El saludo de la paz

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La Paz de Dios sea con todos ustedes

"Tengan sal entre ustedes y vivan en Paz unos con otros"
(San Marcos 9: 50.)

Hay una parte de la liturgia que hemos reservado, para darnos en comunidad el saludo de la Paz. Este momento tiene una gran importancia sobre todo en nuestras comunidades de fe que por fuerza de lo agitado de nuestras vidas modernas, no nos permite ser comunidades de fe en una práctica del día a día. Vivimos tan ocupados que nuestras Iglesias locales solo se reúnen los domingos en sus servicios de Escuela Dominical y de adoración.
Somos llamados y llamadas a vivir en Paz, esto se hace visible y posible tan solo en la vivencia del amor y la solidaridad, entre los seres Humanos, entre quienes nos llamamos cristianos y cristianas. La Paz es un viejo concepto bíblico que aparece constantemente desde el antiguo testamento (Shalom).
La bendición Aarónica es el mejor ejemplo de esa Paz que Dios deseaba que existiera en su pueblo: "Que el Señor te bendiga y proteja que el Señor te mire con agrado y te muestre su bondad que el Señor te mire con amor y te conceda la Paz" (Números 6:24 al 26).
Si, el saludo de la Paz tiene su origen en el Antiguo Testamento, pero no ha perdido su vigencia, Nuestro Señor Jesús, lo utilizó a diario en el trato con sus Discípulos y seguidores. Luego de haber resucitado se presenta ante sus Discípulos y les saluda con la Paz o Shalom judío: ¡Paz a ustedes! (San Juan 20: 26.).
La Iglesia cristiana hereda del propio Jesús y del Judaísmo esa formula de saludo afectuoso. La Paz era el saludo constante de los cristianos en la Iglesia del Nuevo Testamento: "Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen sobre ustedes su gracia y Paz" (I Corintios 1: 3.).
En las ceremonias de la Iglesia neotestamentaria había un momento para darse en la comunidad de Fe, el saludo de la Paz y generalmente se hacía después de orar el Padrenuestro, motivados los creyentes en aquella frase que dice: "…Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a nuestros ofensores".
Habría que preguntarnos si nuestras Comunidades de Fe cumplen verdaderamente el rol de ser Comunidades Terapéuticas, si estamos dispuestos a vivir el perdón desde la verdadera perspectiva bíblica. Si no es así, entonces el momento del saludo de la Paz sería una verdadera molestia, no por el acto en sí que es hermoso y significante, sino por nuestra conciencia que puede reflejar el tormento de un espíritu perturbado que se resiste al amor.
San Pablo, podría llamarse el Apóstol de la Paz, en cada uno de sus escritos resalta la Paz, no como un simple deseo o saludo a las Iglesias, sino como un modo de vida, como la mejor manera de vivir el testimonio de unidad de la Iglesia de Jesucristo: "Deseo que vivan felices y que busquen la perfección en sus vidas. Anímense y vivan en armonía y paz y el Dios de Amor y de Paz estará con ustedes. Salúdense los unos a los otros con un beso Santo" (II Corintios 13: 11 y 12.)
El saludo de la Paz tiene plena vigencia dentro de nuestra liturgia, porque somos una Iglesia Histórica y confesional, y de esta manera damos Fe al mundo que nos amamos de verdad. Tiene el saludo de la Paz, tanta vigencia como lo tienen los Credos, y el Padrenuestro. Además que es uno de los pocos momentos en los cuales tenemos verdadera oportunidad para saludar a nuestros hermanos y hermanas en la fe.
Algunos y algunas desearían que el momento del saludo de la Paz no rompiera con la liturgia, y para eso esgrimen algunos argumentos estéticos y de orden, pero el bullicio y movimiento del saludo de la Paz nos señala que la Iglesia está viva y que la conforman seres humanos con sentimientos. Si sentimos la necesidad de abrazar y besar a nuestros hermanos y hermanas, hagámoslo ese es el momento que el Espíritu ha dispuesto en la liturgia para hacerlo.
Otra opción sería que los hermanos y hermanas se saluden tan solo con los que están más cerca de ellos, esto para mantener ese momento de afectividad y de reencuentro en la adoración a Dios. Muchas veces matamos al Espíritu de Dios con el excesivo ritualismo y con la importancia desmedida que le damos a la liturgia en si. Hemos convertido a la liturgia en un fin, y hemos olvidado que es un medio que nos lleva a la adoración del único ser que merece ser adorado, Dios.
Recordemos que la Iglesia en esta parte del mundo tiene sus valores culturales y raciales, somos caribe y esa expresión cobra más fuerza en nuestro país, que fue cuna de esa raza aborigen que se extendió por toda la América central y por todo el mar que lleva su nombre.
El gran error de la Iglesia Evangélica, fue precisamente el de querer copiar los modelos extranjeros de adoración que trajeron los Misioneros y no nos dimos oportunidad a vivir la liturgia desde una perspectiva más nuestra. Hoy la juventud y la dinámica de la historia nos reclama aquel viejo principio de la Reforma del Siglo XVI: "Iglesia reformada, siempre reformándose"
Dice San Pablo: "Dios los ama a ustedes y los ha escogido para que pertenezcan al Pueblo Santo. Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre, y paciencia. Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene alguna queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, también perdonen también ustedes. Sobre todo revístanse de Amor, que es lazo de perfecta Unión. Y que la Paz de Cristo reine en sus corazones, porque con este propósito los llamó Dios a formar un solo cuerpo. Y sean agradecidos. (Colosenses 3: 12 al 15.)

"Que la paz de nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros".



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