Ap. 1: 4-8

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Ap 1: 4-8. Jn 18: 33-37. Dn 7: 13-14. Sl 93.

1- Situación de los cristianos en el Apocalipsis.
Sufrimiento y persecución cada vez más fuertes.
Poder político que exigía total adhesión. El emperador era considerado como Dios.
El promedio de vida de un esclavo que era llevado a las colonias eran dos años.

Tal vez sea este sólo un ejemplo de lo que se logra en la humanidad cuando construimos sistemas, sociedades, relaciones, o cualquier otro logro humano basado en el poder, el egoísmo, el rencor.
Aún la familia o una amistad no pueden incorporar estos valores como su fundamento sin riesgo de perderse.
Podemos ver a diario como se destruye todo aquello que se sustenta sobre estos valores, que son muy propios de nuestra naturaleza humana. Nada con sentido, nada que lleve a plenitud, nada que nos haga crecer, nada que fortalezca nuestros lazos y nuestras relaciones puede llegarnos por este camino.
Un sistema tal sólo puede mantenerse por la fuerza.

2- El reino y el poder de Cristo.
El texto nos habla de un reinado de Cristo. Un reinado sobre los reyes de la tierra, un reinado que tiene gloria y poder, un reinado que no tiene fin. Un rey que es, era y ha de venir, es decir un que tiene en sus manos el fin de la historia. Un rey soberano y además fiel a su propio pueblo.
Nos dice el Apocalipsis que este rey nos ama y nos lava con su sangre.
Es decir que toda la gloria y el esplendor está fundado sobre el amor y el perdón, sobre alguien que en lugar de demandar nuestra vida o cosas, o impuestos (nuestra sangre), entrega el mismo su sangre por todos, dándonos la posibilidad de una vida nueva y el ejemplo de vida de como hemos de vivir en su reinado.

3- Cómo podemos entrar a la presencia de este reino.
Solamente gracias al amor de Cristo y su perdón. Es Él quien con su sangre nos hizo reyes y sacerdotes para vivir en el amor y el perdón. Con su entrega nos libera hasta de preocuparnos por como entraremos. Sólo debemos presentarnos tal cual somos a su presencia. Es Él mismo quien nos prepara para estar con él.
Pero cuidado, no podremos entrar a medias. El costo de nuestra entrada fue la muerte de Cristo. No es esto que debamos tomar a la ligera. Cristo no quiere lo que sobra de nuestra vida, lo que sobra de nuestro tiempo, lo que sobra de nuestros dones. No quiere sobras. Quiere llevar nuestra vida a la plenitud enteramente puesta en sus manos.

Muchas veces en nuestra vida deberemos optar entre este reino de Jesús y las otras ofertas de otros reinos que a primera vista parecen mas interesantes. Pero que luego se revelan como destructores de la vida en su plenitud. Seguir a Cristo muchas veces va a significar el duro camino de negar nuestros deseos para hacer su voluntad. Vivir amando y perdonando no es cosa fácil. Pero el reino de Cristo no es un reino de facilidades, pero sí de plenitud. En este camino podremos ver cómo se construyen cosas, sistemas y relaciones duraderas

Hoy compartimos el culto con los confirmandos quienes están preparándose para conocer a este salvador Jesús y seguirlo. Que puedan hacerlo con cariño y dedicación porque están eligiendo un camino que lleva a la vida.
Y que quienes ya hemos hecho esta elección antes podamos mantenerla todos los días de nuestra vida.

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