Image

El humor en tiempos de cuarentena

0

Desde hace unos meses, la pandemia se ha convertido en un drama, para algunos una tragedia que invade buena parte de nuestro mundo racional y emocional. El coronavirus nos amenaza, ataca, enferma y, algunas veces, mata. Esa es la vivencia que circula en nuestro interior. Y se la procesa de distinta manera, a veces presentada con  racionalidad y otras acercándose al absurdo. La angustia en sus diversas manifestaciones, las creencias apocalípticas, los sentimientos de un encierro que paraliza y una sobreinformación que llega a aturdir se pasean juntos o separados por la zona de lo imprevisible.

Alto poder de contagio y bajo índice de mortalidad; es un virus para el que no tenemos cura, que invade masivamente. El virus, al que se lo llama "el enemigo invisible" por su tamaño imperceptible, ha puesto en jaque al mundo en que vivimos, así como también a las referencias que le otorgaban al ser humano un sentido de seguridad y coherencia. Hay preguntas sobre el tema que no tienen todavía respuestas. 

Dentro de este panorama, uno de los curiosos fenómenos que se dan en esta época de cuarentena es el humor que ha subido a las redes sociales o incluso a la vida social ordinaria. Se intercambian bromas, las frases ingeniosas tienen gran éxito, se filma a gente en situaciones hilarantes vinculadas al virus o a las restricciones del encierro.   

Los que hemos recibido chistes no queremos perder la ocasión de reenviarlos para que nuestras amistades puedan reírse como nos reíamos antes nosotros: (“me siento como en Navidad, me lavo, me perfumo, me visto lo mejor posible para ir a sentarme al living de mi casa”; “acabo de estornudar con el barbijo puesto…ahora estoy yendo a la clínica a que me cosan las orejas”; “¿será muy pronto para armar el Arbolito?, ya no sé qué hacer”; “estamos a diez días para saber el verdadero color de cabello de algunas personas”;“¿qué hago con la agenda 2020 que me compré?”; “el perro me mira como diciendo ‘viste que cuando estás encerrado tenés ganas de romper todo’”;”mis zapatos y mis jeans deben creer que me morí”; “qué pesadilla más mala tuve anoche, soñé que volvían a abrir los bares, la gente entraba por orden alfabético y yo era Zinedine Zidane” ). 

En este momento singular y único de la historia que nos toca vivir donde están suspendidas buena parte de las actividades sociales, prohibidas las relaciones de vecindad y los desplazamientos propios de los paseos, la risa es algo importante de la que no queremos ser despojados. Es una respuesta mordaz y alegre a la violencia de la situación.

En un artículo llamado “El humor”, Sigmund Freud decía que “el humor no es resignado, sino rebelde; no solo significa el triunfo del yo, sino también del principio del placer, el humor logra triunfar sobre la adversidad de las circunstancias reales”. No se trata de negar la realidad, ni de tomar irresponsablemente las implicancias y peligros de lo que está sucediendo, es un tomar el confinamiento y las amenazas del coronavirus viendo la parte humorística. Es un “déjame reír” que se niega a colocarse en el lugar del víctima, a no dejarse abatir. 

El humor rechaza la resignación y desafía la realidad. Cuando podemos reír juntos nos solidarizamos contra las amenazas y límites del encierro. En una palabra, no quedamos totalmente atrapados por su apariencia. El humor se brinda como un antídoto frente a la muerte, la angustia y el miedo. El humor nos une, cada uno vive la cuarentena a su manera, de acuerdo a sus características personales y sus realidades sociales, no es lo mismo vivirla en una villa que en una casa o departamento lujoso. El humor perfora las puertas cerradas del confinamiento. Es un arma para ayudar a la autoestima y proveer de energía para la realidad que se debe enfrentar manteniendo la dignidad que Dios quiere para todo ser humano. La risa es una ayuda contra la lamentación y una negativa para no hundirse en la tristeza, el miedo y la desesperanza. El humor contribuye a mantener la conciencia despierta y desactivar las peores situaciones.

En momentos difíciles del encierro, en ocasiones, problemáticas de pareja o de padres e hijos o entre hermanos, el humor facilita el enfrentar situaciones conflictivas de la casa. La risa, bien encaminada, disuelve la agresividad y ayuda a no permitir el tomarse todo tan en serio. El humor facilita la distancia crítica. En un contexto conflictivo, una ocurrencia chistosa puede crear un clima menos rígido y menos amenazante. La risa crea las condiciones para un pacto de no agresión. No es un signo de debilidad, en tiempos de coronavirus suele estar más cerca de la sonrisa que de la carcajada. A veces, el humor devela lo no dicho, aportando una forma de decir que de otra manera no se podría formular. Revela que no estamos tan desprovistos frente a los problemas que nos acechan. La risa, aun siendo frágil, restaura el vínculo interpersonal amenazado. 

Pero el mismo Freud advierte en el artículo antes citado que “no todos los seres tienen el don de poder adoptar una actitud humorística, pues esta es raro y precioso talento, y muchos carecen hasta de la capacidad de gozar el placer humorístico que otros les proporcionan”.

“Yo soy la puerta” (Juan 10: 9)

El texto de Juan nos invita, en épocas de encierro, a recordar estas palabras de Jesús mismo, casi olvidadas, pero que tienen un profundo mensaje. Él es una puerta abierta que permite a quien la cruce moverse a un mundo nuevo que supone una nueva manera de entender y transitar la vida. Quien entra por Jesús puede salir y entrar, es libre porque se deja guiar por el Espíritu de Dios. Cuando pasamos por Jesús entramos en Él mismo y en Él encontramos a Dios, por eso concluyen estas palabras sobre la puerta diciendo que” yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”.

La palabra que se repite con insistencia en nuestros días, más que aislamiento, es encierro, con la carga de significaciones que tiene el término, entre ellas aquellas que inconscientemente se asocian a la prisión, con la idea implícita de culpa y castigo.

La puerta es símbolo de tránsito de un ámbito a otro ámbito, del más acá al más allá, de lo profano a lo sagrado. Jesús es la puerta por la que entramos en nosotros mismos. Como el humor, esta experiencia relativiza el encierro, consuela, nos hace recuperar el aliento aun cuando estemos en las peores circunstancias. No cambia en el presente el curso de los hechos pero sí nos ayuda, y esto es lo importante, a modificar la mirada, a dar paso a la creatividad. El humor recuerda la posibilidad de otro mundo, redefine la relación con la situación que vivimos, nos hace burlar por un momento del virus para desactivar aunque sea parcialmente su altivez, para dar paso a las cosas centrales de la vida activando la esperanza y la fe en la resurrección de Jesús que nos recuerda que nada malo será para siempre.

Compartir

Más recursos

Sponsor


Suscripción gratuita

Te avisaremos cuando agreguemos nuevos recursos. No te enviaremos más de uno o dos mensajes semanales.