Agujeros de medias de lana
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La oración que Dios escucha
puede ser triste, feroz,
desesperada,
perpleja o exaltada.
Pero debe contener,
indefectiblemente,
su buena parte de lechuga
fresca, verde,
recién lavada.
La oración que agrada a Dios
puede ser anaranjada,
azul (un azul vivo),
violeta o amarilla.
Pero jamás dorada.
Ni púrpura ni bronce
ni plateada.
Puede ser negra,
pero no de terciopelo,
pero sí de noche amarga.
Y me atrevo a aconsejar:
verde esmeralda.
Distinto sería si en los templos
hubiera más manzanas.
Menos incienso, más menta,
más albahaca.
La mirada de Dios sería distinta
si pulgas, limones, bicicletas,
cordones de zapatos,
pinceles, colibríes,
y panes y peces
y agujeros de medias de lana,
ocuparan el lugar de las palabras.
puede ser triste, feroz,
desesperada,
perpleja o exaltada.
Pero debe contener,
indefectiblemente,
su buena parte de lechuga
fresca, verde,
recién lavada.
La oración que agrada a Dios
puede ser anaranjada,
azul (un azul vivo),
violeta o amarilla.
Pero jamás dorada.
Ni púrpura ni bronce
ni plateada.
Puede ser negra,
pero no de terciopelo,
pero sí de noche amarga.
Y me atrevo a aconsejar:
verde esmeralda.
Distinto sería si en los templos
hubiera más manzanas.
Menos incienso, más menta,
más albahaca.
La mirada de Dios sería distinta
si pulgas, limones, bicicletas,
cordones de zapatos,
pinceles, colibríes,
y panes y peces
y agujeros de medias de lana,
ocuparan el lugar de las palabras.