¿Por qué?

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José no se resignaba fácilmente, pero esto había superado sus fuerzas.

-¿Por qué todo era tan difícil? se preguntaba.

-¿Por qué las pruebas no solo permanecían sino que se acumulaban?

-¿Por qué no había un descanso, un mimo de parte de Dios, una tregua aunque más no sea?

-Dios sabe que lo amo- se decía, pero es tan difícil seguir cuando la esperanza es opacada por la dura realidad cotidiana.

-Lo que Dios no me permite hacer me lo permite el mundo: Olvidarme un rato de las miserias diarias.

-Sin embargo, existe algo que no puedo evitar pensar y es que si todo empeora no tendré a quien recurrir.

José quería pero no se animaba. De su vida en el mundo solo recordaba los momentos placenteros.

Aquellas cosas que horrorizado cuestionaba cuando todo estaba bien, ahora, no solo las aceptaba sino que hasta le parecían atractivas y hasta justificadas.

Y se acordó del hermano Ramón a quien duramente juzgó porque lo vio tomando alcohol en un noche de angustia. En ese entonces pensó,- es pura carne- Hoy lo comprendía.

Y se acordó de la hermana Evarista a quién cuestionaba por su adicción a la quiniela, y ahora que el no tenía un peso ...

¡Como había cambiado todo! Se sentía debilitado física, emocional y espiritualmente, tan vulnerable, tan expuesto, tan cerca del abismo ...

¿Por qué a mí? Era la pregunta que se repetía vez tras vez.

Toda la teología aprendida parecía sin fuerzas ante los embates impiadosos de la adversidad.

¿Por qué a él? se preguntaban los que lo conocían y querían.

El silencio de Dios era la única respuesta del cielo. Ningún nuevo compromiso cambiaba las circunstancias, ninguna confesión de pecados, ninguna oración de algún "super predicador" itinerante.

Un ángel del cielo que lo observaba diariamente, le pregunto a otro más experimentado ¿por qué?
El ángel experimentado le respondió: la respuesta vendrá, sigue esperando y escucha atentamente sus palabras.

José sentado en la plaza, cansado de vivir y de luchar, vio pasar al hermano Roberto.
El mismo que años atrás abandonó a su familia por la ilusión pasajera de un nuevo amor.
Lo miró y con su boca otrora implacable se dijo asimismo: No soy mejor que nadie...

Los ángeles se miraron al mismo tiempo y no hubo nada que agregar, la respuesta había llegado.

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