Algunas cosas sobre el viento

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Cuando era chiquita vivimos algunos años en Claromecó, es un pueblito de la costa en el cual la presencia del viento es una compañía
constante.
Por eso durante esos años aprendí algunas cosas sobre el viento.
Conocí su potencia en los temporales, en los que nada que se oponga a su fuerza permanece en pie. He visto puentes arrasados y construcciones muy fuertes socabadas hasta los cimientos.
En otros momentos disfruté del viento alzando barriletes en la playa, aprendí que lo que se abandona al viento puede elevarse a alturas insospechadas, que por su propia capacidad nunca lograría.
Ví también cada otoño, hojas totalmente secas bailando con alegría gracias al viento.
Aprendí que es imprevisible, que su libertad es infinita, que no hay ni fórmulas, ni instituciones ni barreras que puedan tomarlo y adueñarse de él, ni encerrarlo para evitar su acción.

Tal vez por esas cualidades que experimentamos del viento es que desde siempre se ha utilizado su imagen para hablar de Dios.

El Espíritu, esa fuerza divina que nos acompaña, nos da fuerza y nos eleva a alturas insospechadas si dócilmente buscamos su aleteo y nos dejamos llevar por él.
Los cristianos creemos que gracias a él podemos usar bien la libertad que nos dio Jesús.
Por eso deseamos para todos y todas que Dios nos bendiga y nos permita reconocerlo como reconocemos al viento.
Que podamos experimentar su acción y nos dejemos guiar por él para vivir la alegría, así como las hojas que aunque están secas bailan en otoño.

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