Camina en la luz

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I Jn. 1:1 al 2:2

En una película inspirada en la vida real, titulada <>, la trama gira en torno a un personaje con un talento muy peculiar. La figura principal es un falsificador. A medida que nos adentramos en las entrañas del personaje sabemos de su increíble inteligencia. Lamentablemente esta inteligencia la usa para fines maquiavélicos. Nos pone a pensar sobre lo vulnerables y cercanos que podemos estar de una mente como ésta. Pudiendo falsificar la moneda americana, este joven logra robar millones de dólares a varios gobiernos mundiales. En la fascinación que este tema ocupa he visto más de un documental acerca de los grandes estafadores de monedas y los increíbles esfuerzos que hace el gobierno para evitarlo.

Podemos definir la falsificación como la capacidad de clonar o reproducir de manera ilegitima algo que es legitimo. Es más que fingir por que el falsificador busca sustituir una cosa por otra. Diríamos en el campo: "pasar gato por liebre". Pero esta liebre está muy bien disfrazada. Recuerde usted el famoso caso del cura fatulo. Para falsificar la persona se vale de varias herramientas, entre ellas, la confianza del otro, la capacidad de crear una ilusión gemela de otra cosa y sobre todo la mentira. Me decía alguien recientemente: "lo importante no es saber, sino aparentar saber". Lo curioso del caso es que son más las veces que le damos la razón a este principio de lo que debíamos permitirnos.

La Biblia relata más de un incidente en donde las fuerzas antagónicas de Dios se valen del engaño y la manipulación para obtener un fin especifico o sencillamente ganar una disputa. Lo vemos entre Moisés y los adivinos que convierten sus varas en serpientes, Jacob al hacerse pasar por su hermano Esaú para obtener la primogenitura o cuando Judas, uno de los doce, se disfraza de discípulo para traicionar al maestro con a las autoridades religiosas.

Juan el escritor de la epístola (una epístola es una carta), a quien se le atribuye tradicionalmente el evangelio, está rodeado por la amenaza que viene de la mentira y del error. Entiéndase por esto que la Iglesia Joanina está siendo flanqueada por las flechas que vienen de otro sector. La comunidad Joanina se había divido y muchos de sus miembros se habían dispersado. Aún no sabemos con precisión el lugar geográfico donde residió esta comunidad. Pero sí sabemos que muchos de los que se separan, sincretizan o mezclan las enseñanzas del Evangelio con otras ideas de espiritualistas, creando una sopa amarga al paladar del autor bíblico. Guiados por una mentalidad gnóstico /doceta, que hoy llamaríamos ultra espiritual, los hermanos excomulgados de la comunidad de Juan han montando un ‘kiosko’ y desde alli menoscaban las enseñanzas de los discípulos, particularmente en lo concerniente a la persona de Jesucristo. Estos maestros del pneuma (espíritu), habían llevado al extremo la idea de que Dios se había separado de Jesús en el momento de la muerte. En otras palabras niegan la encarnación de Jesucristo. No podían concebir un Dios poderoso y soberano que elige la cruz como lugar de convergencia entre la salvación y el ser humano. La gloria espiritual de Dios no puede concebirse manchada por la sangre humana y la muerte corporal.

El autor de esta primera carta de tres, sabe que una Iglesia que confiesa a Jesucristo como Señor y Salvador pone al crucificado en el centro de su vida. La Iglesia verdadera cree que la cruz es el punto donde se derrite lo mejor de Dios con lo peor del ser humano. La cruz es el trampolín desde el cual la Iglesia se trepa a los brazos del Padre celestial y desde donde recibimos el abrazo de fe que nos ha regresado al Edén.

La cruz es el antídoto a la muerte espiritual, el árbol que da fruto de sanidad y la peña desde la cual emana el agua de vida. Finalmente, la cruz es la excusa desde donde Cristo mira a la humanidad cara a cara, y llama la atención obligandonos a mirar hacia arriba donde esta Dios. El ser humano natural no puede ver las cosas desde la cruz por que la cruz no aguanta el peso del engaño y de la mentira. Y la Iglesia sabe que Dios no salió huyendo para dejar a su Hijo en soledad, por que Dios no le teme a la muerte.

La Iglesia de hoy no puede caer en ninguno de los dos extremos. Ni en el extremo de la mega-espiritualidad ni el extremo de la mega-racionalidad. No podemos olvidar que vivimos vidas aquí en la tierra o que nos debemos a un Dios soberano. La Iglesia ha tratado por años ubicarse en el centro del espectro teológico universal de tal modo que vivamos vidas espirituales equilibradas. Y hemos descubierto que es más difícil de lo que imaginaríamos. Cada cual jala la soga para su lado aún dentro de nosotros mismos.

Juan afirma que esa es la peor manera de hacer las cosas. Es el camino equivocado. En palabras del epistolar: “Dios es luz y no hay en El ninguna oscuridad. Si afirmamos que tenemos comunión con El, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en practica la verdad. [añade] Pero, si vivimos en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo nos limpia de todo pecado.”

La chiringa de los anti-joaninos estaba tan encampanada que empezaron a fallar en lo básico, en el amor hacia el prójimo. ¿Por qué será que siempre nos colgamos en las pequeñas cosas?. Todo lo ven exclusivamente <> al punto que empiezan a despreciar al prójimo. Hoy día el ser humano ve las cosas exclusivamente en torno a si mismo.

Lo doloroso del caso es que esta división es entre gente que antes comulgaba en una misma mesa. Juan trabaja en su carta con la dimensión más dolorosa que podamos pensar: la división de nuestra propia familia. Es la división entre gente que se ama y que una vez lo tuvieron todo en común. Esto no lo podemos considerar como un fallo diplomático, en esta comunidad el resentimiento se lleva a un nivel de sangre, entre hermano y hermano. Son tan iguales en tantas cosas que, como dice Vielhauer, el autor apenas puede reprochar a sus adversarios ninguna transgresión, aparte de la carencia del amor fraterno. Es tan fina la linea entre unos y otros que el mismo Vielhauer concluye que los falsos maestros son un fenómeno joánico, en el sentido de que su error nace de la exageración de algunas ideas Joánicas.

Sea de una manera u otra, la Iglesia Joanina eventualmente se divide y esta carta va dirigida a los sobrevivientes de este huracán doctrinal. Y para distinguirlos de los otros Juan aclara que la Iglesia de Jesucristo debe hacer las siguientes cosas:

Primero, deben permanecer juntos en aquello que han creído. Hace más o menos un mes estaba participando en el evento de la soga de nuestro colegio. Mi equipo que había ganado a los demás equipos fue retado por la consolidación de todos los mas fuertes y grandes de la escuela. Los primeros segundos fueron a nuestro favor, más tarde la suerte estaba en nuestra contra. Y una vez mi equipo se percató que estaban siendo arrastrados, comenzaron a ceder a las fuerzas opositoras. Traté de gritarle a mi equipo que mantuvieran la resistencia pero, uno y otro al ver que la competencia estaba muy difícil empezaron a soltar la soga. Y porque dejaron de creer fuimos derrotados.

¿Cuántas veces en el diario vivir también nosotros soltamos la soga? Muchas veces podemos recibir un millón de bendiciones y cuando llega el momento de la prueba nos entregamos a la fatalidad y perdemos la esperanza. Tú y yo hemos sido llamados a mantenernos en la línea, jalando la soga, por más duro que parezca el momento. La crisis es el peor momento para abandonar nuestra fe y aquello en lo que hemos creído. Creer cuando todo está bien es fácil. Sin embargo cada vez que resistimos el embate de la duda y echamos lo último de nuestras fuerzas, sentiremos que la mano de Dios nos acompaña. Como el ave fénix que se levanta de las cenizas, la fe en medio de la prueba se renueva, se fortalece y se levanta.

Tenemos que aprender como las tortugas indefensas a nadar en medio de los tiburones. Las cuales no teniendo ninguna defensa y siendo bien vulnerables, cuando ven a su depredador le muestran el lado duro de su caparazón aquel que el tiburón no puede romper con sus dientes. En medio de las pruebas la Iglesia se refugia en Cristo. Tenemos que mantenernos juntos aún en ls momentos más difíciles.

Segundo, la Iglesia debe permanecer en la luz y para permanecer en la luz debemos permanecer en la verdad. La utilización de la mentira, del engaño, de la manipulación y otras tácticas solo nos lleva a la confusión. Juan argumenta que una decisión por Cristo es una decisión a favor del prójimo y por ende eso irradia luz. La luz de la verdad, la luz de la sanidad, la luz de la justicia y la luz del amor. El resultado en aquellos que se habían alejado eventualmente fue devastador. Se movieron del engaño a la división y de la división a la falta de amor y consecuentemente a la oscuridad. Según Juan, la iglesia verdadera se distingue por que vive y refleja hacia los demás el amor que siente por Dios. Más adelante en el capitulo 4 verso 8 Juan hace una declaración más que contundente y categórica:

“Amados, amémonos unos a otros por que el amor es de Dios. Todo el que ama es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios por que Dios es amor”

Hoy no podemos salir de la casa de Dios llenos de tinieblas. Precisamente para eso vino Cristo a nuestras vidas. No podemos salir de aquí sin que antes hagamos un análisis profundo y nos dediquemos en los próximos meses a construir desde adentro de nuestro corazón ese amor que nos distingue como pueblo de Dios. Vivir en la luz concretamente es vivir en paz con Dios pero en la misma proporción es abrazar la reconciliación con el prójimo y hacer las paces con aquellos con quienes nos hemos enemistado. Allá los que viven en las tinieblas afirman jactanciosamente que perdonan pero no olvidan, que tienen los puños cerrados y el corazón amargo contra aquellos que le han hecho daño. Eso no es Dios por que Dios es amor.

Muchas veces escuchamos que hemos sido comisionados por Dios para predicar el evangelio a todas las criaturas. Y son más las veces que nos preguntamos cómo es que se hace eso. Tal parece que la respuesta está más cerca de lo que pensamos. Es amando cuando mejor predicamos a Cristo. Es dando de ese amor utópico sacrificado que va más allá de, a veces, lo que quiero o se me pide. Es ofreciendo bondad, haciendo justicia y sembrado la paz entre los hermanos y los vecinos. El mejor sermón del amor que tú y yo podemos predicar no tiene palabras bonitas, ni está lleno de adjetivos difíciles de pronunciar. Se trata de la esencia misma de Dios que se da cuando ayudamos al que esta débil y cuando acompañamos al que está solo. Fuera de eso nada nos une porque el amor a Dios que se guarda en la cabeza y no se vive es como el perfume que se echa a perder porque su dueño lo quiere guardar tanto para una ocasión especial que nunca llega. No podemos echar a perder este preciado perfume. Porque si decimos que tenemos comunión con El, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad.

Amada Iglesia tenemos que continuar caminando en la luz detrás del Maestro. Tenemos que permanecer juntos en aquello que hemos creído. Tenemos que permanecer en la verdad y la verdad es Cristo Jesús.

En el día de ayer, uno de los jugadores estrellas del equipo se lesionó en los últimos dos minutos de juego. Ambos estaban empatados. La tensión era apocalíptica. Estaban en la situación más difícil que cualquier equipo puede estar, jugar sin depender de los mejores. Los segundos parecían horas, y ahora solo podían depender de sus destrezas. Jugada tras jugada empezaron a fallar, hasta que una de ellas se pudo realizar y lograron la victoria. Y porque persistieron ganaron. Tú y yo perseveramos por la gracia de Dios. Y debemos mantenernos firmes, jalando la soga y aunque sea difícil caminemos hacia la luz por que allí tenemos comunión con Dios.

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