situaciones mientras vivía en el fundo El Vergel, con una de mis vecinos. Un domingo, mientras ambos participábamos del culto dominical, siendo él liturgista y yo el músico, tuvo la grandeza de reconocer esa situación y tener un gesto de reconciliación que hasta el día de hoy reconozco y que nos une. Es que el refrán es muy cierto: “Perdonar es divino”. Un cuñado me regaló un libro precisamente con ese título (en inglés), escrito por un sacerdote norteamericano, en el cual expresaba que, a menos que no se sea capaz de perdonar, el Espíritu Santo no podía actuar en la persona. Es como una compuerta, un dique, una puerta cerrada que no lo deja actuar a través de la persona. La falta de perdón es algo que amarra, que impide, que traba, que no libera. Y dentro de esta misma idea, a veces ni siquiera será necesario que se pida el perdón para que éste sea concedido. Recordando las palabras de Jesús en la cruz, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, no me imagino a los soldados romanos pidiendo perdón por lo que hacían, que era su trabajo. Sin embargo, Jesús no señala una nueva dimensión del perdón: el de ser dado sin ser pedido. Nosotros, como seres humanos, a veces nos gusta que nos pidan perdón, porque eso nos coloca en un sentido de superioridad frente al suplicante. Pero el amor cristiano debe ser diferente. Jesús dijo “No será así entre vosotros” por lo que debemos dar muestras de humildad. Y entonces, dispongámonos a perdonar sin que se nos pida. ¿Podremos hacer esto? Lo veremos más adelante.
Tercero: el hijo pródigo entendió claramente que había pecado contra Dios. Y lo que sucede con el pecado es que se rompe la comunión con el Padre, ya que donde hay pecado no puede haber presencia de Dios. Para reparar esta ruptura es no sólo necesario, sino imprescindible el arrepentimiento, la conciencia de la falta y la sinceridad íntima. El tercer brazo de la cruz apunta hacia arriba, hacia Dios que está esperando que su hija, su hijo se comunique con El con toda honestidad, sin esconder nada. ¿Cómo podríamos pretender ser cristianos honestos si aún no estamos a cuentas con nuestro Señor? Cuando efectivamente Dios no ha perdonado, nos ha perdonado COMPLETAMENTE, sin cuentas pendientes, sin penitencias que cumplir, sin sufrimientos innecesarios, sin recuerdo del pasado. Otro refrán muy conocido es “perdono, pero no olvido”. ¿Es eso perdón real? Es cierto que el pasado a menudo no puede ser borrado, pero el verdadero perdón (y esto lo he vivenciado) es capaz de superar ese pasado. Quizás el refrán debiera ser: “No he olvidado, pero he perdonando completamente.”
Cuarto: el perdón debe ser entre nosotros, no sólo un asunto entre Dios y yo. Cuando hay asuntos pendientes, heridas abiertas, egos lastimados, rabias escondidas, como hemos expresado, el Espíritu de Dios no se puede mover libremente entre sus hijos. Ya sea pedido o concedido sin ser pedido, el perdón es una parte esencial y fundamental de la vida de la Iglesia de Cristo. Debe ser horizontal a la vez que vertical. Si esto no sucede, hay enfermedad en la iglesia – no hay una iglesia sana y así no es posible proclamar el Evangelio de sanidad y salvación. Pensemos sinceramente: ¿me falta perdonar a alguien hoy y aquí? ¿Fuera de aquí? ¿Necesito pedir el perdón? ¿Necesito perdonar? ¿Perdonar total y completamente? ¿Desde el fondo del corazón? ¿Sinceramente y sin condiciones?
Quisiera, para finalizar, compartir con ustedes, mis amados hermanos, una reflexión que encontré navegando por Internet, respecto a este asunto del perdón y que creo que nos refleja muy cabalmente y que nos ayudará en este caminar la senda del perdón.
Perdonar, una tarea a la que el cristiano no puede hacer oídos sordos, una práctica que muchas veces conlleva con ella misma un sentimiento de alivio tanto para el que perdona como para el que es perdonado.
Sin duda que el no perdonar nos ata en nuestro interior, y se encarga de hacer crecer grandes sentimientos de rencor, amargura, etc, etc, creando un germen con capacidad de crecer y condicionarnos.
Tambien entiendo que no siempre perdonar signifique reestablecer la anterior relación o situación, pero indefectiblemente creo que es necesario el perdón, en más de una oportunidad esto no es tan fácil, y a veces entra dentro del rango de lo imposible.
Quizás ante la mayoría de las ofensas que recibimos o cometemos no sea tan complejo el ejercitar esta disciplina, ya que está mas que claro que todos somos seres falibles y que cometer errores que dañen u ofendan a otros, de alguna u otra manera es algo que todos atravesamos o cometemos en más de una oportunidad.
Entonces podríamos decir que acordamos que corresponde perdonar cuando la falta que cometimos o nos cometieron es del tamaño “Standard” o normal.
¿Quién de nosotros no ha perdonado alguna falta de las consideradas comunes o normales?, creo que todos, y es más, tampoco creo que haya discusión acerca de este tipo de perdón. Hasta aquí podríamos decir que todos estamos de acuerdo.
Lo que sucede es que seguir las enseñanzas del maestro no es una tarea que cualquiera pueda interpretar de una manera lógica, tampoco que se pueda comprender solo con el intelecto.
Dijo Jesús
“Ama a tu enemigo.” Esto es imposible de entender.
También dijo
"Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas." (Mateo 6:14-15)
Pero que sucede cuando hablamos de situaciones muy graves, que desataron años de dolor, vidas frustradas, daños físicos y psíquicos que repercutieron a través de toda nuestra vida.
¿Que pasa con el padre que abandona a su hijo sin importarle nada?,¿que pasa con un violador que se aprovecha de la inocencia?, ¿que sucede con muchas otras situaciones que son tan complejas que parece imposible aplicarles perdón?
¿Tenemos también que perdonarlas?
¿Amar a nuestros enemigos, Perdonar siempre?
Esto es lógicamente imposible y creo que no estamos humanamente preparados para perdonar este tipo de herejías.
Sería muy fácil para mí sacar mi librito de cristiano y decirle a todo el mundo que en toda situación hay que perdonar, pero seguramente yo no comprendo por no vivir esa experiencia la magnitud y el dolor de la vivencia ajena, seguramente, angustias, secuelas, etc etc.
¿Cómo le digo al hijo abandonado y despreciado por su padre que tiene la obligación de perdonarlo?, creo que ese dolor merece respeto y no se soluciona solo con la guía de un manual.
Y seguramente si este hijo quiera en su buena intención perdonarlo se encuentre con la dualidad de querer pero no poder hacerlo.
Es que simplemente no estamos capacitados para hacerlo por nosotros mismos.
Por tal motivo es tan chocante cuando nos ponemos en el libreto de perdonar todo ante quien no quiere o no puede.
El poder perdonar estas situaciones no está dentro de las capacidades humanas.
Lo que sucede que seguir las enseñanzas de Jesús a veces significa ir en contra de toda lógica, pero el único que nos puede sanar de esos dolores arraigados en nuestro interior es El.
Enseña la Biblia que el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad, y solo es capacidad de El poder perdonar todo.
¿Hay dolor por no poder perdonar en tu vida, o por lo que te ocasionaron?
Esta vez no te diré Perdona todo, te diré vuélvete a Jesús, y El con su Espíritu Santo se ocupará de mostrarte lo que debes hacer, te guiará a sanar toda situación del pasado y si le buscas de todo corazón te dará la capacidad de perdonar de una manera sobrenatural, esa capacidad que no tenemos y que solo podemos adquirir y entender cien por ciento viviendo cerca de El.
Lejos de Jesús solo hay una vida carente de plenitud.