2 Corintios 4: 13-18

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“Lo esencial es invisible a los ojos”, dice El Principito, de Saint Exúpery. ¡Cuán verdadera resulta esta afirmación para los cristianos! Cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador recibimos el Espíritu Santo que nos brinda, cual gafas especiales, la posibilidad de ver la vida de otra manera. Esa lente se llama Fe. Por eso Pablo nos dice en 2 Cor 5:7: “porque por fe andamos, no por vista”. Es así que aquellos que no tenían fe en Israel no podían entender las parábolas de Jesucristo que describían el Reino de los Cielos. Jesús decía: “porque ellos miran, pero no ven” (Mat 13:13). La fe es “tener la plena seguridad de recibir lo que se espera es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos” (Heb 11:1). Pues, “si lo que uno espera lo está viendo, entonces no es esperanza, pues lo que uno ve no tiene porque esperarlo”. Por ello la fe va acompañada de un condimento fundamental: “Pero si lo que esperamos es algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con constancia” (Romanos 8:24b y 25). Y la suprema visión que se ansía en la Biblia es la de estar cara a cara con Dios. Es así que los esclavos africanos frente a una existencia opresiva, se negaban a aceptar que “la única verdad es la realidad” y soñaban cantando Negro Spirituals como el que dice: “Ver su faz mi alma anhela, ver ansío a mi Jesús. Va cesando ya la espera, pronto me deslumbrará Su Luz. Y cuando alumbre el día y las sombras subirán, esa esperanza mía tornarse en realidad”. Que nuestro corazón albergue siempre ese deseo. Amén.

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