Efesios 5:15-20

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Introducción

(Véase en primer lugar la introducción a Efesios 4,30-5,2, texto para el domingo 13 de agosto de 2000)

Ef 5,15-20 sirve de puente entre las exhortaciones precedentes y la tabla de deberes domésticos que sigue a continuación. En Ef 5,14, la resurrección es puesta en relación con un despertarse del sueño espiritual. Ahora se explica que esto significa llevar una vida en sabiduría y entendimiento de la voluntad de Dios. Esta vida nueva tiene un centro, que es el culto de la comunidad. A este centro se refieren los vs. 18-20. Esto no significa que la vida nueva se reduzca al culto, sino que el verdadero culto brinda orientación para la vida. La tabla de deberes domésticos que sigue a continuación “materializa” los efectos sociales de la vida cúltica.

Repaso exegético

Los tres primeros versículos hacen una propuesta de tono fundamental, mientras que los tres siguientes contienen indicaciones más bien concretas. Hay una correspondencia interesante entre los vs. 15 y 17. Necio se pone en paralelo con insensato y sabio con entendido. Ambos ejes tienen que ver con la realización de la vida (el andar o caminar), y no simplemente con posturas intelectuales o saberes acumulables. La sabiduría queda definida como comprensión de la voluntad del Señor.
El necio se ensalza a sí mismo, pero no conoce la verdad. El sabio, sin embargo, es aquel que se siente interpelado por Dios, permite que le toque el Evangelio y se deja transformar por la voluntad de su Señor. Aquí se expresa la esencia de la mentalidad bíblica, que es totalmente teocéntrica y a la vez práctica. La verdadera fe se relaciona estrechamente con la lucidez y el discernimiento de la voluntad divina (Ro 12,2), cuya consecuencia directa es la nueva vida. Una vez más se constata la interrelación de querigma y didajé, la proclamación aceptada con fe y la instrucción para la vida práctica.
En cuanto al aprovechamiento del tiempo, cabe destacar que el término griego para tiempo es kairós, no jronos. No se trata, pues, del devenir “cronometrable” e imparable de minutos, horas, días; sino del tiempo preciso, el momento especial, la circunstancia. No es que haya “poco tiempo”; sino que hay momentos precisos, coyunturas y ocasiones que se deben descubrir y aprovechar adecuadamente. Son espacios, diríamos hoy, para dar testimonio del Evangelio mediante actitudes y conductas concretas. La expresión aprovechar el momento también equivale a hacer buen uso del tiempo, hacer lo mejor del tiempo. Proviene de la apocalíptica, con cuya dimensión también se relaciona la indicación sobre los días malos. Es decir, incluso en esos días malos, las personas creyentes pueden vivir según la voluntad de Dios. La referencia al conocer la voluntad de Dios constituye el primer punto culminante del texto.
Los vs. 18-20 tienen una estructura trinitaria: Espíritu (v. 18), Señor (v. 19), Dios Padre (v. 20). Esta estructura evidencia que el desarrollo doctrinal posterior relacionado con la Trinidad tiene sus raíces en la liturgia.
En este contexto, puede parecer algo extraña la advertencia contra la embriaguez; pero con seguridad se trata de una amonestación contra ciertas prácticas religiosas en las que se empleaban efectivamente bebidas alcohólicas para lograr entusiasmo. Esto sucedía sobre todo en Asia Menor, donde la veneración de Dionisio había ejercido también su influencia sobre otros cultos. En el NT, hay diversas exhortaciones a evitar estas y otras prácticas típicas del paganismo (Ro 13,13; Ga 5,19-21; 1 Pe 4,3-4).
En lugar de la embriaguez de tinte religioso, el autor llama a ser llenos del Espíritu. Este llamado no se refiere a las llamadas experiencias carismáticas, sino con el correcto entendimiento de la voluntad divina y con la correcta orientación en el mundo, siempre desde una práctica comunitaria (Ef 4,3).
El v. 19 enumera varios elementos prácticamente sinónimos del verdadero culto, que no tienen nada que ver con la embriaguez cúltica, los sueños o trances del mundo pagano, sino que provienen del Espíritu Santo. Lo decisivo es la doble referencia que tienen estos elementos y que los contrapone al entusiasmo producido por la ingesta de alcohol: la referencia a Cristo y Dios Padre, y la referencia social y comunitaria (hablando entre vosotros).

Breve reflexión teológica

¿De dónde proviene nuestro entusiasmo? ¿Tenemos entusiasmo por algo? ¿Qué personas, qué cosas, qué ideas nos movilizan? Esto puede variar enormemente a lo largo de una vida. Cada etapa tiene sus móviles, cada fase tiene sus propias inspiraciones. Una persona incluso puede tener múltiples razones para sentirse movilizada.
El texto en cuestión nos propone un móvil central: conocer y vivir la voluntad de Dios. La epístola se dirige a cristianos y cristianas que ya han escuchado la proclamación del Evangelio y han dado sus primeros pasos en la fe. Luego de exponer una vez más el anuncio del Evangelio en forma de un “paquete doctrinal” (cap. 1-3), hace una serie de propuestas e indicaciones muy concretas para la vida diaria (cap. 4-6). Todas ellas son concreciones de la voluntad de Dios.
Estas exhortaciones se derivan del hecho fundamental de la salvación, obrada para nosotros por Dios en Cristo; y a su vez se vinculan estrechamente con el centro espiritual de la vida de toda comunidad: el culto.
El culto no se presenta como un fin en sí mismo, sino que es un punto focal que concentra dos perspectivas. Nos permite alimentar y renovar nuestra fe, viendo desde nuestra propia existencia lo que Dios hizo y hace por nosotros; y a la vez nos permite orientar nuestra vida desde la óptica de Dios.

Posible esquema para la predicación

1. ¿Qué cosas nos entusiasman? ¿Qué centros o centro tiene nuestra vida?
2. El autor de la carta a los Efesios nos propone un móvil decisivo: preocuparnos por conocer y vivir la voluntad de Dios.
3. Alimentamos nuestra fe y crecemos en el conocimiento de la voluntad de Dios, participando con convicción y entusiasmo en el culto, que es el encuentro comunitario con nuestro Señor.

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