El Credo de los Apóstoles

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El tiempo en el que vivimos se caracteriza por una gran variedad de expresiones del cristianismo.
Además de las iglesias históricas: (catolicismo, anglicanismo, luteranos, metodistas, etc.) están las muchas variantes evangélicas (bautistas, hermanos libres, la alianza cristiana misionera, etc.) y las iglesias Pentecostales y carismáticas con sus múltiples expresiones.

Aún entre los bautistas hay expresiones muy diferentes y en nuestra propia iglesia disfrutamos y padecemos de maneras distintas de expresar la fe.

¿Qué es lo que nos identifica como cristianos?

¿Hay una manera de decir que es el cristianismo, que es una herejía?

Los creyentes del siglo II también sufrieron este problema. Alrededor del año 150 ya no quedaban apóstoles con vida ni testigos directos de las enseñanzas de Jesús.

Surgieron entonces, herejías como la de los gnósticos que decían que Jesús no había vivido realmente entre los hombres sino que era un ser espiritual con apariencia de hombre (Docetismo)
Esta doctrina implicaba que lo espiritual era bueno pero lo material era la cárcel del espíritu, por lo tanto algunos se flagelaban para “liberar” el espíritu de la carne y otros decían que simplemente no importaba lo que se hace con el cuerpo y daban rienda suelta al cuerpo y sus pasiones.

Otros seguían las enseñanzas de Marcion que proclamaba que Yave era un Dios inferior que había creado un mundo lleno de errores y que Jesús era el hijo de "el padre", un Dios superior y amoroso. Jesús no había nacido de Maria sino que había aparecido repentinamente como un hombre adulto. Como consecuencia de su creencia rechazaba el Antiguo Testamento por ser Palabra de Yave y no creía en el juicio pues el Dios era todo amor.

La respuesta de la Iglesia a estas doctrinas que ganaban popularidad a mediados del siglo II resulto en dos legado maravillosos para los creyentes: El canon y el Credo.

Lo que hoy llamamos "Credo de los apóstoles" inicialmente se llamaba "símbolo de los apóstoles". La palabra símbolo se refería en esos tiempos a un método de reconocimiento, por ejemplo: cuando dos generales se separaban, tomaban una pieza de barro y la quebraban en dos partes y cada uno se llevaba un pedazo. Si más tarde se enviaba un mensaje, le entregan al mensajero su pedazo para que el otro general hiciera coincidir las partes y sepa que le mensaje era verdadero.

El "símbolo de la fe" era la manera de reconocer a un cristiano verdadero.

Hoy podemos revitalizar este sentido del credo para identificar a los creyentes verdaderos dentro del maremagno de doctrinas que nos rodean y también podemos tomarlo como un elemento de unidad por encima de las diferentes expresiones, las ideologías, las culturas y muchas otras cosas que nos diferencian.

El Credo tiene tres partes bien marcadas:

"CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO"

"CREO EN JESUCRISTO, SU UNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR"

"CREO EN EL ESPIRITU SANTO"

Después de cada afirmación se sintetiza su obra. La obra creadora del padre, la vida. Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo y la tarea del Espíritu Santo en la Iglesia.

Para terminar reflexionemos acerca de la palabra creo.

Creer en el "símbolo de la fe" no implica credulidad sino todo lo contrario. El sentido del credo define lo que creemos pero también lo que NO creemos.
Creer en el "símbolo de la fe" no es una actividad intelectual sin compromiso personal, ¡al contrario! El credo nos confronta con Dios y su obra de tal manera que no obliga a tomar una decisión vital que involucra nuestra forma de pensar y de actuar.
Creer en el "símbolo de la fe" NO ES UN HECHO INDIVIDUAL Y AISLADO sino que se a dentro de la comunidad de los santos.
Creer en el "símbolo de la fe" no es una decisión menor, es una decisión trascendente. Es reconocer a nuestro creador, a nuestro Señor y al Espíritu Santo que nos anima y consuela en la vida diaria. Es darle a nuestra existencia un sentido nuevo y profundo.


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