Carta al niño Dios
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"Querido niño Dios:
¿Cómo están por allá arriba en el cielo?
Por aquí, tú sabes cómo estamos. Creo que no hace falta
contarte los desastres, las injusticias, la violencia y
todas las tragedias que dejan su huella en este mundo, que
es tu mundo.
Además, navidad no es ocasión de hacer listas de desgracias,
sino de ilusiones.
Por eso te escribo esta carta. Como las que escribía de
niña.
Ya no pido juguetes, pero no creas que he dejado de ser
pedigüeña.
Quiero pedirte muchas, muchísimas cosas.
Quiero pedirte una tregua a la violencia que desangra
nuestra patria y al mundo: tú puedes cambiar los corazones
de los violentos para que no empuñen las armas de la muerte.
Y una tregua a la injusticia que nos está destruyendo; tú
puedes cambiar los corazones de los hombres y las mujeres
para que sientan como propias las necesidades de sus
hermanos.
También sería buenísima una tregua a la irresponsabilidad y
a la inconsciencia; tú puedes cambiar los corazones de los
irresponsables para que caigan en cuenta de los disparates
que cometen,
del daño que se hacen ellos y le hacen a otros.
Otra cosa que quiero pedirte es una tregua a las caras
largas; tú puedes cambiar los corazones de jóvenes y viejos
para que puedan sonreir.
Por favor, tráenos en esta navidad una tregua a la
agresividad que hace insoportable las calles; túA puedes
cambiar los corazones de los agresivos para que se acerquen
a otros sin miedo, para que se respeten, para que se ayuden.
También nos está haciendo falta una tregua al silencio y a
las palabras duras en los hogares; tú puedes cambiar los
corazones de los esposos, de los padres y de los hijos, para
que descubran, los unos, lo que los otros quieren decir con
su silencio, para que las palabras expresen el amor y la
necesidad de amor.
No se te olvide una tregua a la intolerancia; tú puedes
cambiar los corazones de los intolerantes para que sean
capaces de comprender y perdonar y olvidar.
Y una tregua al egoísmo; tú puedes cambiar los corazones de
los egoístas para que sean capaces de amar y de acercarse a
la necesidad del amigo, del vecino, del familiar, del
desconocido e incluso del que les cae mal.
No sobraría una tregua a la desesperanza y al escepticismo
que nos está carcomiendo; tú puedes cambiar los corazones de
los aplanchados y los pesimistas para que miren la vida con
optimismo.
También te pido que pongas a los pies de las camas de los
niños y en el árbol de navidad de todos los colombianos,
sueños y esperanzas que podamos realizar; fe en nosotros
mismos y en los que nos rodean; fe en la vida y, sobre todo,
fe en tí; amor que construya la armonía en los hogares y la
paz en nuestra patria. Tu amor para poder amar.
Ese es, tal vez, el verdadero regalo de navidad, el que nos
hace seguir siendo niños a pesar de todo.
Atentamente,
Del libro: "El camino de Belén"
¿Cómo están por allá arriba en el cielo?
Por aquí, tú sabes cómo estamos. Creo que no hace falta
contarte los desastres, las injusticias, la violencia y
todas las tragedias que dejan su huella en este mundo, que
es tu mundo.
Además, navidad no es ocasión de hacer listas de desgracias,
sino de ilusiones.
Por eso te escribo esta carta. Como las que escribía de
niña.
Ya no pido juguetes, pero no creas que he dejado de ser
pedigüeña.
Quiero pedirte muchas, muchísimas cosas.
Quiero pedirte una tregua a la violencia que desangra
nuestra patria y al mundo: tú puedes cambiar los corazones
de los violentos para que no empuñen las armas de la muerte.
Y una tregua a la injusticia que nos está destruyendo; tú
puedes cambiar los corazones de los hombres y las mujeres
para que sientan como propias las necesidades de sus
hermanos.
También sería buenísima una tregua a la irresponsabilidad y
a la inconsciencia; tú puedes cambiar los corazones de los
irresponsables para que caigan en cuenta de los disparates
que cometen,
del daño que se hacen ellos y le hacen a otros.
Otra cosa que quiero pedirte es una tregua a las caras
largas; tú puedes cambiar los corazones de jóvenes y viejos
para que puedan sonreir.
Por favor, tráenos en esta navidad una tregua a la
agresividad que hace insoportable las calles; túA puedes
cambiar los corazones de los agresivos para que se acerquen
a otros sin miedo, para que se respeten, para que se ayuden.
También nos está haciendo falta una tregua al silencio y a
las palabras duras en los hogares; tú puedes cambiar los
corazones de los esposos, de los padres y de los hijos, para
que descubran, los unos, lo que los otros quieren decir con
su silencio, para que las palabras expresen el amor y la
necesidad de amor.
No se te olvide una tregua a la intolerancia; tú puedes
cambiar los corazones de los intolerantes para que sean
capaces de comprender y perdonar y olvidar.
Y una tregua al egoísmo; tú puedes cambiar los corazones de
los egoístas para que sean capaces de amar y de acercarse a
la necesidad del amigo, del vecino, del familiar, del
desconocido e incluso del que les cae mal.
No sobraría una tregua a la desesperanza y al escepticismo
que nos está carcomiendo; tú puedes cambiar los corazones de
los aplanchados y los pesimistas para que miren la vida con
optimismo.
También te pido que pongas a los pies de las camas de los
niños y en el árbol de navidad de todos los colombianos,
sueños y esperanzas que podamos realizar; fe en nosotros
mismos y en los que nos rodean; fe en la vida y, sobre todo,
fe en tí; amor que construya la armonía en los hogares y la
paz en nuestra patria. Tu amor para poder amar.
Ese es, tal vez, el verdadero regalo de navidad, el que nos
hace seguir siendo niños a pesar de todo.
Atentamente,
Del libro: "El camino de Belén"