Dios, algo ha muerto hoy

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Dios, algo ha muerto hoy
tantas personas sin nombre asesinadas,
muertas, sacrificadas, lastimadas,
desaparecidas, exterminadas,
desangradas y golpeadas.

Con ellas hay millones de vidas
que dejan de existir.
Un padre, una hermana,
un hombre, un soldado,
un refugiado, un viajero anónimo,
una estudiante camino a su casa,
un hombre en una fábrica,
un niño en un sótano,
un hombre al frente de una clase,
una mujer en el andén,
una mujer en un basural.
Muertos.

Tanto ha sido muerto, martirizado, deshecho.
Mi Dios, ¿por qué los has abandonado?

Cuando desayunábamos, El tomaba su cruz.
Cuando tomábamos el café, El calló.
Cuando nos lavábamos los dientes, calló de nuevo.
Pero tenemos que ir aun más lejos. A ayer.
Cuando lo dejamos solo.
Cuando fuimos cobardes y no reconocimos que éramos de los suyos.
Y más lejos todavía. Al domingo.
Cuando miramos sonrientes su entrada triunfal
y lo saludamos con las palmas en nuestras manos.
¡Viva el rey! Entonces todo estaba bien.

Dios, algo ha muerto hoy.
Y cada vez tengo la esperanza de que sea la última vez.
Pero nunca es la última vez.
El año próximo estaremos de nuevo aquí.
Aquí estaremos, entonces.

Tomado de www.okkn.nl/intercity
Trad. G. Oberman

2004 © Red de Liturgia y Recursos de Educación Cristiana deCLAI-CELADEC

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