En el poder del Espíritu
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El Espíritu Santo es uno de los personajes principales de la Biblia. Lo encontramos desde el primer capítulo (Gn 1.2) hasta el ultimo (Ap 22.17). En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo era visto como una fuerza que venía sobre una persona con el propósito de capacitarla para desarrollar una tarea en específico (véase Jue 14.5-6). En esta etapa de la revelación bíblica, el Espíritu no permanece en el creyente sino que viene y va en determinados momentos de la vida.
Los profetas del Antiguo Testamento entendieron que Dios habría de cambiar esta situación. Por esto, anunciaron que en un momento futuro Dios habría de derramar su Espíritu Santo sobre todo su pueblo (véase, entre otros textos, Jl 2.28-29).
Esta profecía se recalca en el Nuevo Testamento. Mientras en el Antiguo Testamento el Espíritu viene y va en el Nuevo Testamento el Espíritu Santo permanece con el creyente para siempre. Esto queda muy claro en Juan 14.16, que dice:
“Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”.
Esta profecía se cumplió poco después de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, el Cristo. La Iglesia primitiva, leyendo las profecías del Antiguo Testamento a la luz de la persona y el ministerio de Jesús, relacionó la profecía de Joel con la promesa de Jesús. De acuerdo a Hechos 2, la Iglesia fue bautizada en el Espíritu Santo durante el día de Pentecostés. No debe sorprendernos, pues, que Pedro afirme que en ese día se estaba cumpliendo la profecía de Joel (Hch 2.16).
El resto del segundo capítulo del libro de los Hechos describe el sermón que predicara Pedro el día de Pentecostés. También describe los resultados o consecuencias de ese sermón. Hechos 2.41-47 dice:
"Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Sobrevino temor a toda persona, y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos."
En este resumen, el libro de los Hechos narra a los efectos del impacto del Espíritu Santo de Dios sobre los creyentes. Es decir, este texto describe lo que ocurre cuando la iglesia vive en el poder del Espíritu Santo. Veamos, pues, las características de la iglesia que está llena del Espíritu:
1. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu crece
La respuesta al sermón de Pedro fue extraordinaria. Miles de personas creyeron y fueron bautizadas. Esos nuevos creyentes pasaron a formar parte de la comunidad cristiana en Jerusalén. Además, pasaron a formar parte de los grupos pequeños que se reunían en casas de distintos creyentes. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu crece crece porque Dios da el crecimiento (compare 2.47 con 1 Corintios 3.7).
2. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu estudia
Debemos notar que la primera característica que desarrollaron los nuevos creyentes fue “perseverar en la doctrina de los apóstoles” (2.42). Es decir, la primera característica fue el amor por el estudio de las enseñanzas de los apóstoles. Recordemos que los apóstoles enseñaban principalmente dos cosas. Primero, explicaban cuales habían sido las enseñanzas de Jesús y testificaban de los milagros y prodigios que realizó. Segundo, los apóstoles explicaban el significado del Antiguo Testamento, interpretándolo a la luz de las enseñanzas de Jesús. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu estudia la Biblia, la palabra de Dios, y estudia las doctrinas básicas de la fe cristiana.
3. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu adora
Otra característica importante de la Iglesia primitiva era su fervor espiritual. Estos creyentes adoraban a Dios de forma constante y sincera. Se reunían regularmente para tomar la cena del Señor—que es lo que quiere decir “partir el pan”—y para orar. Visitaban el Templo de Jerusalén, reuniéndose en una parte de la plazoleta del Templo llamada el “pórtico de Salomón”. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu adora a Dios públicamente con alegría y toma la cena del Señor con regularidad.
4. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu es misericordiosa
Notemos la solidaridad de la Iglesia primitiva. La palabra “solidaridad” quiere decir “unidad”, “comunión” e “identificación”. Quien se solidariza con otra persona, se hace identifica tanto con esa persona que se puede decir que llega a formar parte de su vida. En el libro de los Hechos, esa solidaridad se demuestra por medio de la unidad, del tener todas las cosas en común y de la venta de propiedades para ayudar a las personas más pobres. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu es solidaria y misericordiosa
5. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu es buena mayordoma
Volvamos un momento a la práctica de vender propiedades para ayudar a los demás. Esto se hacía como una ofrenda a Dios. Quienes vendían sus propiedades ponían el dinero en manos de los Apóstoles, quienes tenían que administrarlo de manera responsable. La Iglesia usa una palabra en particular para describir la administración responsable de los bienes que Dios le ha dado a cada persona, a cada comunidad, y a la humanidad en general. Esta es la palabra “mayordomía”. Esta palabra nos recuerda que, en el fondo, todas las cosas le pertenecen a Dios. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu es buena “mayordoma” de sus recursos.
6. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu está unida
Quizás la característica distintiva de la Iglesia Primitiva fue su unidad. Noten todas las veces que este pasaje bíblico habla de la unidad de la comunidad cristiana. Los creyentes adoraban juntos, estudiaban juntos, tomaban la cena del Señor juntos, compartían sus bienes materiales y hasta se sacrificaban por lograr el bienestar de los demás. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu busca la unidad del cuerpo de Cristo.
7. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu comparte la misión de Dios
Uno de los errores más comunes que se comete cuando se habla de la misión cristiana es dar a entender que la misión es nuestra. Hay creyentes que, mal orientados, no han logrado comprender que la misión es de Dios. Sí, la misión es de Dios. La Biblia nos dice que el primer “misionero” fue Dios mismo, quien reveló a la humanidad su deseo de salvarla y de bendecirla. Dios es quién envía a su hijo Jesucristo para salvación de la humanidad. Esto nos enseña que la misión es de Dios. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu tiene el privilegio de compartir la misión divina.
La buena noticia que tiene este texto para nosotros hoy es que Dios sigue invitando a la humanidad a compartir su visión y su misión para el mundo. Somos colaboradores de Dios, inspirados por Dios y enviados por Dios a proclamar el mensaje del evangelio tanto con nuestras palabras como con nuestra conducta. Aprendamos, pues, a vivir en el poder del Espíritu Santo para cumplir el llamado que Dios nos hace por medio de Jesucristo.
Los profetas del Antiguo Testamento entendieron que Dios habría de cambiar esta situación. Por esto, anunciaron que en un momento futuro Dios habría de derramar su Espíritu Santo sobre todo su pueblo (véase, entre otros textos, Jl 2.28-29).
Esta profecía se recalca en el Nuevo Testamento. Mientras en el Antiguo Testamento el Espíritu viene y va en el Nuevo Testamento el Espíritu Santo permanece con el creyente para siempre. Esto queda muy claro en Juan 14.16, que dice:
“Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”.
Esta profecía se cumplió poco después de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, el Cristo. La Iglesia primitiva, leyendo las profecías del Antiguo Testamento a la luz de la persona y el ministerio de Jesús, relacionó la profecía de Joel con la promesa de Jesús. De acuerdo a Hechos 2, la Iglesia fue bautizada en el Espíritu Santo durante el día de Pentecostés. No debe sorprendernos, pues, que Pedro afirme que en ese día se estaba cumpliendo la profecía de Joel (Hch 2.16).
El resto del segundo capítulo del libro de los Hechos describe el sermón que predicara Pedro el día de Pentecostés. También describe los resultados o consecuencias de ese sermón. Hechos 2.41-47 dice:
"Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Sobrevino temor a toda persona, y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos."
En este resumen, el libro de los Hechos narra a los efectos del impacto del Espíritu Santo de Dios sobre los creyentes. Es decir, este texto describe lo que ocurre cuando la iglesia vive en el poder del Espíritu Santo. Veamos, pues, las características de la iglesia que está llena del Espíritu:
1. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu crece
La respuesta al sermón de Pedro fue extraordinaria. Miles de personas creyeron y fueron bautizadas. Esos nuevos creyentes pasaron a formar parte de la comunidad cristiana en Jerusalén. Además, pasaron a formar parte de los grupos pequeños que se reunían en casas de distintos creyentes. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu crece crece porque Dios da el crecimiento (compare 2.47 con 1 Corintios 3.7).
2. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu estudia
Debemos notar que la primera característica que desarrollaron los nuevos creyentes fue “perseverar en la doctrina de los apóstoles” (2.42). Es decir, la primera característica fue el amor por el estudio de las enseñanzas de los apóstoles. Recordemos que los apóstoles enseñaban principalmente dos cosas. Primero, explicaban cuales habían sido las enseñanzas de Jesús y testificaban de los milagros y prodigios que realizó. Segundo, los apóstoles explicaban el significado del Antiguo Testamento, interpretándolo a la luz de las enseñanzas de Jesús. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu estudia la Biblia, la palabra de Dios, y estudia las doctrinas básicas de la fe cristiana.
3. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu adora
Otra característica importante de la Iglesia primitiva era su fervor espiritual. Estos creyentes adoraban a Dios de forma constante y sincera. Se reunían regularmente para tomar la cena del Señor—que es lo que quiere decir “partir el pan”—y para orar. Visitaban el Templo de Jerusalén, reuniéndose en una parte de la plazoleta del Templo llamada el “pórtico de Salomón”. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu adora a Dios públicamente con alegría y toma la cena del Señor con regularidad.
4. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu es misericordiosa
Notemos la solidaridad de la Iglesia primitiva. La palabra “solidaridad” quiere decir “unidad”, “comunión” e “identificación”. Quien se solidariza con otra persona, se hace identifica tanto con esa persona que se puede decir que llega a formar parte de su vida. En el libro de los Hechos, esa solidaridad se demuestra por medio de la unidad, del tener todas las cosas en común y de la venta de propiedades para ayudar a las personas más pobres. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu es solidaria y misericordiosa
5. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu es buena mayordoma
Volvamos un momento a la práctica de vender propiedades para ayudar a los demás. Esto se hacía como una ofrenda a Dios. Quienes vendían sus propiedades ponían el dinero en manos de los Apóstoles, quienes tenían que administrarlo de manera responsable. La Iglesia usa una palabra en particular para describir la administración responsable de los bienes que Dios le ha dado a cada persona, a cada comunidad, y a la humanidad en general. Esta es la palabra “mayordomía”. Esta palabra nos recuerda que, en el fondo, todas las cosas le pertenecen a Dios. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu es buena “mayordoma” de sus recursos.
6. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu está unida
Quizás la característica distintiva de la Iglesia Primitiva fue su unidad. Noten todas las veces que este pasaje bíblico habla de la unidad de la comunidad cristiana. Los creyentes adoraban juntos, estudiaban juntos, tomaban la cena del Señor juntos, compartían sus bienes materiales y hasta se sacrificaban por lograr el bienestar de los demás. Esto nos enseña que la Iglesia que vive en el poder del Espíritu busca la unidad del cuerpo de Cristo.
7. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu comparte la misión de Dios
Uno de los errores más comunes que se comete cuando se habla de la misión cristiana es dar a entender que la misión es nuestra. Hay creyentes que, mal orientados, no han logrado comprender que la misión es de Dios. Sí, la misión es de Dios. La Biblia nos dice que el primer “misionero” fue Dios mismo, quien reveló a la humanidad su deseo de salvarla y de bendecirla. Dios es quién envía a su hijo Jesucristo para salvación de la humanidad. Esto nos enseña que la misión es de Dios. La Iglesia que vive en el poder del Espíritu tiene el privilegio de compartir la misión divina.
La buena noticia que tiene este texto para nosotros hoy es que Dios sigue invitando a la humanidad a compartir su visión y su misión para el mundo. Somos colaboradores de Dios, inspirados por Dios y enviados por Dios a proclamar el mensaje del evangelio tanto con nuestras palabras como con nuestra conducta. Aprendamos, pues, a vivir en el poder del Espíritu Santo para cumplir el llamado que Dios nos hace por medio de Jesucristo.