El arma más eficaz
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“Pero Jesús le contestó: Escrito está...” (San Mateo 4:4)
El secreto de la victoria en la guerra está en el uso correcto del arma del combatiente. El cristiano constantemente está amenazado por fuerzas enemigas. Para ser un soldado victorioso, es necesario como dice San Pablo: “revestirse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo” (Efesios 6:11). Otros sinónimos que son usados en la Escritura para referirse al diablo son “padre de la mentira” o “engañador”. En esta oportunidad el diablo está poniendo a prueba al mismo Jesús diciendo: “si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (4:4 b).
Es necesario frente a la prueba o encuentro con el “enemigo”,: “usar bien la palabra de verdad” (ITim 2:15b). Y esta palabra de verdad es:”viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12)
Jesús, conocía muy bien la Escritura. Era maestro de esta poderosa arma, pues “meditaba en ella de día y de noche” (Sal 1:2b). Al ser atacado, nunca procuró usar su propia fuerza, tampoco usó su poder o condición divina como algo a que aferrarse. Tampoco usó argumentos filosóficos, sino la palabra de Dios escrita: “Escrito está”.
Fue con esta armadura de Dios y con el argumento “escrito está” que Lutero se convirtió en reformador y restaurador de la Iglesia cristiana. Su juventud fue una época de angustia, miedo y temor, porque desconocía la palabra de la verdad. Por causa de la ignorancia y desconocimiento de esta palabra de sus superiores, el decía que: “temblaba cuando escuchaba mencionar el nombre de Cristo”. Al encontrar una Biblia en el estante de la biblioteca del convento, el tenía un solo deseo: “Que Dios me conceda algún día poseer este libro”. Dios le concedió su deseo. Lutero examinó la Escritura y aprendió a manejarla con toda destreza. Distinguió bien la Ley que acusa, condena y muestra el pecado y también el Evangelio que perdona, justifica y restaura Teniendo en su corazón esa palabra “Escrito está” que declara al hombre justo ante Dios en los méritos de Cristo y “no en las indulgencias y el purgatorio” como lo enseñaba la Iglesia medieval, Lutero fue movido a pegar las 95 tesis en las puertas de la Catedral de Wittemberg, refutando esas enseñanzas y pidiendo la convocatoria a un Concilio, para debatir esas enseñanzas a la luz de la Escritura. Con ese: “Escrito está”, también permaneció firme delante del emperador Carlos V en la dieta de Worms, exigiendo: “a que menos que se me convenza por la Escritura de que lo que estoy enseñando es un error, no me retractaré de lo que he escrito”. “Mi conciencia está cautiva por la Palabra de Dios”. Con esa confianza en la Escritura, Lutero llegó al lecho de muerte y descansar confiadamente en paz, diciendo las palabras de Jesús: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
En nuestro mundo globalizado de hoy , donde reaparecen y aparecen viejas y nuevas filosofías tratando de llenar el vacío del hombre, que hace énfasis en tener experiencias nuevas y subjetivas de corte platónico y “en el espíritu”, que cada vez más permean a nuestras iglesias cristianas, la exhortación de vida o muerte a seguir siendo “el pueblo del Libro” sigue vigente.
Hagamos de la Biblia, que es el instrumento de revelación de la voluntad de Dios, nuestra armadura para luchar contra el engaño de las fuerzas del mal. Sigamos el ejemplo de Jesús, de San Pablo, de Lutero y de muchos hombres fieles en la historia del cristianismo. Como sus enseñanzas y escritos estaban fundados en la Escritura, estos también permanecen hoy. Luchemos contra los enemigos de Dios usando la palabra de verdad que proclama ayer hoy y siempre: “Escrito está”.
Bondadoso Dios: Gracias por tu Palabra que es firme y permanece para siempre. Danos sabiduría para usarla bien en defensa de la Verdad, contra la mentira y el engaño del enemigo. Amén.
El secreto de la victoria en la guerra está en el uso correcto del arma del combatiente. El cristiano constantemente está amenazado por fuerzas enemigas. Para ser un soldado victorioso, es necesario como dice San Pablo: “revestirse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo” (Efesios 6:11). Otros sinónimos que son usados en la Escritura para referirse al diablo son “padre de la mentira” o “engañador”. En esta oportunidad el diablo está poniendo a prueba al mismo Jesús diciendo: “si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (4:4 b).
Es necesario frente a la prueba o encuentro con el “enemigo”,: “usar bien la palabra de verdad” (ITim 2:15b). Y esta palabra de verdad es:”viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12)
Jesús, conocía muy bien la Escritura. Era maestro de esta poderosa arma, pues “meditaba en ella de día y de noche” (Sal 1:2b). Al ser atacado, nunca procuró usar su propia fuerza, tampoco usó su poder o condición divina como algo a que aferrarse. Tampoco usó argumentos filosóficos, sino la palabra de Dios escrita: “Escrito está”.
Fue con esta armadura de Dios y con el argumento “escrito está” que Lutero se convirtió en reformador y restaurador de la Iglesia cristiana. Su juventud fue una época de angustia, miedo y temor, porque desconocía la palabra de la verdad. Por causa de la ignorancia y desconocimiento de esta palabra de sus superiores, el decía que: “temblaba cuando escuchaba mencionar el nombre de Cristo”. Al encontrar una Biblia en el estante de la biblioteca del convento, el tenía un solo deseo: “Que Dios me conceda algún día poseer este libro”. Dios le concedió su deseo. Lutero examinó la Escritura y aprendió a manejarla con toda destreza. Distinguió bien la Ley que acusa, condena y muestra el pecado y también el Evangelio que perdona, justifica y restaura Teniendo en su corazón esa palabra “Escrito está” que declara al hombre justo ante Dios en los méritos de Cristo y “no en las indulgencias y el purgatorio” como lo enseñaba la Iglesia medieval, Lutero fue movido a pegar las 95 tesis en las puertas de la Catedral de Wittemberg, refutando esas enseñanzas y pidiendo la convocatoria a un Concilio, para debatir esas enseñanzas a la luz de la Escritura. Con ese: “Escrito está”, también permaneció firme delante del emperador Carlos V en la dieta de Worms, exigiendo: “a que menos que se me convenza por la Escritura de que lo que estoy enseñando es un error, no me retractaré de lo que he escrito”. “Mi conciencia está cautiva por la Palabra de Dios”. Con esa confianza en la Escritura, Lutero llegó al lecho de muerte y descansar confiadamente en paz, diciendo las palabras de Jesús: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
En nuestro mundo globalizado de hoy , donde reaparecen y aparecen viejas y nuevas filosofías tratando de llenar el vacío del hombre, que hace énfasis en tener experiencias nuevas y subjetivas de corte platónico y “en el espíritu”, que cada vez más permean a nuestras iglesias cristianas, la exhortación de vida o muerte a seguir siendo “el pueblo del Libro” sigue vigente.
Hagamos de la Biblia, que es el instrumento de revelación de la voluntad de Dios, nuestra armadura para luchar contra el engaño de las fuerzas del mal. Sigamos el ejemplo de Jesús, de San Pablo, de Lutero y de muchos hombres fieles en la historia del cristianismo. Como sus enseñanzas y escritos estaban fundados en la Escritura, estos también permanecen hoy. Luchemos contra los enemigos de Dios usando la palabra de verdad que proclama ayer hoy y siempre: “Escrito está”.
Bondadoso Dios: Gracias por tu Palabra que es firme y permanece para siempre. Danos sabiduría para usarla bien en defensa de la Verdad, contra la mentira y el engaño del enemigo. Amén.