1º Tesalonicenses 3:9-13
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Salmo 25:1 9 Jeremías 33:14 16 Lucas 21:25 36 ó 19:28 40
Como queda dicho, en este domingo comienza el tiempo de Adviento. Prenderemos la primera vela de la corona navideña, si es costumbre en nuestra congregación. En el hemisferio Sur vivimos la Navidad en tiempo de calor y en medio del ajetreo de fin de año. Si bien en el calendario litúrgico, pensado en el hemisferio norte, Navidad significa el comienzo del año, en nuestra parte del mundo, en la práctica, lo cierra. Después comenzarán las vacaciones, y el verdadero comienzo del año intenso de trabajo, para los afortunados que lo tienen será en marzo, con el tiempo de Cuaresma.
Aunque quedemos al revés, en realidad nuestro calendario es más cercano al modo en que se construyó la teología cristiana y se escribieron los evangelios. Porque las primeras historias en circular fueron las de la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Jesús, y las últimas los de Navidad. Tanto es así que los cuatro Evangelios canónicos tienen los relatos de la pasión, pero dos de ellos (Marcos y Juan) no pensaron necesario incluir los relatos de la Navidad. Además, desde el punto de vista de la vida cristiana, resulta muy positivo terminar el año con una nota de alegría y esperanza, como la que marca las fiestas navideñas. Por eso elegimos comenzar, en esta oportunidad, con el texto de la Epístola, que señala este sentido del gozo cristiano.
Estudio Exegético
Esta porción de la carta de Pablo a los hermanos y hermanas de Tesalónica es quizás una de las expresiones más gozosas del Apóstol. Porque si bien en casi toda su correspondencia es enfático en señalar el gozo como un atributo de la fe, y exhortar a vivir en ese gozo (cf. Ro 14:17 Gal 5:22 2 Co 1:24, y más de 40 ocasiones en la literatura paulina), él mismo suena más de las veces con un tono preocupado. Pero en esta ocasión se refleja un gran gozo al ser fortalecido por la fe de los hermanos.
Pablo ha realizado su tarea evangelizadora en Tesalónica por un tiempo que va de dos a tres meses. Ha logrado cierto éxito y se formó una incipiente comunidad. Pero entró en conflicto con las autoridades y debió salir apresurado y en oculto (Hch 17:1-10). Ahora, luego de unos meses sin noticias, se pregunta angustiado qué habrá pasado con aquellos hermanos, y decide enviar a Timoteo a averiguar. Timoteo regresa con la buena noticia de que a pesar de persecuciones y dificultades esa comunidad se mantiene firme en la fe (1Ts 3:1-8) y hasta ha llegado a ser ejemplo en la tarea evangelizadora en otras congregaciones de la región y aún más allá (1Ts 1:3-8). Esto lo llena de vida y esperanza a Pablo, y de allí las expresiones de gozo que leemos en el párrafo que nos presenta el leccionario.
El v. 9 señala que esa mutua relación establecida con la Iglesia de Tesalónica se completa por la relación con Dios. En cambio de agradecer a los propios tesalonicenses por lo que su firmeza significa, le agradece a Dios. Se da un llamativo contraste: a la tribulación sufrida corresponde el gozo, la fe, la alegría ante Dios. Pablo expresa así el sentimiento profundo de un gozo que no es individual, sino la bendición de la comunidad, que ha les permitido mantenerse unidos en el testimonio y el amor a pesar de las dificultades y distancia. Así, el v. 10 reabre el sentido de las relaciones entre Pablo y los tesalonicenses. La relación sigue viva y Pablo le pide a Dios "desmedidamente" ver el rostro de sus hermanos. Ese encuentro suplirá “lo que falta” en su fe.
El v. 11 abre el tramo final de esta primera parte de la epístola. La relación de Pablo con la comunidad de Tesalónica toma dos caminos: uno es el deseo del encuentro inmediato –Dios dirija mis pasos hacia Ustedes (recordemos que de momento Pablo no puede ser visto en la ciudad de Tesalónica). Más adelante esa oración le será cumplida, según el relato del libro de Hechos (Hch 20:1-3). Pero hay un segundo deseo, que es el encuentro que los reunirá en la “venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (v. 13).
En estos versos el texto toma la forma de una oración de intercesión. La posibilidad de completar ese encuentro que Pablo espera en el plano humano se remite a la intervención divina. Con haber establecido la comunidad y con mantener el vínculo vivo no alcanza. Es un paso primero que sólo alcanzará su perfeccionamiento con la intervención divina. Tanto en la realización histórica cotidiana (allanar el regreso de Pablo) como en la etapa final de la instalación definitiva del Reino de Jesús, la intervención divina es necesaria.
Mientras tanto sigue siendo esencial “abundar en amor unos con otros”.
Ese amor, sin embargo, conoce una nueva ampliación. En 12 se plantea que el amor entre ellos debe extenderse en amor a todos. Este amor nunca es un simple sentimiento o emoción, sino que es una actividad de servicio dirigida a los demás. La expresión "el amor hacia todos" completa la expresión del amor mutuo en la vida interior de la propia comunidad. Si bien Pablo marca una diferencia de los creyentes con el resto de la humanidad, tanto gentil como judía, por que ellos tienen fe, ello no quita la responsabilidad de la extensión del don del amor hacia todos. Por el contrario, la comunidad cristiana es impulsada a establecer esta relación de amor con el conjunto de la humanidad, por que es una comunidad inclusiva, misionera. Pablo experimenta y espera el rechazo de su sociedad hacia el mensaje cristiano, pero no postula una respuesta igualmente agresiva.
Su estrategia, por el contrario, busca salvaguardar una ética de entrega aún en la persecución.
Este tema del amor mutuo, de la relación con el conjunto social (que toma como ejemplo el propio amor de Pablo, que compartió con ellos el Evangelio cuando aún eran paganos) introduce la parte exhortativa de la carta, que comienza en el capítulo 4. La otra gran temática, la presencia gloriosa (parousía) de Jesús, es también introducida en este párrafo, y en ella encuentra sentido la ética paulina. Es más, se puede decir que Pablo señala expresamente que la finalidad de su instrucción es justamente afirmar, "conducir sin mancha y en santidad delante de Dios en la parousía de Jesús" a sus hermanos de Tesalónica.
Sin duda toda la enseñanza paulina en esta carta está organizada en torno del elemento de la venida del Señor. Pablo señala como la Iglesia de Tesalónica ha crecido desde la aceptación del Evangelio, pasando por la historia de la construcción de la comunidad, del riesgo que esta construcción sufre, de la actualidad de mutualidad que hoy vive, y se proyecta como futuro glorioso por la presencia final de su Señor.
Sugerencias homiléticas
El adviento es tiempo de gozo. Y aplicando las enseñanzas de este trozo de la epístola de Pablo a la Iglesia de Tesalónica podemos señalar algunas características de este gozo cristiano:
• Es el gozo de la fe. Es saberse amado, rescatado y escuchado por nuestro Dios. Es descubrir la presencia de un Dios que nos da lo necesario para la vida (aunque luego algunos se apropien injustamente de lo que fue entregado para todos), que se nos hace hermanos y hermanas en el nacimiento de Jesús, que escucha las oraciones. Esa fe que sostiene en momentos de dolor, crisis o persecución, pero que hace que nuestros esfuerzos no sean en vano, cuando son hechos en él.
• Es el gozo de la vida comunitaria. Como Pablo, el gozo de saberse querido por los hermanos y hermanas (aunque a veces fallamos, y mucho, en este punto). Dios nos permite romper el aislamiento, conformar comunidades, encontrarnos, con nuestras personalidades y orígenes diferentes, en medio del pueblo que Dios convoca en Cristo y al que nutre con su Santo Espíritu. Nunca es tan apreciado el gozo de la comunidad cristiana como cuando hay que vivirlo en medio de tribulaciones y dificultades. Allí descubrimos el consuelo de la fe, el gozo de ver el rostro amigo, la persona cercana en el amor de Cristo, y somos impulsados a sostenernos mutuamente. Si no tenemos este gozo, algo anda fallando en nuestra comunidad de fe.
• Es el gozo del servicio. Navidad es la época en que abundan los discursos del “amor universal”, aparecen las colectas de “un juguete para los niños pobres” y otras muestras ocasionales de lo que debe ser una actitud permanente. Esta bien que esto ocurra, lo que no es tan bueno es que pasada la Navidad este “gozo del servicio” se transforme en el egoísmo de comunidades volcadas sobre si mismas, ignorantes de los hechos y problemas más profundos que generan injusticia y mantienen a muchos en el dolor y la miseria. Hay un gozo permanente en participar de la búsqueda de relaciones humanas más justas, recíprocas, como expresión del “amor hacia todos y todas”.
• Es el gozo de la presencia de Cristo. Si bien la carta destaca principalmente esa presencia en la visita (otro significado de la palabra parousia) de Cristo en Gloria en el final de los tiempos, no menos gozoso es saber de aquella humilde visita que comenzó en el pesebre de Belén y de la permanente visita y presencia de Cristo en nuestras vidas.
• Es el gozo de la esperanza. Es saber que Dios no ha abandonado su obra, no ha olvidado a esta humanidad rebelde, y sigue llamándonos a una nueva vida, a participar del gozo de la salvación, y a mantener viva la esperanza que abre su amor, la redención plena y final de toda su creación.
Como queda dicho, en este domingo comienza el tiempo de Adviento. Prenderemos la primera vela de la corona navideña, si es costumbre en nuestra congregación. En el hemisferio Sur vivimos la Navidad en tiempo de calor y en medio del ajetreo de fin de año. Si bien en el calendario litúrgico, pensado en el hemisferio norte, Navidad significa el comienzo del año, en nuestra parte del mundo, en la práctica, lo cierra. Después comenzarán las vacaciones, y el verdadero comienzo del año intenso de trabajo, para los afortunados que lo tienen será en marzo, con el tiempo de Cuaresma.
Aunque quedemos al revés, en realidad nuestro calendario es más cercano al modo en que se construyó la teología cristiana y se escribieron los evangelios. Porque las primeras historias en circular fueron las de la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Jesús, y las últimas los de Navidad. Tanto es así que los cuatro Evangelios canónicos tienen los relatos de la pasión, pero dos de ellos (Marcos y Juan) no pensaron necesario incluir los relatos de la Navidad. Además, desde el punto de vista de la vida cristiana, resulta muy positivo terminar el año con una nota de alegría y esperanza, como la que marca las fiestas navideñas. Por eso elegimos comenzar, en esta oportunidad, con el texto de la Epístola, que señala este sentido del gozo cristiano.
Estudio Exegético
Esta porción de la carta de Pablo a los hermanos y hermanas de Tesalónica es quizás una de las expresiones más gozosas del Apóstol. Porque si bien en casi toda su correspondencia es enfático en señalar el gozo como un atributo de la fe, y exhortar a vivir en ese gozo (cf. Ro 14:17 Gal 5:22 2 Co 1:24, y más de 40 ocasiones en la literatura paulina), él mismo suena más de las veces con un tono preocupado. Pero en esta ocasión se refleja un gran gozo al ser fortalecido por la fe de los hermanos.
Pablo ha realizado su tarea evangelizadora en Tesalónica por un tiempo que va de dos a tres meses. Ha logrado cierto éxito y se formó una incipiente comunidad. Pero entró en conflicto con las autoridades y debió salir apresurado y en oculto (Hch 17:1-10). Ahora, luego de unos meses sin noticias, se pregunta angustiado qué habrá pasado con aquellos hermanos, y decide enviar a Timoteo a averiguar. Timoteo regresa con la buena noticia de que a pesar de persecuciones y dificultades esa comunidad se mantiene firme en la fe (1Ts 3:1-8) y hasta ha llegado a ser ejemplo en la tarea evangelizadora en otras congregaciones de la región y aún más allá (1Ts 1:3-8). Esto lo llena de vida y esperanza a Pablo, y de allí las expresiones de gozo que leemos en el párrafo que nos presenta el leccionario.
El v. 9 señala que esa mutua relación establecida con la Iglesia de Tesalónica se completa por la relación con Dios. En cambio de agradecer a los propios tesalonicenses por lo que su firmeza significa, le agradece a Dios. Se da un llamativo contraste: a la tribulación sufrida corresponde el gozo, la fe, la alegría ante Dios. Pablo expresa así el sentimiento profundo de un gozo que no es individual, sino la bendición de la comunidad, que ha les permitido mantenerse unidos en el testimonio y el amor a pesar de las dificultades y distancia. Así, el v. 10 reabre el sentido de las relaciones entre Pablo y los tesalonicenses. La relación sigue viva y Pablo le pide a Dios "desmedidamente" ver el rostro de sus hermanos. Ese encuentro suplirá “lo que falta” en su fe.
El v. 11 abre el tramo final de esta primera parte de la epístola. La relación de Pablo con la comunidad de Tesalónica toma dos caminos: uno es el deseo del encuentro inmediato –Dios dirija mis pasos hacia Ustedes (recordemos que de momento Pablo no puede ser visto en la ciudad de Tesalónica). Más adelante esa oración le será cumplida, según el relato del libro de Hechos (Hch 20:1-3). Pero hay un segundo deseo, que es el encuentro que los reunirá en la “venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (v. 13).
En estos versos el texto toma la forma de una oración de intercesión. La posibilidad de completar ese encuentro que Pablo espera en el plano humano se remite a la intervención divina. Con haber establecido la comunidad y con mantener el vínculo vivo no alcanza. Es un paso primero que sólo alcanzará su perfeccionamiento con la intervención divina. Tanto en la realización histórica cotidiana (allanar el regreso de Pablo) como en la etapa final de la instalación definitiva del Reino de Jesús, la intervención divina es necesaria.
Mientras tanto sigue siendo esencial “abundar en amor unos con otros”.
Ese amor, sin embargo, conoce una nueva ampliación. En 12 se plantea que el amor entre ellos debe extenderse en amor a todos. Este amor nunca es un simple sentimiento o emoción, sino que es una actividad de servicio dirigida a los demás. La expresión "el amor hacia todos" completa la expresión del amor mutuo en la vida interior de la propia comunidad. Si bien Pablo marca una diferencia de los creyentes con el resto de la humanidad, tanto gentil como judía, por que ellos tienen fe, ello no quita la responsabilidad de la extensión del don del amor hacia todos. Por el contrario, la comunidad cristiana es impulsada a establecer esta relación de amor con el conjunto de la humanidad, por que es una comunidad inclusiva, misionera. Pablo experimenta y espera el rechazo de su sociedad hacia el mensaje cristiano, pero no postula una respuesta igualmente agresiva.
Su estrategia, por el contrario, busca salvaguardar una ética de entrega aún en la persecución.
Este tema del amor mutuo, de la relación con el conjunto social (que toma como ejemplo el propio amor de Pablo, que compartió con ellos el Evangelio cuando aún eran paganos) introduce la parte exhortativa de la carta, que comienza en el capítulo 4. La otra gran temática, la presencia gloriosa (parousía) de Jesús, es también introducida en este párrafo, y en ella encuentra sentido la ética paulina. Es más, se puede decir que Pablo señala expresamente que la finalidad de su instrucción es justamente afirmar, "conducir sin mancha y en santidad delante de Dios en la parousía de Jesús" a sus hermanos de Tesalónica.
Sin duda toda la enseñanza paulina en esta carta está organizada en torno del elemento de la venida del Señor. Pablo señala como la Iglesia de Tesalónica ha crecido desde la aceptación del Evangelio, pasando por la historia de la construcción de la comunidad, del riesgo que esta construcción sufre, de la actualidad de mutualidad que hoy vive, y se proyecta como futuro glorioso por la presencia final de su Señor.
Sugerencias homiléticas
El adviento es tiempo de gozo. Y aplicando las enseñanzas de este trozo de la epístola de Pablo a la Iglesia de Tesalónica podemos señalar algunas características de este gozo cristiano:
• Es el gozo de la fe. Es saberse amado, rescatado y escuchado por nuestro Dios. Es descubrir la presencia de un Dios que nos da lo necesario para la vida (aunque luego algunos se apropien injustamente de lo que fue entregado para todos), que se nos hace hermanos y hermanas en el nacimiento de Jesús, que escucha las oraciones. Esa fe que sostiene en momentos de dolor, crisis o persecución, pero que hace que nuestros esfuerzos no sean en vano, cuando son hechos en él.
• Es el gozo de la vida comunitaria. Como Pablo, el gozo de saberse querido por los hermanos y hermanas (aunque a veces fallamos, y mucho, en este punto). Dios nos permite romper el aislamiento, conformar comunidades, encontrarnos, con nuestras personalidades y orígenes diferentes, en medio del pueblo que Dios convoca en Cristo y al que nutre con su Santo Espíritu. Nunca es tan apreciado el gozo de la comunidad cristiana como cuando hay que vivirlo en medio de tribulaciones y dificultades. Allí descubrimos el consuelo de la fe, el gozo de ver el rostro amigo, la persona cercana en el amor de Cristo, y somos impulsados a sostenernos mutuamente. Si no tenemos este gozo, algo anda fallando en nuestra comunidad de fe.
• Es el gozo del servicio. Navidad es la época en que abundan los discursos del “amor universal”, aparecen las colectas de “un juguete para los niños pobres” y otras muestras ocasionales de lo que debe ser una actitud permanente. Esta bien que esto ocurra, lo que no es tan bueno es que pasada la Navidad este “gozo del servicio” se transforme en el egoísmo de comunidades volcadas sobre si mismas, ignorantes de los hechos y problemas más profundos que generan injusticia y mantienen a muchos en el dolor y la miseria. Hay un gozo permanente en participar de la búsqueda de relaciones humanas más justas, recíprocas, como expresión del “amor hacia todos y todas”.
• Es el gozo de la presencia de Cristo. Si bien la carta destaca principalmente esa presencia en la visita (otro significado de la palabra parousia) de Cristo en Gloria en el final de los tiempos, no menos gozoso es saber de aquella humilde visita que comenzó en el pesebre de Belén y de la permanente visita y presencia de Cristo en nuestras vidas.
• Es el gozo de la esperanza. Es saber que Dios no ha abandonado su obra, no ha olvidado a esta humanidad rebelde, y sigue llamándonos a una nueva vida, a participar del gozo de la salvación, y a mantener viva la esperanza que abre su amor, la redención plena y final de toda su creación.