El Lugar de los niños en el Culto Cristiano

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“¿Qué significa este rito?”

Los niños como motor de partida en el culto cristiano

Luis Carlos Ramos

De acuerdo con la tradición bíblica, Dios es el participante central del culto que es servido por los celebrantes, por los fieles y por seres celestiales, bien como por todos los que murieron por causa de su testimonio y que ahora se encuentran constantemente delante del trono, glorificando al Altísimo (Cf. Is. 6.1-8 Sal 5 22.22 104.21 117 134 He 1.6-7,14 Ap. 7.9-15).

En el culto se da un encuentro dialogado e interactivo entre Dios y su pueblo. Y es el mismo Dios quien toma siempre la iniciativa de extender la invitación de su gracia. Aquellos y aquellas que, en respuesta a tal invitación, comparecen a este encuentro, constituyen la congregación de fieles. Ésta, a su vez, está formada por personas de todas las edades. Esto que parece obvio cuando se lo menciona así, de esta manera, cuando es confrontado con la práctica de muchas iglesias, se muestra mucho menos notorio.

Hay iglesias formadas por ancianos y para ancianos, en las cuales no hay lugar para la expresión de la juventud, o de los niños. También hay, y es cada vez más predominante, las iglesias de jóvenes y para jóvenes, en las cuales las criaturas y ancianos no tienen lugar. Lo que aun no se ve es una iglesia de niños y para los niños (¡aún felizmente que no! Por las razones que pretendemos exponer en este breve artículo)

Cuando se dice que la congregación de fieles es formada por personas de todas las edades debemos tener bien en claro que al culto asisten bebés, niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos. Teóricamente todos deberían tener su participación garantizada, representada o contemplada: en el tipo de liturgia que se celebra, en el repertorio de los cánticos litúrgicos, en el tipo de lenguaje usado, etc.

En pocas palabras: ¡o la Iglesia es de todos o no es Iglesia! Iglesia solo para los jóvenes no es Iglesia y punto iglesia solo para los ancianos no es Iglesia, es un club de nostálgicos.


El lugar de los niños en el culto cristiano

Es necesario destacar, entretanto, la participación de los niños, en el culto, por una razón histórica y bíblica. Como sabemos, el centro de la liturgia cristiana es la Pascua que es también el centro de la liturgia judía. Ahora, en las instrucciones dadas por motivo de la institución de la Pascua judía, la criatura desempeña un papel central, y es ella la que da inicio a las solemnidades.

Veamos algunos relatos bíblicos de la institución de la celebración de la Pascua : Éxodo 12.24-27: “24 Guardaréis esto por estatuto para vosotros y para vuestros hijos para siempre. 25 Cuando entréis en la tierra que Jehová os dará, como prometió, también guardaréis este rito. 26 Y cuando os pregunten vuestros hijos: “¿Qué significa este rito?”, 27 vosotros responderéis: “Es la víctima de la Pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios y libró nuestras casas”».

Entonces el pueblo se inclinó y adoró” Éxodo 13.14: “Y cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: “¿Qué es esto?”, le dirás: “Jehová nos sacó con mano fuerte de Egipto, de casa de servidumbre” Deuteronomio 6.24: “Jehová nos mandó que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová, nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días y para que nos conserve la vida, como hasta hoy”

A la luz de estas referencias bíblicas, podemos preguntarnos por el lugar que las criaturas deben tener en el culto. Por lo que todo indica, las grandes experiencias fe del pueblo de Dios eran celebradas cíclicamente, justamente, pensando en la transmisión de esta espiritualidad hacia las nuevas generaciones. Los niños eran, de esta manera, el elemento disparador de tales liturgias. Tales ceremonias eran concebidas especialmente para responder a las preguntas ¿Por qué cómo cuando? de las criaturas: “Y cuando os pregunten vuestros hijos: “¿Qué significa este rito?” vosotros responderéis…” (Éx. 12.27 y paralelos).

Los niños eran, por lo tanto, el punto de partida y, en gran parte, la razón de ser de la liturgia. Es como si el culto fuese un vehículo cuyo motor es necesario arrancarlo mediante un, eficiente, sistema de ignición para, una vez encendido emprender efectivamente el viaje.

Por lo que parece, no tenía mucho sentido realizar estas fiestas sin la presencia de los niños. Sí, es verdad que los adultos siempre se benefician mucho con tales festejos, pero para el adulto los ritos son siempre repetición, y tienen la función de un refuerzo conceptual y práctico, pero para los infantes es el descubrimiento y la novedad deslumbrante de un nuevo universo espiritual.

De esta manera, si alguien, después de Dios, tiene que ser privilegiado en el culto cristiano, “ese alguien” son los párvulos.



Los niños y el culto: alternativas vigentes

¿Cuál sería, entonces, la mejor alternativa en relación a la cuestión niños y culto? Las opciones más frecuentes empleadas por las iglesias protestantes son: 1) Modelo de culto infantil que consiste en privar a los niños del culto y realizar otro (infantilizado) especialmente para ellos 2) El modelo híbrido que tolera a las criaturas en el culto parcialmente, pero solo hasta el momento de la predicación, cuando, en ese momento, ellos son retirados del templo a un lugar donde tendrán actividades “diferenciadas” (¡la palabra es más hermosa que el resultado!) 3) y el modelo deja como está para ver como queda que simplemente ignora la presencia de la criatura, según lo cual se da continuación a la liturgia haciendo de cuenta que las criaturas no están presentes.

El tercer modelo está fuera de nuestra reflexión. Mientras tanto, por mejor intencionados que sean los proyectos del culto infantil y el proyecto híbrido, ambos también terminan volviéndose antipedagógicos, pues excluyen a la criatura del culto, total o parcialmente. Ahora, si el niño es retirado del templo cuando es pequeño, no hay que esperar que, cuando sea adolescente, quiera permanecer en el culto. Pues todo lo que aprendió es que este no es un ambiente en el cual el es bienvenido.

Mucho más raras son las alternativas inclusivas. Esto en parte es comprensible, pero no justificable, porque exige esfuerzo, preocupación y da trabajo. Es injustificable porque no hay nada más importante en el reino de Dios que las criaturas: finalmente, eso fue lo que aprendimos (o deberíamos haber aprendido) de Jesús en Mateo 18.1-2 y en Lucas 9.47.

Por último ¿Cómo puede ser incluida la criatura plenamente en el culto? Esto lo trataremos a continuación.



¿Qué pueden y que no hacer los niños en el culto?

Esta es una buena pregunta para que la Iglesia indague: ¿Finalmente qué pueden y qué no pueden hacer los infantes en el culto? Tal vez el lector o lectora de esta breve reflexión se sorprenda con la respuesta enfática que se dará aquí, afirmando que no hay nada, litúrgicamente hablando, que las criaturas no puedan realizar en el culto cristiano – nada que un adulto no haga.

¿Qué sucede, frecuentemente, en nuestros cultos? En general, oramos, cantamos, leemos las Escrituras Sagradas, testificamos, proclamamos el Evangelio, comulgamos, ofrendamos, nos comprometemos, asumimos responsabilidades, etc.

Bien, ¿cuál de estos actos litúrgicos están fuera de de las posibilidades de las criaturas? Mi hijo, que tiene cuatro años, ya oraba antes de aprender a caminar – entonces, ¿Por qué nunca invitamos a un niño a presentar una oración en nuestros cultos dominicales? En cuanto al canto ¿Por qué no cantan ellos? Pues todos, aún los bebes, adoran (inclusive en el sentido literal de término) cantar (por ultimo, de ellos nace la perfecta alabanza, dicen las Escrituras Sagradas en Mt. 21.16). Leer la Biblia : desde que es alfabetizada, lo que acontece cada vez más prematuro, una criatura con siete, o seis, o tal vez cinco años, puede realizar lecturas, de la Biblia o de otros textos litúrgicos, tal como cualquier adulto - ¿no sería fantástico si todo culto tuviese la participación de criaturas en la dirección de ciertas lecturas? En cuanto a los testimonios y a la proclamación, también ahí los niños pueden ser sumisos. Ellos pueden, inclusive, participar de la prédica, escenificando pasajes bíblicos, interpretando ilustraciones (prácticamente todo sermón recurre a las ilustraciones para aclarar puntos obscuros o conceptos abstractos). El mero hecho de que un predicador, tenga en mente que su público también está compuesto por infantes, ya puede servir como estímulo en la búsqueda de un lenguaje más expresivo, o el uso de vocabulario más adecuado, objetivo y concreto para el empleo de imágenes visuales y otros recursos sensibles (al tacto, al paladar, al olfato, por ejemplo). Haciendo esto, todos se beneficiarían, pues cuando usamos lenguaje abstracto, solamente los adultos (y ni todos ellos) logran acompañar, pero el lenguaje objetivo y los sustantivos concretos, todos, criaturas y adultos, pueden y les agrada acompañar. Y, de esta manera, también las criaturas pueden asumir sus compromisos como sujetos en la comunidad de fe y en la construcción del reino de Dios.

En cuanto a los bebés, cuando participan del culto, no pueden entender conceptualmente lo que esta sucediendo, pero afectivamente ellos están aprendiendo, desde la tierna infancia, que allí son bienvenidos, que son amados y que allí es su lugar: en el medio de la comunidad de fe.

Preparar la liturgia de un culto inclusivo, para todos, en el cual todos son considerados, representados, y cuya participación está garantizada, no es en sí algo tan arduo o diferente de lo convencional. Alcanza que, en la hora en que estemos eligiendo el repertorio de los himnos, las lecturas, los gestos y actos litúrgicos, recordemos incluir a los niños, así como hacemos naturalmente con los jóvenes y los adultos. Por ejemplo, prever músicas propias para las criaturas (dado que, si ellas pueden cantar nuestros himnos, ¿por qué no podemos cantar los de ellos?) Y en el momento de distribuir las tareas en la conducción del culto, recordemos de atribuir funciones a las criaturas, que podrán ser desde la conducción de oraciones y lecturas, hasta la cooperación en actos como levantar la ofrenda, escenificaciones y otras, que dependerán únicamente de la creatividad, la buena voluntad y del buen criterio de los responsables por la preparación y dirección de la liturgia de los cultos ordinarios de nuestras iglesias.



Conclusiones

Para finalizar estas modestas consideraciones sobre los niños y el culto cristiano, podemos sintetizar algunas de las principales conclusiones a las que llegamos, a partir de lo expuesto arriba:

Dios es siempre el principal sujeto del culto Cristiano que, a través de la invitación de su gracia, nos reúne como su pueblo en un encuentro de celebración, dialogado e interactivo.

El pueblo y la congregación de fieles que, en respuesta a la invitación de la gracia divina, le presta su servicio en el culto comunitario.

La congregación de fieles está formada por todas las personas de la comunidad: bebes, niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos.

Las personas responsables de la preparación y dirección de la liturgia deben tomar en cuenta la totalidad del pueblo de Dios, lo que implica involucrar, contemplar, incluir a todos en lo distintos actos litúrgicos.

Entre todos los fieles, son las criaturas las que merecen el mayor cuidado y atención, pues a la luz de la usanza bíblica, son ellas las que avivan el culto con sus preguntas fundamentales, a las cuales la comunidad celebrante ofrece su respuesta de fe, en el ejercicio de una espiritualidad que es, de esta manera, transmitida de generación en generación.

No hay nada que un adulto realice en el culto que no pueda ser efectuado por los pequeños. Por lo tanto, ellos no deben ser meros espectadores del culto, sino sujetos activos de la dinámica litúrgica.

Poner esto en práctica… ¡He ahí un hermoso desafío!
Setiembre de 2007

SOLO A DIOS SEA LA GLORIA

Traducido del portugués y adaptado por Eldor O. Rautenberg – octubre de 2007

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