Cristo nos enseña

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Lucas 4: 14-21
Cristo nos enseña

La porción de la Palabra de hoy comienza diciéndonos que Jesús vino a Nazaret. Éste era un pueblo enclavado entre las colinas bajas de Galilea. Hasta un niño podía alcanzar la cima y desde allí podía observar un panorama maravilloso. Desde allí se podían ver lugares históricos del pueblo de Israel, como ser: el lugar donde Gedeón había obtenido sus victorias o el Rey Saúl había peleado y llegado al desastre, donde había vivido Elías, etc. Jesús no se crió al margen de la vida, como en un monasterio, no, Jesús se crió en el centro propio de la historia y con el comercio del mundo casi a sus puertas.
Jesús llega a la sinagoga, como todos los sábados y leyó del rollo de Isaías, y luego se sentó. Era costumbre que los maestros se sentaran cuando iban a hablar. Y la gente escuchó respetuosamente lo que él les decía. Más de uno se preguntaba ¿No es éste el hijo de José el carpintero? Si éste Jesús hubiera sido un hombre con muchas cualidades, pero absolutamente humano, sin nada de divinidad, diríamos, que era un hombre común, que hacía cosas buenas por los demás y todo hubiera quedado allí.
Pero Jesús de Nazaret era el Cristo y por eso todo lo que sigue, tiene que ver con nosotros hoy.
• Jesús les dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres” Cuando una hermana de Santa Fe contó sus experiencias cuando las aguas cubrieron totalmente su casa, haciendo que se perdiera todo, Él estuvo con ella y su familia. Cuando volvieron, no pudieron rescatar nada, todo estaba lleno de barro, destruido. Esas cosas que no se pueden recuperar más, como las fotos familiares y así un montón de cosas más, pero ella dijo algo maravilloso. El agua no me pudo arrancar lo más valioso que tengo y doy gracias a Dios por el agua, porque gracias a ella yo comprendí que tenía un tesoro que el agua no se pudo llevar. No se pudo llevar Mi Fe en el Salvador. Nadie de los que estábamos allí, pudimos escuchar éste testimonio, sin que se nos llenaran de lágrimas los ojos. Y fueron muchas las manos que se levantaron para aplaudirla y darle gracias por su testimonio.
• Siguió hablando Jesús: Me ha enviado ha sanar a los quebrantados de corazón. De es sabemos mucho. ¡Cuántas veces nos ha consolado durante nuestra vida y aún hoy nos da el consuelo que necesitamos para sobrellevar algunas pruebas que quieren doblegarnos, pero no, Él está ahí para que nos enderecemos y le demos batalla y seguro que nos llevará a la victoria,
• Dijo: He venido a pregonar libertad a los cautivos .Hemos oído en la iglesia el testimonio de aquellos que llevan la Palabra a las cárceles y han convertido a algunos internos, y ellos al sentirse libres de la opresión de la culpa, fueron los primeros en dar testimonio a otros internos, y la Palabra brotó y dio frutos en esa prisión, en donde ahora hay un grupo de internos que se reúnen a leer la Biblia, a cantar alabanzas y a orarle a Nuestro Señor. El alcaide dice que ha cambiado por completo el comportamiento de todos los reclusos. Donde está Jesús pasan cosas...
• He venido a dar vista a los ciegos. No solo le devolvió la vista a Bartimeo, también nos quitó la venda que teníamos delante de los ojos, y pudimos ver con claridad, muchas cosas que antes no veíamos y así poder seguir seguros por el camino angosto, porque podíamos ver su Luz, guiándonos.
• He venido a poner en libertad a los oprimidos. Son tantos los oprimidos, hay tantas familias que tienen un padre o una madre que no dejan que sus hijos e hijas se desarrollen en libertad y extiendan sus alas y vuelen. Los obligan a estudiar lo que ellos quieren, y en donde ellos desean, sin importarles lo que sienten sus hijos e hijas, luego lloran porque éstos huyen y muchas veces su necesidad de libertad los lleva por caminos peligrosos, pero que ellos desconocen. Jesús les dice: Yo los amo así como son, yo los hice, yo les puse nombre, yo los elegí, no teman yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin.
• Jesús termina diciendo: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. ¿Qué le contestaremos nosotros? ¿Amén? Sí... y un Amén muy fuerte. Todos los que hemos sido salvados, curados, ayudados, consolados, liberados, vueltos a la vida, digamos juntos Amén, Amén.
Y pensemos que Jamás seremos Iglesia, si éste Amor que Él nos ha regalado, no lo compartimos con nuestro prójimo Amén.
Literatura consultada William Barclay Neri R. Gattinoni
nerigattinoni@hotmail.com

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