Efesios 4:30-5:2

0
Introducción

Luego de una primera parte doctrinal sobre la obra salvadora de Dios (Ef 1-3), el autor de la epístola pasa a tratar cuestiones de la vida práctica de las y los creyentes en Jesucristo (Ef 4-6), exhortando a vivir de acuerdo con el llamado que Dios les ha hecho. Esta estructura de la carta refleja la estructura básica del mensaje del NT, cuyos dos elementos han sido caracterizados como anuncio, predicación o proclamación (en griego, querigma) y enseñanza, doctrina o instrucción (en griego, didajé). Es importantísimo tener en cuenta la diferenciación y a su vez interrelación entre estos dos elementos. Varios textos resumen el querigma cristiano original: Lucas 24,46-47; Juan 20,31; Hechos 2,22-24; 3,15; 4,10; 5,30-31; 10,39-43; 13,37-39; 1 Corintios 15,3-5. Su síntesis puede ser la siguiente:
Por la muerte de Jesucristo en la cruz y por su resurrección, los y las creyentes reciben el perdón de los pecados. Este perdón de los pecados es el comienzo de una nueva vida con el Señor y en la comunidad de las y los creyentes.
Aquí es donde comienza a desplegarse la didajé. Bajo didajé la exégesis del NT comprende la suma de las instrucciones para la nueva vida en Cristo. Esta enseñanza abarca explicaciones, exhortaciones, mandamientos, prohibiciones, tablas, orientación, ejemplos, catálogos de virtudes y de pecados, modelos de vida. Todos estos materiales también suelen llamarse parenéticos (del griego parenesis, exhortación).
El material parenético de Ef 4-6 debe ser tomado y vivido siempre en este sentido: como consecuencia de la fe en Jesucristo, y no como camino a la salvación, pues de esta manera se volvería al esquema de la justificación por las obras. Ef 4,30 indica a las claras que la didajé se basa en la salvación obrada por Dios, y no en la propia obra humana. Se da por sentado que el Espíritu Santo está con la comunidad de las y los creyentes, “sellándolos” para la salvación. La salvación no se puede conquistar por méritos propios, pero sí puede ser derrochada o arruinada.

Repaso exegético

Ef 4,30 puede tomarse como conclusión de la exhortación anterior (v. 29) sobre el uso de la palabra para el mal o para el bien; como también en general como punto de referencia para toda la serie de exhortaciones concretas para la vida práctica. El sello se colocaba sobre algo o alguien para caracterizarlo como propiedad. Llevar el sello del Espíritu Santo significa ser propiedad auténtica de Dios. En la época pospaulina, la imagen del sello quedó vinculada al bautismo, de manera que estas exhortaciones deben ser entendidas como estímulo a una vida de acuerdo al don conferido en el bautismo.
El v. 31 es un clásico catálogo de pecados, formado por una serie de elementos tomados de la tradición veterotestamentaria y el cristianismo primitivo. Según esta tradición, la amargura es una característica de gente impía (Sal 10,7; Ro 3,14). El enojo es casi un sinónimo de ira. En todo caso, estas reacciones quedan reservadas a la justicia de Dios (Ro 2,8-9), pero no corresponden a las y los creyentes. En Hch 9,28.32.34, los oponentes al Evangelio se llenan de ira y comienzan a manifestar su enojo a los gritos. El autor de la epístola a los Efesios quizá introdujo el griterío por su oposición vehemente a los himnos y cánticos espirituales sobre los que hablará en el siguiente capítulo (Ef 5,19). Hay una diferencia radical entre una comunidad que eleva sus voces en alabanza y una horda que destruye toda relación a los gritos. La maledicencia, literalmente blasfemia, aparece en varios catálogos de pecados. Puede referirse tanto a calumnia y difamación del prójimo, como también a blasfemia explícita contra Dios (Jesús, Espíritu Santo) (tomando como referente el v. 30). La malicia o maldad explícita es la culminación de la lista y caracteriza la destrucción intencional de las relaciones sociales (cf. 1 Co 5,8).
Sigue un catálogo positivo de virtudes, que hacen la contra al listado negativo. Se nota la influencia literaria de Col 3,12-13. La bondad es fundamentalmente una característica de Dios mismo, de allí que la exhortación a ser bondadoso sólo sea posible a partir de la bondad de Dios. Lo mismo vale para la misericordia y el perdón: Dios nos perdonó, por consiguiente, perdonémonos. Dios y nosotros somos puestos en relación teológica, no antropológica (pues no hay punto de comparación en cuanto a nuestras “características”).
Con un empleo casi intrépido del esquema de imitación, Ef 5,1 indica una vez más que la base de todas las exhortaciones es el amor de Dios mismo. Esta invitación a “copiar” a Dios es única y casi insólita. En Mt 5,48 Jesús llama a ser perfectos, tal como lo es Dios; pero no habla de imitación. En la antigüedad, la idea de la imitación se aplicaba a la relación del discípulo con el maestro: el maestro sigue a Dios, el discípulo sigue al maestro. En la imitación cristiana, Dios queda representado por Cristo (1 Co 11,1; 1 Tes 1,6), al cual siguen – han de seguir – las y los creyentes. En Ef 5,1 la relación es totalmente directa: se exhorta a imitar a Dios mismo. Esta imitación se concreta en el amor; más precisamente, en el amor que se entrega y se sacrifica. Nuevamente el autor fundamenta su solicitud en el querigma evangélico, empleando una fórmula clásica de entrega: se entregó a sí mismo por nosotros. Esta fórmula también aparece en Ef 5,25. El alcance de esa entrega de Cristo es presentado mediante terminología sacrificial del AT. También otros textos del NT trabajan con esta terminología: rescate (Mt 20,28), propiciación (Ro 3,25; 1 Jn 2,2).

Breve reflexión teológica

Queda absolutamente claro que la base de toda exhortación práctica no es, pues, un esquema moralista de salvación por méritos propios, sino el amor salvífico de Dios manifestado en Cristo Jesús. Sobre esta base, el texto en cuestión desenmascara el esquema de venganza que vive dentro de cada ser humano y que frecuentemente lleva a la violencia. El proceso que genera violencia parte de la reacción amarga (amargura) ante la agresión, se transforma en disgusto (enojo) e irritación (ira), haciendo explotar algo dentro de la persona. Si la espiral continúa girando, el proceso puede pasar a la agresión verbal (maledicencia) y finalmente a la maldad expresa, que tiene por objeto destruir de alguna forma al enemigo (toda malicia). Aquí se abre un amplio abanico de posibilidades destructivas: perfidia, alevosía, traición, violencia física, denuncia, juicio...
El autor de la epístola nos pide que nos alejemos de este desarrollo de la violencia. El esquema de la venganza tiene dos consecuencias terribles: entristece el Espíritu Santo y hace que la vida sea insoportable. Dado el valor referencial del v. 30, se deduce que todo pecado contra el prójimo (v. 31 y todas las demás advertencias de Ef 4-6) es pecado contra Dios mismo (v. 30).
La espiral de la venganza no sólo ha de ser interrumpida pasivamente, sino contrarrestada activamente por medio de actitudes concretas de amor, tales como la bondad, la misericordia, el perdón.

Posible esquema para la predicación

1. En el ámbito de las relaciones con las demás personas, constantemente suelen producirse agresiones de todo tipo. Toda violencia engendra nueva violencia, y esa espiral tiene su lógica propia. La participación en esta espiral destruye la convivencia y arruina la comunión cristiana. Esto pone triste al Espíritu Santo, es decir, ofende a Dios.
2. Basados y basadas en el amor que nos manifestó Dios en Cristo Jesús (llevar el sello del Espíritu Santo), podemos producir un cambio radical del esquema de venganza y violencia, y sustituirlo por la única alternativa para la convivencia humana: la no-violencia.
3. La no-violencia, lejos de ser pasiva o ingenua, no sólo puede llevar a cambios profundos en quienes la practican (dar ejemplos concretos), sino también en los agresores. Esta práctica alternativa permite la construcción de una comunidad de amor en la que se refleja Dios mismo.

Compartir

Más recursos

Sponsor


Suscripción gratuita

Te avisaremos cuando agreguemos nuevos recursos. No te enviaremos más de uno o dos mensajes semanales.