1 Corintios 7:1-40

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1 Corintios 7:1-40 Iniciar con un breve resumen del pasaje.

El Nuevo Testamento no se nos presenta como un reglamento moral o un código de conducta que cubra todos los casos en todas las situaciones. Aun en el caso de 1 Corintios, donde se tocan muchos temas éticos, éstos están tan íntimamente conectados con un lugar y una época particulares que la carta demanda que los lectores de nuestro tiempo se esfuercen por lograr una interpretación fundamentada en esa situación histórica. En este proceso encontramos que la carta sí nos provee orientación ética, pero no como un reglamento de conducta. Por eso, cuando se dice que la Biblia es “el manual del fabricante”, hay que leerlo en este sentido. ¿Acaso los así llamados fundamentalistas tienen fundamentos suficientes?
Mi papá decía: “el texto sin contexto es un pretexto”. Yo le agregaría que no hay tal lectura literal de las Escrituras, ya que uno siempre se acerca con un pre-texto, aunque no sea consciente de ello, fruto de la cultura en que está inmerso y de la educación recibida, lo que, condiciona la lectura.
En manos de Pablo la Palabra del Señor no se vuelve una ley. Si uno se acerca a la Biblia con el deseo de encontrar en ella un reglamento interno para la iglesia de hoy, topa con un problema: el carácter de las Escrituras es otro: No nos confundamos: la Biblia no contiene un código de familia para los cristianos. Pero, en cambio, ofrece algo mucho más valioso: casos concretos de situaciones vividas que nos pueden iluminar en cuanto a cómo proceder al tomar nuestras propias decisiones éticas. Vimos lo que Pablo aprendió del caso de Jesús en su confrontación con los legalistas: afirmar la permanencia del matrimonio, y al mismo tiempo apelar al proyecto de Dios de libertad y paz en relación con los casos donde la pareja no logra las condiciones necesarias para permanecer unida. Como consejeros y consejeras cristianos en nuestra sociedad tan distinta a la de Jesús o de Pablo, también buscamos que las parejas construyan una relación justa y, por ende, perdurable. Con base en los mismos principios de libertad y paz, intentemos responder en forma apropiada a los casos que no alcanzan esa meta.
Esta clave hermenéutica yo la aprendí con mi familia. Recuerdo que mi papá me decía que la Biblia no tiene respuestas inmediatas a todas las situaciones. Y me daba el ejemplo del cigarrillo, del que él me decía que fumarlo era pecado. Sin embargo y a pesar de que en las Escrituras no se habla acerca del tabaquismo pues no existía en esa época, mi papá aplicaba el argumento que el apóstol Pablo utilizaba en este pasaje para fundamentar la no relación sexual con prostitutas y me decía: “porque mientras el cigarrillo hace daño, la Palabra dice que el cuerpo es templo del Espíritu Santo”.
Los que leemos esta carta a una distancia de 2.000 años, a veces tenemos problemas para relacionar sus consejos con nuestra situación. Específicamente, nos preguntamos por qué no encontramos aquí un mayor impulso hacia la igualdad social en toda la sociedad y no solamente dentro de la iglesia. Es que en su situación minoritaria en el Imperio Romano, no existían las condiciones necesarias para luchar por su implantación en el mundo exterior. Tampoco existía el impulso para intentarlo, por lo menos a la época de esta carta a los corintios, debido a la esperanza del pronto retorno de Jesús para cambiar todas las cosas y establecer su reino de amor y justicia.
A diferencia de este tipo de situación, la historia del occidente muestra una iglesia cristiana que llegó a ser religión oficial. La tragedia de la iglesia es que en muchas ocasiones no ha reconocido que este cambio en su propia ubicación socio-política le abrió oportunidades y le imponía responsabilidades dentro de la sociedad. En muchas ocasiones la iglesia siguió reiterando posturas sociales aptas solamente para un contexto como el de los primeros tiempos. ¿Tomamos conciencia de que actuamos de manera parecida frente a los nuevos problemas sociales de nuestra época?
Tomando el pasaje que nos ocupa hoy e ados en una cultura que ensalza el amor y el sexo, y que al mismo tiempo produce un alto índice de matrimonios infelices y de divorcios, los cristianos buscamos en la Biblia alguna guía de conducta. Pablo nos invita a recurrir a la autoridad de la tradición de Jesús y al mismo tiempo interpretar creativamente esa tradición frente a una situación novedosa. Introduce en la reflexión algunos elementos teológicos y otras consideraciones netamente prácticas. Al sacar sus conclusiones, incluso tiene la humildad y sinceridad de admitir que el elemento subjetivo de su propia preferencia por la vida célibe ha jugado un rol importante. Señala los peligros que acompañan ciertas opciones. Desafía a los cristianos de Corinto a tomar todo esto en cuenta y arribar maduramente a sus propias decisiones.
Hoy, por ejemplo, en este pasaje echamos de menos un elemento que es central en cualquier discusión acerca del sexo y el matrimonio: el amor tierno y recíproco dentro de la pareja. Correctamente decidimos que la falta de este elemento en el matrimonio del primer siglo no limita nuestra consejería matrimonial. Al contrario, el fomento del respeto por la libertad y dignidad de la persona que encontramos en este capítulo forma la base imprescindible para un amor duradera en la pareja.
En nuestra reflexión ética observamos también el cambio enorme que ha habido en las circunstancias sociales que rodean el matrimonio. Por ejemplo, hoy bregamos con una crisis no de despoblación sino de superpoblación del planeta. Atendiendo a este contexto puede ayudarnos a respetar la decisión de una pareja que opta por quedarse sin hijos. De hecho, esta posibilidad novedosa agrega una dimensión nueva al razonamiento de Pablo. Si él vio que el celibato proveía la libertad de compromisos familiares necesaria para una mayor dedicación a la obra del Señor, hoy día vemos que esta condición la puede alcanzar también una pareja sin hijos.

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