El Verdadero Costo de la Amistad
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EL VERDADERO COSTO DE LA AMISTAD
Lucas 5:17-26
Autor: Nicolás Díaz Allauca
(tiempo de lectura 5 min.)
Quiero compartirles la historia de un hombre que vivió en el medio oriente hace dos milenios y que tuvo la desdicha de nacer paralítico. Sus días se consumieron viendo pasar las cosas en derredor suyo, sin que él pudiese interferir ni modificar nada de ello. Hora tras hora, día a día, semana tras semana, mes a mes y año tras año se consumía su vida en el hastío, la frustración y la autocompasión. No obstante, en medio de esta tragedia y sombrío panorama, el hombre de nuestra historia había logrado granjearse la genuina amistad de 4 amigos.
Cierto día uno de ellos le dijo al paralítico que conocía a alguien que podría cambiar su destino significativamente. El paralítico le contestó: “Mira… yo he estado inválido toda mi vida y no sé como mi vida pueda cambiar para mejor. Creo que yo estoy bien así…”. El amigo no se dio por vencido y fue a buscar a otros tres socios para persuadir al inválido. Escuchando el argumento de ellos, pero sin estar del todo convencido, accedió finalmente a complacer a sus cuatro amigos.
Tomaron la camilla sobre sus hombros y comenzaron a recorrer la distancia hasta la casa. Al poco tiempo llegaron a su destino y se encontraron con un inconveniente imprevisto. Una multitud se agolpaba a la puerta de la vivienda y no había modo de acceder a la puerta principal. Los cuatro amigos cruzaron miradas y concluyeron que no podrían ingresar a su amigo al interior de la manera convencional, así que consiguieron unas cuerdas para asegurar bien el lecho e intentar una descabellada maniobra. Dos subieron al tejado de la casa y dos desde abajo trabajaron en equipo para subir la camilla hasta el techado.
Sudorosos y agotados, los cuatro amigos, abrieron un hoyo en el tumbado de la casa, desde donde descolgaron al inválido justo en el centro de la reunión. Las miradas quedaron perplejas al ver esta inesperada maniobra y esta escena impactante de decisión y amor de cuatro amigos. El hombre de nuestra historia quedó así frente a frente al invitado de honor de aquella casa, quien viendo la fe de los cuatro esforzados amigos le dijo al paralítico: “Hombre, tus pecados te son perdonados”.
Los hombres importantes y de influencia religiosa, que se hallaban en la reunión y que habían acudido allí desde todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén dijeron entre sí: “¿Quién es éste que blasfemia de este modo, solo Dios podría perdonar pecados?”. El hombre que había extendido el perdón al paralítico, cuyo nombre era Jesús, sabiendo sus pensamientos los confrontó con estas palabras: “¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados o levántate y anda?” “Ustedes deben saber, que tengo potestad en la tierra para perdonar pecados” y dirigiéndose al paralítico concluyó con esta sentencia: “A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”.
El hombre paralítico, por primera vez sintió que sus músculos obedecieron las órdenes de su cerebro y ante la orden de Jesús, se levantó y caminó por primera vez y todos los presentes, glorificaban a Dios y llenos de temor decían: “Hoy hemos visto maravillas”. Era innegable que el poder de Dios estaba con Jesús para sanar.
¿A quién acude usted cuando enfrenta serios problemas o una aguda crisis? ¿Con quién cuenta usted para ayuda, un consejo confiable o palabras de aliento? Espero que usted tenga algunos buenos amigos, como los de esta historia y que estén allí siempre cerca de usted.
La verdadera amistad parece un don muy raro y difícil de hallar en nuestros días. Mucha gente se ha auto impuesto muchas complicaciones y está inmersa en una agenda tan apretada, que simplemente no tiene ni el tiempo ni la energía necesarias para desarrollar buenas relaciones con amigos. A menudo decimos o escuchamos: “Nos vemos pronto…” pero esto raras veces ocurre.
El hombre paralítico cuya historia he contado estaba confinado a una camilla. No podía ni siquiera moverse de un sitio a otro, pero tenía la fortuna que poseer amigos que estaban dispuestos a hacer algo para ayudarlo. Lo llevaron hasta Jesús, creyendo que Jesús podría sanarlo. Y cuando la multitud bloqueó el paso hasta Jesús, tomaron drásticas medidas para asegurarse que su amigo estuviese frente a Jesús.
Cuando Jesús vio la fe de estos amigos, verdaderamente amó el cuadro que observó. El pudo advertir la fe en acción. El pudo ver que el amor no se detiene aun cuando existan barreras. El fue testigo de cuatro amigos preocupados y lo suficientemente determinados a que su amigo alcance un objetivo.
Jesús sabía también que este hombre necesitaba más que la sanidad de su cuerpo. Éste hombre tenía un corazón que necesitaba con urgencia estar en paz con Dios. ¿Nos importa a cada uno de nosotros el hacer cualquier esfuerzo y vencer los obstáculos que se presenten, a fin de que nuestros amigos puedan tener conexión con Jesús y se reconcilien con Él?
Es importante destacar que la primera necesidad que Jesús atendió fue la del corazón de este hombre inválido. Limitado como estaba a una camilla sin embargo, había maldad en su corazón y Jesús consideró más importante sanar el corazón antes que su dolencia física. Muchas veces nosotros caemos en el error de ver la “calentura en las sábanas”: una parálisis, la envidia, la avaricia, el odio, el adulterio, la impureza, un crimen, el abuso de drogas, el alcoholismo, el homosexualismo, la promiscuidad y otros cuadros similares no son sino “calentura en las sábanas” y síntomas de un problema mayor: el corazón enfermo de un hombre alejado y divorciado de Dios.
Para un corazón con un vacío solo hay una solución: Jesús. Jesús es tu amigo y no solamente de palabras. El no escatimó recursos ni barreras, para llevar a cabo un plan en pos de tu beneficio. El te amó más allá de las palabras y es un amigo que estuvo dispuesto a morir por ti en la cruz. Jesús es un amigo que está dispuesto a cambiar drásticamente tu vida. El Hijo de Dios vino a este mundo a darnos una vida plena, con propósito.
Si tu vida está vacía y sin rumbo, déjame decirte que HOY Jesús es un amigo fiel. El te ofrece Su misericordia, Su gracia, Su perdón y la Vida eterna. Esta oferta es tentadora y te animo a no dejarla pasar. Haz conmigo hoy esta sencilla oración:
Señor Jesús, reconozco que mi vida no es todo lo que tú deseas que fuese. Tengo un vacío en mi vida y no deseo continuar así. El día de hoy, libre y voluntariamente vengo ante ti, para reconocer mi condición de pecador y que por mis propios medios no puedo cambiar mi situación. Soy un paralítico espiritual delante de ti. Necesito un Salvador que eres Tú Señor Jesús. Me arrepiento de mis pecados con los cuales te ofendí y me distancié de ti. Hoy renuncio a este tipo de vida y te pido que me recibas como tu hijo. Yo confieso (declaro) que tú Jesús eres el Único Hijo de Dios y que moriste en la cruz por mis pecados. Declaro que resucitaste de los muertos al tercer día conforme lo declara La Escritura y te pido que me perdones de mis maldades, me limpies de mi iniquidad y me ayudes a vivir una vida nueva llena de poder y propósito. En tu dulce nombre oro, Amén.
Lucas 5:17-26
Autor: Nicolás Díaz Allauca
(tiempo de lectura 5 min.)
Quiero compartirles la historia de un hombre que vivió en el medio oriente hace dos milenios y que tuvo la desdicha de nacer paralítico. Sus días se consumieron viendo pasar las cosas en derredor suyo, sin que él pudiese interferir ni modificar nada de ello. Hora tras hora, día a día, semana tras semana, mes a mes y año tras año se consumía su vida en el hastío, la frustración y la autocompasión. No obstante, en medio de esta tragedia y sombrío panorama, el hombre de nuestra historia había logrado granjearse la genuina amistad de 4 amigos.
Cierto día uno de ellos le dijo al paralítico que conocía a alguien que podría cambiar su destino significativamente. El paralítico le contestó: “Mira… yo he estado inválido toda mi vida y no sé como mi vida pueda cambiar para mejor. Creo que yo estoy bien así…”. El amigo no se dio por vencido y fue a buscar a otros tres socios para persuadir al inválido. Escuchando el argumento de ellos, pero sin estar del todo convencido, accedió finalmente a complacer a sus cuatro amigos.
Tomaron la camilla sobre sus hombros y comenzaron a recorrer la distancia hasta la casa. Al poco tiempo llegaron a su destino y se encontraron con un inconveniente imprevisto. Una multitud se agolpaba a la puerta de la vivienda y no había modo de acceder a la puerta principal. Los cuatro amigos cruzaron miradas y concluyeron que no podrían ingresar a su amigo al interior de la manera convencional, así que consiguieron unas cuerdas para asegurar bien el lecho e intentar una descabellada maniobra. Dos subieron al tejado de la casa y dos desde abajo trabajaron en equipo para subir la camilla hasta el techado.
Sudorosos y agotados, los cuatro amigos, abrieron un hoyo en el tumbado de la casa, desde donde descolgaron al inválido justo en el centro de la reunión. Las miradas quedaron perplejas al ver esta inesperada maniobra y esta escena impactante de decisión y amor de cuatro amigos. El hombre de nuestra historia quedó así frente a frente al invitado de honor de aquella casa, quien viendo la fe de los cuatro esforzados amigos le dijo al paralítico: “Hombre, tus pecados te son perdonados”.
Los hombres importantes y de influencia religiosa, que se hallaban en la reunión y que habían acudido allí desde todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén dijeron entre sí: “¿Quién es éste que blasfemia de este modo, solo Dios podría perdonar pecados?”. El hombre que había extendido el perdón al paralítico, cuyo nombre era Jesús, sabiendo sus pensamientos los confrontó con estas palabras: “¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados o levántate y anda?” “Ustedes deben saber, que tengo potestad en la tierra para perdonar pecados” y dirigiéndose al paralítico concluyó con esta sentencia: “A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”.
El hombre paralítico, por primera vez sintió que sus músculos obedecieron las órdenes de su cerebro y ante la orden de Jesús, se levantó y caminó por primera vez y todos los presentes, glorificaban a Dios y llenos de temor decían: “Hoy hemos visto maravillas”. Era innegable que el poder de Dios estaba con Jesús para sanar.
¿A quién acude usted cuando enfrenta serios problemas o una aguda crisis? ¿Con quién cuenta usted para ayuda, un consejo confiable o palabras de aliento? Espero que usted tenga algunos buenos amigos, como los de esta historia y que estén allí siempre cerca de usted.
La verdadera amistad parece un don muy raro y difícil de hallar en nuestros días. Mucha gente se ha auto impuesto muchas complicaciones y está inmersa en una agenda tan apretada, que simplemente no tiene ni el tiempo ni la energía necesarias para desarrollar buenas relaciones con amigos. A menudo decimos o escuchamos: “Nos vemos pronto…” pero esto raras veces ocurre.
El hombre paralítico cuya historia he contado estaba confinado a una camilla. No podía ni siquiera moverse de un sitio a otro, pero tenía la fortuna que poseer amigos que estaban dispuestos a hacer algo para ayudarlo. Lo llevaron hasta Jesús, creyendo que Jesús podría sanarlo. Y cuando la multitud bloqueó el paso hasta Jesús, tomaron drásticas medidas para asegurarse que su amigo estuviese frente a Jesús.
Cuando Jesús vio la fe de estos amigos, verdaderamente amó el cuadro que observó. El pudo advertir la fe en acción. El pudo ver que el amor no se detiene aun cuando existan barreras. El fue testigo de cuatro amigos preocupados y lo suficientemente determinados a que su amigo alcance un objetivo.
Jesús sabía también que este hombre necesitaba más que la sanidad de su cuerpo. Éste hombre tenía un corazón que necesitaba con urgencia estar en paz con Dios. ¿Nos importa a cada uno de nosotros el hacer cualquier esfuerzo y vencer los obstáculos que se presenten, a fin de que nuestros amigos puedan tener conexión con Jesús y se reconcilien con Él?
Es importante destacar que la primera necesidad que Jesús atendió fue la del corazón de este hombre inválido. Limitado como estaba a una camilla sin embargo, había maldad en su corazón y Jesús consideró más importante sanar el corazón antes que su dolencia física. Muchas veces nosotros caemos en el error de ver la “calentura en las sábanas”: una parálisis, la envidia, la avaricia, el odio, el adulterio, la impureza, un crimen, el abuso de drogas, el alcoholismo, el homosexualismo, la promiscuidad y otros cuadros similares no son sino “calentura en las sábanas” y síntomas de un problema mayor: el corazón enfermo de un hombre alejado y divorciado de Dios.
Para un corazón con un vacío solo hay una solución: Jesús. Jesús es tu amigo y no solamente de palabras. El no escatimó recursos ni barreras, para llevar a cabo un plan en pos de tu beneficio. El te amó más allá de las palabras y es un amigo que estuvo dispuesto a morir por ti en la cruz. Jesús es un amigo que está dispuesto a cambiar drásticamente tu vida. El Hijo de Dios vino a este mundo a darnos una vida plena, con propósito.
Si tu vida está vacía y sin rumbo, déjame decirte que HOY Jesús es un amigo fiel. El te ofrece Su misericordia, Su gracia, Su perdón y la Vida eterna. Esta oferta es tentadora y te animo a no dejarla pasar. Haz conmigo hoy esta sencilla oración:
Señor Jesús, reconozco que mi vida no es todo lo que tú deseas que fuese. Tengo un vacío en mi vida y no deseo continuar así. El día de hoy, libre y voluntariamente vengo ante ti, para reconocer mi condición de pecador y que por mis propios medios no puedo cambiar mi situación. Soy un paralítico espiritual delante de ti. Necesito un Salvador que eres Tú Señor Jesús. Me arrepiento de mis pecados con los cuales te ofendí y me distancié de ti. Hoy renuncio a este tipo de vida y te pido que me recibas como tu hijo. Yo confieso (declaro) que tú Jesús eres el Único Hijo de Dios y que moriste en la cruz por mis pecados. Declaro que resucitaste de los muertos al tercer día conforme lo declara La Escritura y te pido que me perdones de mis maldades, me limpies de mi iniquidad y me ayudes a vivir una vida nueva llena de poder y propósito. En tu dulce nombre oro, Amén.