DECLARACIONES DE JUAN EL BAUTISTA RESPECTO A JESÚS

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DECLARACIONES DE JUAN EL BAUTISTA RESPECTO A JESÚS
Lecturas: AT. Isaías 49, 3-6. NT. Ev Juan 1:19-37.
Introducción:
Hoy meditaremos, por algunos minutos, en tres declaraciones que Juan el Bautista hizo a cerca de Jesús. Es importante su testimonio, precisamente porque fue escogido por Dios para ser el Heraldo del Mesías y quien tuvo el privilegio de presentarlo ante el pueblo de Israel, como El Cristo, enviado de Dios.
Jesús dijo respecto a Juan el Bautista: “De cierto os digo, que entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mt. 11:11), de manera que deben ser muy importantes las palabras que este hombre singular dijo a cerca de nuestro Señor.
La primera declaración es esta:

I.-“ENTRE VOSOTROS ESTÁ UNO AL QUE VOSOTROS NO CONOCEIS” Jn 1:26.
Estas palabras fueron dichas a un grupo de sacerdotes y levitas (Jn 1:19), es decir a personas que eran líderes religiosos de Israel, pero que no conocían a Jesús que estaba entre ellos, y ni siquiera quisieron reconocerlo después que Juan lo presentó.
Esto nos lleva a considerar que también hoy puede ocurrir lo mismo. Una persona puede saber mucho de religión y de historia sagrada pero, paradójicamente, puede ocurrir que no conozca al Señor.
El sentido hebreo de la palabra "conocer", es mucho más concreto que el sentido que nosotros normalmente le damos a esta palabra. En Génesis 4:1 dice: "Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín..." Cuando un hombre tenía la experiencia de acostarse con su mujer y cohabitar con ella maritalmente, recién entonces podía decir que la conocía.
"Conocer a Jesús " no consiste meramente, en saber datos a cerca de Él, sino en haber experimentado un encuentro personal y profundo con Él consiste en amarle, recibirle, obedecerle y en ordenar la vida según el ejemplo que Él nos dio. Por eso Jesús, orando a su Padre celestial puede decir: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien haz enviado" (Jn. 17:3). Conocer la Señor es tener la "vida eterna", no meramente, una vida larga y sin fin, sino esa vida de categoría superior que procede de Dios. Es una vida cuya característica distintiva es el amor, porque “Dios es Amor” ( 1ª Jn. 4:8). De manera que el autor sagrado puede afirmar que el que no ama a su prójimo no ha visto ni ha conocido a Dios: "el que no ama no le ha visto ni le ha conocido" (1ª Jn.4:20).
Cuán importante es entonces que las personas conozcan al Señor de verdad.

Debemos preguntarnos por lo tanto, si la gente ve en nosotros las cualidades de personas que de verdad conocemos a Dios. Que la gente vea que por conocer a Dios, nosotros de verdad tenemos esa vida eterna, distinta y superior, caracterizada por el amor.

La segunda declaración de Juan el bautista respecto a Jesús es:

II.-“HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO” (Jn.1:29).
Estas palabras relativas al "Cordero de Dios…" quizá para nosotros resulten poco claras, pero eran muy comprensibles para los judíos que las escuchaban. Ellos podían relacionarlas con el cordero pascual, con cuya sangre, según la historia del éxodo, sus antepasados pintaron los dinteles de sus habitaciones en Egipto y así, los primogénitos de cada familia se salvaron de la muerte y se logró la liberación del pueblo, que por largos siglos había padecido la esclavitud. Este acontecimiento era conmemorado cada año en la fiesta de la Pascua, ocasión en la que miles de corderos eran sacrificados y la gente los comía en un ambiente de gran exaltación religiosa y nacionalista. Había también otros servicios litúrgicos en los que corderos eran sacrificados como una manera de expiar los pecados de la gente.
La expresión “Quita el pecado”, en el idioma original del Nuevo Testamento, (el griego) es un verbo conjugado en un tiempo llamado: “presente continuo”. La idea es que, la misión característica y continua de Jesús sería estar quitando el pecado, a todo aquel que se acercara a él con arrepentimiento fe verdaderos, sobre la base de su obra expiatoria realizada una vez para siempre en la cruz.
Con la palabra "Pecado", la Biblia designa no sólo a las infracciones aisladas que una persona cometa contra la ley de Dios, sino a la condición humana general que nos hace ser débiles y cobardes para resistir el mal así como débiles cobardes también para comprometernos activa y eficazmente por el bien. Pecados no son solamente los actos reñidos con la moral, cometidos por individuos, conscientes y responsablemente, sino una misteriosa realidad objetiva y cósmica, una especie de ámbito o de estructura que condiciona objetivamente, no sólo nuestra vida desde que nacemos, sino la misma marcha de la historia humana.
De acuerdo al diagnóstico que en la Biblia se hace de nosotros, la raíz de todos nuestros problemas es el pecado. Es el pecado que nos hace crear sociedades inseguras, desconfiadas, egoístas e injustas. Es el pecado lo que ha creado división entre nosotros y Dios, entre nosotros y nuestro prójimo, entre nosotros y la naturaleza y es también el pecado que nos hace tener, en lo profundo de nosotros mismos, incomprensibles y desconcertantes contradicciones.
Cuando Juan el Bautista declara que Jesús es "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", en otras palabras está diciendo que Jesucristo vino a redimirnos o liberarnos del poder, de la esclavitud y de los efectos del pecado. En consecuencia, Juan está diciendo que Jesús vino a reconciliarnos con Dios, ya que el pecado había creado división entre el hombre y Dios Juan está diciendo que Jesús vino a reconciliarnos con nuestros semejantes, ya que el pecado se expresa en el egoísmo y la injusticia que nos ha distanciado unos de otros Juan está diciendo que Jesús vino a reconciliarnos aun con la naturaleza, ya que fue por causa del pecado que Jehová sentenció a nuestros primeros padres y a su posteridad diciendo: " Maldita será la tierra por tu causa con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá... con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra..." (Génesis 3:17,18). Al decir que Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Juan el Bautista esta diciendo que la misión de Jesús es salvar, redimir o rescatar al hombre del pecado y de todas sus consecuencias. Cuán necesario es para la gente, saber que hay remedio para la tragedia del pecado, raíz de todos nuestros problemas, porque Cristo vino a quitar el pecado del Mundo.
Todos deben saber que quien espere en Jesús no será jamás defraudado, pues su misión y su ministerio característico son quitar el pecado a todo aquél que se allega a Él por la fe, suplicando perdón y liberación.
Todos debemos saber que al convertirnos en seguidores de Jesús nos identificamos con el proyecto histórico y cósmico que él lidera y está llevando adelante, cuyo objetivo es quitar el pecado del mundo.
Todos lo cristianos somos desafiados por el evangelio a rendir nuestro ser entero Cristo el Libertador y a ordenar nuestra vida, de tal modo que seamos vivo testimonio que el propósito de Cristo de “quitar el pecado” ya se ha hecho realidad en nosotros (Ro. 6:12).

La tercera declaración de Juan el Bautista respecto al Señor es que…

III.- JESÚS “BAUTIZA CON EL ESPÍRITU SANTO”. Jn. 1:33.

También estas palabras eran más comprensibles para los oyentes judíos, contemporáneos de Juan el Bautista, que para nosotros. Los judíos de aquel entonces, conocían muchos bautismos, tal como el autor de la Epístola a los Hebreos declara, al decir que el culto judío consistía sólo en diversas abluciones ( s): bautismos, lavamientos o ceremonias de purificación.

Consistía …“…sólo de comidas y bebidas y diversas abluciones, y ordenanzas a cerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas". (Heb. 9:10. Véase también: Mr. 7:4 1ª Co. 15:29).
Juan el Bautista bautizaba con agua como signo de arrepentimiento, purificación e incorporación al pueblo de Dios que acogería al Mesías, y afirmó que el Mesías o el Cristo, bautizaría con el Espíritu Santo, pues estaba escrito desde antaño que Dios derramaría su Espíritu, como un bautismo celestial, sobre todo su pueblo, y así como el agua vivifica la tierra árida y limpia las impurezas del cuerpo, con su Espíritu, así Dios vivificaría y limpiaría el alma de su pueblo:

“…Hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto,
y el desierto se convierta en campo fértil,
y el campo fértil sea estimado por bosque”
( Is. 32:15).

“Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal,
y ríos sobre la tierra árida
Mi espíritu derramaré sobre tu generación,
y mi bendición sobre tus renuevos ”.
(Is. 44:3)

“Esparciré sobre vosotros agua limpia,
y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias
y de todos vuestros ídolos os limpiaré.
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros
y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra ,
y os daré un corazón de carne.
Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu,
y haré que andéis en mis estatutos… “

( Ez. 36:25,26 véase además: Jl 2:28).

Siendo que Jesús era el Mesías largamente esperado por Israel, Juan el Bautista le dice a la multitud que tan propio de Jesús era quitar el pecado, como bautizar con el Espíritu Santo. También, en el idioma griego del Nuevo Testamento, en este lugar el verbo “bautizar”, se conjuga en tiempo presente continuo, dando a entender que el misterio constante de Jesús es, estar siempre bautizando con el Espíritu Santo, así como el ministerio de Juan consistía en estar siempre bautizando con agua.
¿De qué necesitamos que Dios nos limpie con su bautismo celestial? El pecado es descrito por Jesús como una realidad contaminante que sale de lo profundo de nuestro ser en forma de malos pensamientos y de acciones decadentes y destructivas, que dañan la convivencia humana:
"Porque del corazón salen los malos pensamientos,
los homicidios, los adulterios, las fornicaciones,
los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
Estas cosas son las que contaminan al hombre..." (Mateo 15:19-20).

El testimonio de la Biblia es bastante fuerte: el pecado está dentro del ser humano, de manera que podríamos decir que hemos llegado a tener una naturaleza pecaminosa, y cuando el pecado nos controla, contaminamos aun nuestro entorno por medio de nuestras palabras y acciones.
El Bautismo con el Espíritu Santo es entonces como el baño sanitario que todos necesitamos, pero no es un rito que purifique para dejarnos en una posición anodina, sino una suerte de higiene mental que limpia del egoísmo, de la cobardía y del conformismo respecto al sistema perverso e injusto que impera en el mundo. El Nuevo Testamento da testimonio que las personas que recibían ese bautismo se comprometieron con la causa de la redención y por lo mismo experimentaron con mayor rigor la oposición del mundo, lo cual en no pocos caso los llevó a la cárcel y al martirio.
A todo aquel que deposita su fe en Jesús y se arrepiente de su pecado, en ese acto, el Señor le perdona sus pasados pecados y lo bautizada con el Espíritu Santo, purificando su vida, dándole un corazón nuevo y un principio de vida nuevo que hace santa la disposición regente de su alma. Pero no siendo el ser humano un objeto impersonal, queda en cada creyente la responsabilidad de luchar diariamente contra la vieja inclinación al pecado, pero esta lucha ya no es en las fuerzas meramente humanas, porque en esta lucha el cristiano es acompañado con las fuerza y vigor de Espíritu Santo.

Ningún cristiano, por lo tanto, tiene justificación para dejarse arrastrar por cualquier forma de pecado, porque no existen cristiano de primera y de segunda categoría. No existen algunos cristianos bautizados con el Espíritu Santo y otros, de segunda categoría, que hayan venido a Jesús y no hayan recibido la gracia del Espíritu Santo. Todo el que ha acudido a Jesús con verdadero arrepentimiento y fe, ha sido bautizado también con el Espíritu Santo y por ende tiene las herramientas para luchar contra las tentaciones.

Si una persona se siente a merced del pecado y de las tentaciones, sin fuerza alguna para resistir el mal, si siente que no tiene el Espíritu Santo, lo que debe hacer es venir a Jesús por la fe, pues sólo Él puede perdonar sus pecados y bautizarle con el Espíritu.

Frecuentemente cuando se habla del bautismo con el Espíritu Santo, la gente deja de hablar de Jesús y comienza a hablar del Espíritu Santo, como si se ascendiera a un peldaño superior. Pero Juan el Bautista dice que Jesús, el mismo que quita el pecado, es quien bautiza con el Espíritu Santo, Por esta razón con mucha propiedad se dice que ser evangélico o ser cristiano es ser cristocéntrico.

CONCLUSIÓN:
Es posible que aun haya alguien que no conoce a Jesús como el Señor y Salvador. Recordemos que aun los líderes religiosos de Israel, no le conocieron de manera salvadora. Pero mis amigos, el Señor está en medio de la iglesia, es decir está en medio de su pueblo reunido para adorarle. Está con nosotros mediante su Espíritu, el mismo Espíritu que fue derramado, como un bautismo celestial y purificador, sobre los ciento veinte reunidos, en el Aposento Alto, en el primer pentecostés cristiano. Afirmo que el Señor está con nosotros porque así lo prometió cuando dijo: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Cada uno pregúntese: ¿Le conozco? ¿ Le amo y le sigo en el camino de mi vida diaria? Conocerle es tener la vida de Dios y ésta es una vida comprometida con los proyectos y objetivos de Dios para con el ser humano. Sus proyectos y objetivos centrales no son otros que la salvación y bienestar eterno de las personas, a las que se debe amar, como a uno mismo. ¿Se ve esa vida eterna en nosotros que nos decimos seguidores de Cristo?
El Señor nos puede impartir esa vida nueva porque su misión es quitar el pecado del mundo. Puso el fundamento de esta obra cuando murió por nosotros en la cruz, y mediante la obra del Santo Espíritu, ahora aplica y hace eficaz de modo personal su salvación, purificando por la fe nuestro corazón e implantando en nuestra alma, un principio de vida nueva, la vida de Dios, la vida eterna.
Oremos:
Señor, te abrimos nuestro corazón una vez más, implorando que se haga patente que Cristo vive por la fe en nosotros, que su Espíritu nos llene y sea la fuerza motriz para vivir en armonía con las verdades proclamadas en el evangelio. Que cada uno, renovemos hoy nuestro compromiso con la causa de Jesucristo y nos dejemos seducir por su Espíritu, que está bautizando o purificando del pecado e incorporando a su iglesia, a todo el que viene a Él con fe. Amén.

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