El amor propio

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Introducción

Con mucha frecuencia se aconseja a los jovenes que deben amarse a si mismos, pero lamentablemente este consejo no es claramente sustentado para conocer su real importancia, y es más, no se le valora como un factor determinante para una correcta relación con Dios, con uno mismo y con los demás.
Muchos consideran que el egoísta es la persona que se ama a si misma, y que lo correcto es pensar en los demás y amar a los demás; pero en el presente artículo se revela la imposibilidad de amar y servir a Dios y a los demás si no aprendemos a amarnos y a aceptarnos a nosotros mismos.

1. Causas y consecuencias del amor propio insuficiente

Los factores que causan la falta de amor propio son muchos, pero la causa primera es la caída en el pecado, que es el origen de todas las distorsiones en nuestra personalidad y en nuestras relaciones.
Otras causas secundarias son las contínuas frustraciones originadas por experiencias negativas, circunstancias adversas, golpes emocionales, limitaciones personales, deseos insatisfechos, abusos recibidos, errores manifiestos, etc.
Las frustraciones ocasionadas por maltratos de parte de los padres, ofensas de parte de compañeros , severos traumas ocasionados por violación o por sufrir fuertes golpes emocionales, la imposibilidad de acceder a cierto nivel de vida o educación, o el solo hecho de compararnos con un modelo al que todos desean igualar pero que no es posible (en aspecto físico, vestimenta, nivel económico o social, etc.), o quizás haber cometido un gran error en la vida, entre otros, generan un sentimiento de inseguridad y frustración en la que se terminaría desarrollando un rechazo a la sociedad, a la familia, a nosotros mismos, a la vida misma, y quizás a Dios mismo. De allí que nacen:

a) Sentimientos de autoconmiseración o autocompasión (¡pobre de mi!, ¡soy tan infeliz!, ¡no merezco nada!)

b) autorechazo (¿por qué me pasan estas cosas a mi?, ¡estoy harto de vivir!, ¡quisiera que todo fuera diferente!, ¡estoy harto de ser así!)

c) autorepudio (¡me odio a mi mismo por lo que me pasa!) y aún

d) autodestrucción o suicidio (¡quisiera morirme!, ¡quiero acabar con todo de una vez!)

Y se dan más a nivel del subconsciente, y no son sino consecuencias de una pobre autoestima, un pobre amor propio; dando origen a continuos esfuerzos a fin de demostrarnos a nosotros mismos o a los demás que valemos; o quizás podemos vivir autocompadeciéndonos y rechazándonos, no generando nada positivo para nosotros; y tal vez dañándonos o quizás llegar al suicidio; o peor aún surgiendo una actitud negativa hacia los demás: ofendiendo, criticando excesivamente, o aún agrediendo verbal y físicamente; y en cada caso es común un profundo sentimiento de soledad, rencor, y depresiones continuas.
Todos estos síntomas pueden darse simultaneamente; por ejémplo: apego execivo a la moda, perfeccionismo, agresividad, y depresiones.
Los esfuerzos por llenar ese vacio , por lograr la aceptación, el apresio o la atención de los demás, son diversos, como por ejemplo: El procurar consiente o inconsientemente ser el centro de la atención es reflejo de una necesidad de sentirnos aceptados por los demás, actitudes como estas son calificadas como reflejo de un complejo de inferioridad, y se observa en gente que se afana exesivamente en verse atractiva, o estar a la moda, o talvez haciendo cualquier cosa para atraer las miradas de los demas.
Otra forma de bucar ser aceptados por los demás o convensernos de nuestra valia es el perfeccionismo, o la constante inconformidad con algo hecho en el ambiente academico o laboral, pues uno busca demostrar que vale, tratando de sobrasalir de entre el resto.
En lo matrimonial, la infidelidad podría ser una busqueda desesperada de amor, de aceptación; los celos son el reflejo de sentirse incapas de ser amado(a); y las quejas y violencia conyugal pueden ser el reflejo de la frustración de no recibir este tipo de “amor” del conyugue.
El tratar de “ser alguien”, o sentirnos valiosos al recibir un diploma es una clara muestra de pobre autoestima, debido a que se busca sentir o autoconvenserse de que uno es alguien con valor.
Las manias o actitudes maniacas como el fumar, tener fijaciones exesivas en el vestir o en el desempeño laboral, o quizas un hambre exagerada, o el excesivo apetito sexual, el perfeccionismo, la exagerada pulcritud, aun la masturbacion, etc. comunmente responden al deseo de llenar un vacio interior, o quizas la necesidad urgente de amor.
Pero el vacio de autoestima podría generar por lo contrario actitudes de un tipo pasivo y autodestructivo. Por ejemplo: el auto abandono o el descuido del bienestar propio, es una muestra del autorechazo, quizas de una renuncia a vivir, o peor aún, el deseo de morir o de autodetruirse. Esto se ve en las personas que no cuidan de su apariencia personal, de su salud, ni tiene perspectivas o sueños; quizas por la acumulación de frustraciones. Siendo una muestra de ello la presencia de depresiones de larga duración y periodicas, que suelen terminar en suicidio.
El miedo y la inseguridad, es decir un sentimiento de vulnerabilidad frente al medio o de agresibidad de nuestro entorno, son muestras de una falta de amor propio en el sentido de que al no tenernos como personas valorables, utiles o talentosas, nos sentimos vulnerables frente a la sociedad, el entorno laboral, aún en nuestra relación sentimental y familiar.
Peor aún es traducirse la frustración en rencor y agresión hacia los demás, este podría ser el caso de los criminales que nacieron en hogares desintegrados, que han sufrido violaciones, y que por sentir que no valen nada tratan de mostrar su valia y sentirse aceptados uniendose a una pandilla callejera. Algo semejante sucede en los hogares donde el padre agrede a la esposa y a los hijos despues de embriagarse, como una forma de desahogar su frustración, pues en lo profundo de su inconsiente guarda sentimientos de pobre autoestima, amargura y rencor, lo cual genera en él un deseo de autodestruirse, y como los hijos son una prolongación de su propio ser, pues son su carne y sangre, al dañar a sus hijos lo que realmente busca es dañarse a si mismo, haciendose mas y mas miserable y vil.
El autorechaso y el deseo de autodestruirse puede producir un deseo de cambiar de identidad, inclusive la propia identidad sexual, no en vano muchos homosexuales consumen drogas y participan en espantosas orgias como reflejo de una actitud de autorepudio que los lleva a buscar aceptación a la vez que degradarse.

2. En nuestra naturaleza no está el amarse a si mismo/a

Las consecuencias de la caida de la humanidad en pecado no se limitan tan solo a asuntos éticos, espirituales, ecológicos, vocacionales, etc. sino que abarca ademas asuntos del alma (que según los teologos engloba a las emociones, la mente y la voluntad).
Todo nuestro ser a sido trastocado por el pecado y en consecuencia todos vivimos contradicciones y tenemos inconcordancias en el alma; es por ello que nuestra naturaleza pecaminosa nos lleva a alejarnos de ese don que Dios puso para que forme parte de nuestro ser, el amor propio o autoestima.
El apostol Pablo escribió el siguiente desafio a la comunidad de Roma: “recibíos los unos a los otros, como tambien Cristo nos recibió, para gloria de Dios” (Rom. 15:7 RVA). En la traducción de Lutero dice: ”Aceptaos los unos a los otros”; y en la Biblia inglesa se dice: “Recibíos unos a otros”, “sed bienaventurados los unos con los otros”.
“Amar significa, en primer lugar, aceptar al otro tal como es. Quien no está movido por la fuerza de un sano amor propio y de una sana aceptación de sí mismo no puede amar” (W. Trobisch). Quien no se acepta ¿como podrá aceptar a otros?.
El psico terapeuta Guido Groeger afirma: No existe un amor propio -léase aceptación de uno mismo- innato en el hombre; por naturaleza, nadie se ama a sí mismo. El amor propio, o se adquiere o no se adquiere. El que no lo adquiere, o lo adquiere insuficientemente, es incapaz, o es insuficientemente capaz, de amar a los demás. Y estonces tampoco es capaz de amar a Dios.
“El ser humano no sabe amar como Dios quiere que ame, y ¿sabe por que? Porque el pecado en el corazón destruyó su capacidad de amar. Adan y Eva, antes de pecar podían amar como Dios amaba, pero después del pecado ya no, y tuvieron que aprender a amar a Dios, amar a los semejantes y amarse a sí mismos. Por lo tanto, el hombre sin Cristo, esto es, el hombre o la mujer que son religiosos, que no han tenido una experiencia personal con el Hijo de Dios: no sabe amar, sabe querer, pero no sabe amar y quiere siempre egoistamente; aún cuando da, lo da con egoísmo” (M. Rivera).
Ahora comienza el desafio de indagar seriamente en nosotros con estas preguntas: ¿Me he aceptado a mi mismo? ¿con mis dones? ¿con mis limitaciones? ¿he aceptado mis talentos? ¿mi sexo? ¿mi sexualidad? ¿mi edad? ¿digo sí a mi matrimonio? ¿a mis hijos? ¿a mis padres? ¿a mi soltería? ¿sí a mi situación? ¿a mi enfermedad? ¿sí a mi puesto, a mi profesión? ¿sí a mi apariencia, a mi fisico?

3. ¡Amate a ti mismo/a!

Partiendo de lo anterior, ahora podemos ver con una luz completamente nueva el presepto de Jesús que es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:39; Mr. 12:30 RVA). En Santiago 2:8 se describe este mandamiento como “ley real”, y en Rom. 13:9 como compendio de todos los mandamientos.
No dice: “Amaras a tu prójimo en lugar de a ti mismo”, sino “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Es decir que el amor propio se da como evidente, como algo implicito; y no se le condena, sino que se toma precisamente como patrón de medida, como criterio para el comportamiento con nuestro prójimo.
“La Biblia se anticipa a la conclusión de la psicología profunda que dice que no hay amor al prójimo sin amor a uno mismo. Ambas cosas son inseparables en el mandamiento de Jesús” (W.Trobisch).
Yo me pregunto: ¿me amo a mi mismo? ¿o no me atrevo a hacerlo por una falsa humildad?
Todo lo que se ha dicho es ciertamente de decisiva importancia para las relaciones entre marido y mujer. Y en Ef. 5:21-33 se hace alución no menos de tres veces el amor a uno mismo: “El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” (v. 28); “Nadie odió jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida”(v. 29) y “cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo” (v. 33). Pablo en este contexto no puede querer decir el que ama a su mujer es un egoísta y que se mueve egocentricamente, sino que el que ama a su mujer viene a demostrar que ha logrado una razonable medida de aceptación de sí mismo; que ha adquirido la capacidad de amarse a sí mismo.
Es lamentable que existan contradicciones entre la relación de un clerigo con su congregación y con su familia; y esto se debe a que quizas accedió al pastorado con el objetivo inconsciente de sentirse amado, necesitado, aceptado y evitar sentirse solo, debido a su pobre autoestima; y en su hogar maltrata o desatiende a su esposa e hijos, debido a que son una prolongación su carne y su sangre, la cual él despresia o no ama (1 Tim. 3: 5,12; 5:8); un tipo de dualismo esquizofrenico.
Yo me pregunto: ¿amo a mi propio cuerpo? ¿o no me atrevo a hacerlo por una falsa humildad, quizas incluso por una falsa “espiritualidad”? ¿me amo realmente en cuerpo y alma?

4. El amor propio y la entrega

Algunos podrían pensar que esto se contradice con lo que nos enseñaban para educarnos como “buenos cristianos”, ¿no esta escrito que “El que ama su vida, la perderá; y el que odia su vida en el mundo, para vida eterna la guardará” (Jn. 12:25 RVA)? ¿y que “si alguno viene a mí y no aborrece... su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:26 RVA)? ¿y también “si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo” (Mt. 16:24 RVA)?
Hemos sido tan enseñados a renunciar a nosotros mismos y a evitar todo arrebato supuestamente “egoísta”, que la exortación al amor propio casi nos parece una blasfemia, una invitación a la impiedad y a la desobediencia. ¿Donde está el limite entre el amor propio y la egolatría? ¿entre la aceptación de uno mismo y el egocentrismo? ¿entre el apego a mi yo y el egoísmo?. Trataremos ahora de trazar estos limites.
La expresión “amor propio” puede interpretarse de dos formas. Josef Piper lo señala de la siguiente manera: “En el hombre hay dos maneras de volverse hacia sí mismo: una desprendida; la otra, egoísta. Solamente la primera tiene efectos de autoconservación; la segunda es destructora”.
Puedo tener un sano amor propio solo cuando acepto mi “yo”, es decir cuando he encontrado mi identidad, solo entonces puedo mirar a los demas y ser desprendido y abnegado.
Soy egoísta cuando me miro constantemente y me concentro en mi buscandome, es porque no he encontrado mi identidad, aun no he aceptado mi “yo”, y vivo frustrado(a).
Trobich escribió: “Podría formularse esto de una manera más extrema: el que no se ama a sí mismo es un egoísta. Tiene que hacerse necesariamente egoísta, pues, en cierto modo, se ve obligado a permanecer corriendo tras de sí, buscandose a sí mismo...Y así es como se hace egoísta”.
Todos los maníacos se buscan a sí mismos y creen encontrarse durante el breve tiempo de embriaguez o de sueño, en estas “liberaciones” temporales, mediante el alcohol, la comida o el sexo, y esto lo unico que produce en ellos es la inmersión en un estado de opresión mas profunda que los impulsa a una nueva búsqueda maniatica.
Entonces la persona que sanamente se ama a sí misma no es egoísta, y vive una vida de entrega a los demas, en forma desprendida y abnegada, y así se cumple el pasaje que dice: “el amor...no busca lo suyo”(1 Cor. 13:5).
En la vida terrena de nuestro Señor Jesucristo podemos ver claramente la estrecha unión que hay entre aceptación de si mismo y abnegación, entre amor propio y desprendimiento.
Jesús confiaba plenamente en sí mismo y era consciente de su identidad, como lo muestra Jn. 8:58, 10:13, 13:13, 14:6
La descripción del lavatorio de los pies a los apóstoles, ese acto de renuncia de sí mismo, comiensa con una majestuosa afirmación de aceptación total de su persona: “sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en sus manos, y que había salido de Dios y a Dios iba”. A esta afirmación sigue la manifestación de su humillación voluntaria y de su desprendimiento: “se levantó de la cena, se quito su manto y, tomando una toalla, se ciñó. Luego puso agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discipulos y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido”.(Jn, 13:3-5 RVA)
Walter Trobisch escribio: “Podría decirse de un modo más concreto: porque Jesús se amaba a sí mismo era desprendido y podía amarnos como a sí mismo”.
Y Fil. 2:5 dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”; haciendo alución a la entrega y a la muestra de humildad de nuestro Señor Jesucristo, pues la verdadera humildad no es conciderarte inferior o mas pecador que los demás, el Dr. Lloyd Jones dijo: “La mansedumbre es basicamente tener una idea adecuada de uno mismo, la cual se manifiesta en la actitud y conducta que tenemos respecto a otros ... el verdadero manso es el que vive sorprendido de que Dios y los hombres puedan pensar tan bien de él y lo traten tan bien como lo tratan”; esto genera en uno una actittud gentil, amable, dadivosa, cortes, sensible y paciente. De allí que la humildad sería una clara muestra de la presencia de una sana autoestima, el reflejo del amor propio, que se traduce en una actitud servicial; lo opuesto a una actitud egoísta, orgullosa e insencible, que serian claras muestras de una pobre autoestima y quizas de un complejo de inferioridad.

5. Cómo amarse

Si tener amor propio es tan importante, y uno
(a) es conciente de la falta de amor a sí mismo(a), y que debe adquirirlo o aprenderlo: ¿Cómo puedo yo aprender a aceptarme a mí mismo(a)?
A esta pregunta ofrecemos varios puntos de una respuesta compleja:

(a) Saberse amado y recibido por Dios:
Nuestro Señor Jesucristo era conciente de su identidad, y la misma estaba en función del Padre (Juan 13:3). Pero el ser humano natural requiere del testimonio del Espiritu Santo, quien le rebela la combicción de ser hijo de Dios por la obra redentora de Jesucristo (Rom. 5:1, 8:16; Col. 1:12-14). En la Confesión de Augburgo, Lutero y otros afirman: “El que sabe que por Cristo tiene un Padre propicio, este conoce verdaderamente a Dios, sabe que Dios cuida de él, invoca a Dios; en suma, no está sin Dios”. Y como sabemos que debemos tener el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús (Fil. 2:5), nuestra identidad debe estar centrada en Dios: “de El venimos y a El vamos”. Tenemos que recurrir a la instancia mas alta, justa, santa, perfecta y digna de adorar e imitar, que es Dios, pues toda la creación (incluida la humanidad) esta caida. Es cuando nos vemos aceptados y valorados por El que llegamos a amarnos en medio de nuestras carencias y circunstancias. Dios al rescatar a alguien muestra Su amor (Jn. 3:16), y lo correcto es que la persona se vea amada y valorada por El, y así pueda amarse a sí misma, y ya no se concentre en sí (pues ya conoceria cuanto valor tiene) sino que puede amar a Dios y a su prójimo como a sí mismo(a) (Mc.12:30-31); este es el caso de los drogadictos y criminales que se vuelven pastores o evangelistas. Solo quien comprende que es objeto del amor de Dios esta capacitado(a) para amarse a si mismo(a) y por ende a los demas.
El Dr. Mario Rivera M. dijo: “Sólo se aprende a amar recibiendo amor. La única manera en que puedo recibir el amor de Dios es descubriendo cómo El me amó. De allí que cuando voy a la Biblia y descubro que me amó de tal manera que dió a Su Hijo Unigénito para que muriera en la cruz por este pecador; como lloro, porque estoy enfrentando a lo que es verdadero amor. Tan pronto yo conosco ese amor, acepto ese amor, dentro de mí surge un cambio, sicológico y espiritual; espiritual porque el Espíritu Santo empieza a obrar dentro de mí, sicológico porque por vez primera yo empiezo a amarme a mí mismo”.

(b) Encontrar tu identidad para aceptar tu “yo”:
Solo cuando alguien encuentra su identidad podra aceptar su “yo”. El ser humano es imagen y semejanza de Dios (Gen. 1:26) y debe conocer el lugar que le corresponde respecto de Dios, de su prójimo y de la naturaleza. Rene Padilla afirmo: “Del hombre se puede decir que aún en su caída sigue siendo la imagen de Dios, y esa es la base de su dignidad y su libertad. Sin embargo la imagen de Dios a sido distorsionada, y por lo tanto el hombre necesita reencontrar su vocación como representante de Dios en el mundo”. Responder biblica y cristianamente a las preguntas ¿Quien soy yo? ¿de donde vengo? ¿para que estoy aquí en este mundo? ¿hacia donde me dirijo en la vida? ofrecerian luz para encontrar nuestra identidad.
Solo cuando uno pueda decir con firmesa: “yo se quien soy y se lo que puedo ser, por la gracia de Dios, en Cristo”; puede uno estar confiado de ya haber encontrado su identidad, y ya no requerir buscarse fijandose morbosamente en si mismo, y así dejar de ser un egoísta.

(c) Ser conciente de tu dignidad:
Martin Luter King Jr. dijo: “Toda persona es alguien, porque todo hombre es un niño de Dios”. Y Rene Padilla escribio: “El hombre no deriva su dignidad de los bienes que posee, ni del nombre que recibe de sus antepasados, ni de la clase social a la que pertenece, sino de su relación sui generis con Dios que le da un lugar sui generis en la creación”. Es por ello que las personas mas ferbientes en la fe no se concentran en si mismas, porque han encontrado su identidad, son concientes de ser dignos (Dios les devolvio la dignidad que el pecado les habia quitado) y se ven recibidos por Dios, lo cual les basta y sobra para ser dichosos(as), conforme al ofrecimiento de Dios: “vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad...gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno” (Rom. 2:7, 10 RV).

(d) Reconocer el potencial fantastico que esta en ti:
Para aprender a estimarme a mí mismo, es importantisimo reconocer el potencial fantástico que está en mí y comprender que el anhelo de Dios es que yo me autorealice al máximo.
En una conferencia M. Rivera afirmo: “Tienes que descubrir el potencial de tu vida. ¿Saben ustedes que, sin excepción, todos los que estan aquí esta noche, en las manos de Dios pueden convertirse en gigantes espirituales? Sin excepción . El engaño viene cuando crees que en tus propios esfuerzos puedes llegar a ser un gigante espiritual. Por mis propios esfuerzos yo puedo llegar a ser un gran pigmeo espiritual, pero en las manos de Dios puedo gritar con el apostol Pablo: ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!. Ahora, ese grito es el grito de un hombre que ha logrado entender la posibilidad de Dios para su vida. De modo que en primer lugar tu tienes que descubrir el potencial en tí”.

(e) Saberse amado(a) y aceptado(a) por los demas:
Todos necesitamos sabernos amados y aceptados en todas y cada una de las situaciones de nuestra vida. La iglesia es el lugar donde mas se escatima el elogio y el reconocimiento, debido a una modestia cristiana mal entendida, de una “humildad” equivocada, donde no se elogia (no se expresa aceptación) y uno no debe aceptar el elogio de otros (no se deja amar); en concecuencia la iglesia se puede llenar de gente con una pobre autoestima, que con dificultad ama a Dios y al prójimo.
Un ejemplo sería un niño que crece sin amor paterno ni materno y que primero en la casa, luego en la escuela, y por último en la profesión, ha sido tan sólo objeto de reproches y de críticas; al final se siente desesperadamente sólo, y termina refugiandose en una manía para llenar ese vacio de amor, o peor aun, terminaría como un criminal que cada vez que daña lo que busca es dañarse asi mismo, o despues de una depresión se suicidaría debido a que no cree ser digno de recibir amor.
Por ello todo cristiano debe estar dispuesto a manifestar su aprecio, a elogiar y reconocer logros en los demás, en los hijos, la pareja, amigos y conocidos. Y uno debe saber reconocer estas muestras de aceptación que uno recibe en la vida, y aún reconocer los propios logros.

6. Amar es más que aceptar

Hasta aquí se han usado como sinonimos las palabras “amor” y “aceptación; pero amar es mas que aceptar. El amor ciertamente trabaja; es mas que la sola aceptación.
El que alguien nos acepte sugiere la idea que esta conforme con lo que somos. El que nos amen sugiere que quieran que mejoremos.
Trobisch dijo: “Dejarme aceptar por Dios no significa que vaya a quedarme mano sobre mano diciendo: ‘yo soy así`, sino que tengo que entregarme a un proceso doloroso de crecimiento -todo crecimiento esta ligado al dolor- y dejar que trabaje en mi el cincel del amor de Dios”.
Theodor Bovet dice: “si yo me amo a mí mismo rectamente, me es imposible quedarme en lo que soy, quiero cambiar hasta llegar a ser el que Dios quiere que sea”. Y esto lo confirma Rom. 12:2; Ef. 4:23 pues aquél a quien Cristo acepta, cambiará.

Conclusión

La confesión de Augsburgo, en su artículo 20, dice: “Solamente por la fe se obtiene remisión de los pecados, y esto gratuitamente. Y como por la fe se recibe el Espíritu Santo, también los corazones son renovados y dotados de nuevos afectos, para poder producir buenas obras”. Es pues por Espíritu Santo que recibimos la certeza del amor de Dios, y al comprender ese inmenso amor que el Señor tiene hacia nosotros es que nos vemos valiosos y como joyas presiosas delante de El, siendo llenado nuestro corazón de amor gracias al Espíritu de Dios para dar amor a los demás, recibiendo la vida abundante que Cristo nos ofrecio (Jn. 10:10b; 7:37-39).
Dios te ama tanto que El te creo con mayor grandesa que las estrellas, y es mas, tu debes comprender que eres más grande que las estrellas porque tu puedes amar, las estrellas no. Y ese amor tu lo puedes dar si aceptas el amor de Cristo, quien vino para liberarte (Lc. 4:18-19; Jn. 8:36), El puede hacer todas las cosas nuevas (Lc. 1:78).

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