Benditas señales
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Hay veces que las tumbas parecen tan definitivas…
En este tiempo de la historia humana, tan marcada por la locura,
nos sube, o quizás mejor, nos baja,
de los sectores poderosos de la sociedad,
un olor a muerte que parece derrumbarnos.
Y muchos, aplastados por la fuerza de la mentira
(y también por la conveniencia de creer
a ciertas mentiras que nos justifican)
terminan claudicando en la búsqueda
de las verdades más verdaderas.
La Pascua nos habla de otra realidad. Mucho más verdadera.
Quizás, también, mucho menos llamativa para ojos
que necesitan permanentemente ser seducidos,
para oídos que necesitan escuchar todo aquello que confirme
prejuicios y temores.
Nos habla de una tumba vacía, de unas vendas en el suelo
y de un sudario enrollado en otro lado, un poco más lejos…
Trae un mensaje, mucho más, nos sumerge en una experiencia
sólo accesible para aquellas y aquellos
que se animan a entrar a las tumbas,
que están dispuestos a llegar hasta el final,
que se exponen a cargar con sus miedos
en las cavernas oscuras de sus propias vidas
y de las ajenas que hacen prójimas.
Hay una sola manera de avanzar dentro de las tumbas.
Hay un solo camino que nos limpia la mirada
para que aprendamos a ver.
Es el mismo camino que recorrieron antes, María Magdalena, Pedro,
Juan…
Sólo por amor se puede entrar en una tumba
y reconocer el regalo de las vendas y el sudario.
Sólo por amor se puede llenar nuestro propio vacío
y convertirse en luz recién amanecida.
Sólo por amor…
Juan, Pedro, María Magdalena, tuvieron el entrenamiento
del seguimiento de Jesús…
Les costó…
Pero aprendieron… "vieron y creyeron"…
Ahora nosotras y nosotros,
discípulos de Jesús Crucificado y Resucitado,
somos los que podemos ir dejando en medio del ruido de la muerte,
de los gritos de venganza y violencia
que tanto se parecen a los que pedían: "¡crucifícalo!"
Podemos ir dejando sencillamente, vendas y sudarios
pequeñas señales que hablan de la fuerza de la vida,
pequeños rastros que permitan
que otros descubran la vida irrompible
de los que aman y trabajan haciendo de la humana vida,
del humano mundo,
un hogar cálido para todos.
Tomado de http://www.ciberiglesia.net/eclesalia.htm
En este tiempo de la historia humana, tan marcada por la locura,
nos sube, o quizás mejor, nos baja,
de los sectores poderosos de la sociedad,
un olor a muerte que parece derrumbarnos.
Y muchos, aplastados por la fuerza de la mentira
(y también por la conveniencia de creer
a ciertas mentiras que nos justifican)
terminan claudicando en la búsqueda
de las verdades más verdaderas.
La Pascua nos habla de otra realidad. Mucho más verdadera.
Quizás, también, mucho menos llamativa para ojos
que necesitan permanentemente ser seducidos,
para oídos que necesitan escuchar todo aquello que confirme
prejuicios y temores.
Nos habla de una tumba vacía, de unas vendas en el suelo
y de un sudario enrollado en otro lado, un poco más lejos…
Trae un mensaje, mucho más, nos sumerge en una experiencia
sólo accesible para aquellas y aquellos
que se animan a entrar a las tumbas,
que están dispuestos a llegar hasta el final,
que se exponen a cargar con sus miedos
en las cavernas oscuras de sus propias vidas
y de las ajenas que hacen prójimas.
Hay una sola manera de avanzar dentro de las tumbas.
Hay un solo camino que nos limpia la mirada
para que aprendamos a ver.
Es el mismo camino que recorrieron antes, María Magdalena, Pedro,
Juan…
Sólo por amor se puede entrar en una tumba
y reconocer el regalo de las vendas y el sudario.
Sólo por amor se puede llenar nuestro propio vacío
y convertirse en luz recién amanecida.
Sólo por amor…
Juan, Pedro, María Magdalena, tuvieron el entrenamiento
del seguimiento de Jesús…
Les costó…
Pero aprendieron… "vieron y creyeron"…
Ahora nosotras y nosotros,
discípulos de Jesús Crucificado y Resucitado,
somos los que podemos ir dejando en medio del ruido de la muerte,
de los gritos de venganza y violencia
que tanto se parecen a los que pedían: "¡crucifícalo!"
Podemos ir dejando sencillamente, vendas y sudarios
pequeñas señales que hablan de la fuerza de la vida,
pequeños rastros que permitan
que otros descubran la vida irrompible
de los que aman y trabajan haciendo de la humana vida,
del humano mundo,
un hogar cálido para todos.
Tomado de http://www.ciberiglesia.net/eclesalia.htm