El amor perfecto proviene de Dios

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El amor es un don de Dios perfecto, es el reflejo de Su Ser en nuestro ser. Debido a esto, el amor es lo que nos identifica como Sus hijos, porque es la imagen principal del Todopoderoso en nosotros.

El amor transforma, engrandece, une, llena, espera, lucha, prevalece, sufre cuando se enfrenta con el egoísmo y con la maldad, con la injusticia y con el engaño.

El amor es paciente, no se desespera fácilmente,

todo lo cree porque no conoce el mal ni la mentira,

todo lo soporta, porque aún maltratándonos aquél o aquella a quien amamos, jamás devolverá el mal que se le le hizo.

El amor es sufrido, pero no da sufrimiento,

es bondadoso, porque todo lo entrega desde el corazón,

todo lo soporta, porque dentro de nuestra imperfección siempre erraremos y a sabiendas de ésto siempre perdonará.

El amor nunca dejará de ser, siempre estará cuando más lo necesitamos. Le tenemos pero no todos le valoramos, debemos cuidarlo y darle lo mejor de nosotros para que pueda crecer. Si le damos, si lo cuidamos, si lo valoramos, si luchamos por él y somos fieles a su causa fortalecerá y engrandecerá nuestro corazón de tal manera que nada será imposible de alcanzar y su fuerza y su poder lograrán aquello que para el común de las personas no existe.

El amor es la raíz de todos los valores y principios morales del hombre.

El amor no puede ser comprado, regateado, o vendido, porque no es una decisión que nace de nosotros mismos, sino la luz que ilumina nuestra propia vida y la de los demás.

El amor nace en lo profundo del corazón porque Dios es Amor. Y para amar, es necesario poseerlo, sentirlo, vivirlo, es necesario convivir dentro de nosotros mismos con ese amor para poder trascender y llegar a ser exactamente aquellos seres que Dios quiere para Él.

El Amor es un sentimiento porque no lo podemos ver. Lo sentimos, pero es mucho más que eso, porque nos hace vivir plenamente la verdad de lo que somos, la grandeza para la que fuimos creados.

Al amor lo educa la voluntad, no se mantiene con ella, porque al amor verdadero le basta su propio ser para dar y su madurez la alcanza dando.

La razón misma no alcanza a comprender las causas reales del amor, pues para el amor verdadero no existen razones que puedan explicar su grandeza y su verdad, porque lo entrega todo, aún aquello por lo que vivimos para el bien y la dicha de quien amamos: nuestra propia vida.

Cuando decides amar es porque el amor vive en ti para poder darlo, la decisión de amar es el complemento de ese amor, no su causa, solo de esta manera él puedrá crecer, fructificar y florecer.

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