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¿Dónde está tu mascota?

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¿Dónde está tu mascota?

Mateo 26:

“6 Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,

 7 se le acercó una mujer con un vaso de alabastro de perfume muy costoso, y lo derramó sobre la cabeza de él, que estaba sentado a la mesa.

 8 Al ver esto, los discípulos se enojaron y dijeron: -- ¿Para qué este desperdicio?,

 9 pues esto podía haberse vendido a buen precio y haberse dado a los pobres.

 10 Al darse cuenta Jesús, les dijo: -- ¿Por qué molestáis a esta mujer? Lo que ha hecho conmigo es una buena obra,

 11 porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis,

 12 pues al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura.

 13 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.”


Decía el teólogo uruguayo Juan Luis Segundo, a raíz de este encuentro tan conmovedor, vivido en Betania en casa de Simón , y esa frase de Jesús “dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella”, que todo acto de amor tiene vida eterna. Dice que en la economía de Dios, alguno diría en los planes de Dios o en la memoria de Dios, los actos de amor no se pierden en el vacío, sino que tienen vida eterna, permanecen, son trascendentes.

Y podemos verificar esa verdad en enorme cantidad de grandes gestos de amor y altruismo que hemos visto en la historia y que la han marcado definitivamente. De todos ellos, seguramente el gesto/hecho  de Jesús en la cruz es el más claro y notable, y sin duda, tiene vida eterna. Pero lo que JL Segundo está tratando de decirnos, basándose en este texto bíblico, es que todo gesto de amor, por pequeño que sea, es trascendente, tiene eternidad de Dios. Y más allá de que no podemos concluir en esta afirmación “científicamente” (testeado y probado), la Biblia nos dice, y  buena parte de la humanidad está convencida, de que “Dios es amor”. No sólo Juan nos lo recuerda, sino que aquello de “Amarás a tu Dios y amarás a tu prójimo” estaría dando la pauta que el amor en nuestras relaciones y en nuestros vínculos, marca la presencia de Dios, o es de Dios, o tiene sentido siempre y no se pierde.

Nuestra relación de humanos con el resto de los seres vivos es diversa. Podemos decir conflictiva, amorosa y odiosa, descuidada o valorativa y depende de sin número de razones. No amamos uniformemente a todo el mundo animal. Y también hay relaciones diversas, de amor, odio, miedo, desprecio o valoración, según distintas razones y aproximaciones. 

Sin embargo, no cabe duda de que hay algunos animales que amamos, y que podemos llegar a amar tanto o más que a otro ser de nuestra propia especie. Solemos llamarles genéricamente mascotas. Pero no se trata de que amemos “las mascotas en general”. Es a ese ser o a esos seres vivos, que viven conmigo, que me miran y me dicen miles de cosas, que extraño al no tenerle cerca, que necesito y me necesita, que amo, y que, probablemente, resulta ser parte, también, de la vida de uno. Se establece un vínculo especial y único con ese ser con nombre concreto, de ida y vuelta.

Cuando estos seres que amamos se van, nos duele mucho.  Pareciera que porque es “simplemente un animal” no debiera mover nuestros sentimientos. Pero, por el contrario, hubo mucho amor en esa relación, y no sabemos cómo expresar lo que sentimos. Para cuando algún ser humano querido se nos va, hay cientos de libros y rituales de cómo pasar ese duelo. Pero con nuestras mascotas… si, hay algunas sugerencias y los veterinarios suelen ayudarnos, pero la pregunta ¿A dónde van? no tiene una respuesta tan clara como con los humanos.

El problema no es tanto dónde va ese cuerpito cansado y sin vida, sino a dónde van a parar esos vínculos que hicimos y que, de ahora en más, sólo extrañamos. Y acá es donde vuelvo en mi pensamiento a lo de JL Segundo: en la economía de Dios, no hay gesto de amor que se pierda…. Y ese cuerpito sin vida de MI mascota, de mi querida o querido… (póngale el nombre del suyo o la suya) me hizo millones de gestos de amor que no se pierden, y que seguramente pertenecen a Dios y están con Dios, porque Dios es amor. ¿Cabe alguna duda?

La Biblia no nos habla mucho de animales, aun cuando se les sabe y reconoce como creación de Dios. Se ha escrito bastante de uno, el burrito que llevó a Jesús en su entrada a Jerusalén. Y no era un “mero vehículo”, era un símbolo de humildad… que bien entendido es un gesto de amor. Y también de ese gesto se habla hasta hoy en día. Tiene razón una vez más JL Segundo. Los gestos de amor tienen vida eterna. El amor de cada una de nuestras mascotas, no se pierde, permanece en la eternidad del Dios que les permitió la vida.


Oración:

Gracias, oh Dios, porque tu creación es enorme y se basa en el amor! Gracias por la vida y los gestos de amor de…… Sé, y sabemos, que eso no se pierde, porque son tuyos y están contigo.

Yo estoy triste y agradecido por esa vida que jugó, nos enseñó muchas cosas y alegro esta nuestra  casa. En tus manos dejamos a …… a quien hemos querido y nos ha querido tanto!. Amén


Dice la canción:

“En tus manos, Señor, en tus manos, siempre estamos”

No importa de dónde vengamos ni a donde tengamos que ir.

Pues de tus manos salimos, Señor, y a ellas volvemos a ir.

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